La ética de la eutanasia

Viernes 28 de agosto de 2015

La OMS (Organización Mundial de la Salud) define que la eutanasia es la acción médica que provoca ex profeso la muerte del paciente. Y la diferencia con el suicidio asistido es que en esta está quien lo ejecuta. Es el debate originado por la decisión de la norteamericana Brittany Maynard de haber elegido la segunda opción para poner fin a su vida. 
Esta circunstancia médico-terminal pertenece al mundo ético y moral de los humanos y por ello me abstendré de opinar. Sí lo haré en lo que respecta al entorno animal que involucra a mi profesión de veterinario, por cuanto me tocó actuar cuando apareció la leishmaniasis en Posadas en el año 2006.  Por aquel entonces, insólitamente, los responsables sanitarios de la Municipalidad de Posadas la ocultaron mientras el mal se expandía. Tal determinación ilegal (por ley es de denuncia obligatoria) siguió hasta que las nuevas autoridades que se hicieron cargo de la comuna a partir del año siguiente, blanquearon la situación. ¿Qué hicieron? Llamaron a expertos sanitaristas, quienes indicaron lo que debía hacerse y revirtieron totalmente los vetustos e insalubres edificios de atención sanitaria, dotaron de los vehículos necesarios, amén de maquinarias, biosidas, equipamiento del personal, y pusieron al frente del Instituto de Sanidad Animal a jóvenes profesionales guiados por estos expertos. Como la leishmaniasis es una enfermedad que se trasmite al hombre mediante la picadura de un insecto cuyo reservorio es el perro, tomaron la drástica decisión del sacrificio asistido del can enfermo, porque no tiene cura, como aconsejan la OMS y el Centro Panamericano de Zoonosis.   
Y la pregunta que debe contestarse: ¿cuándo el hombre racional debe determinar el extermino de las especies irracionales? La contestación debe partir de la premisa de que todo animal tiene derecho a la vida y al bienestar, tanto físico como psicológico, dentro del espacio o hábitat donde se desarrolla. El límite lo debe dar la supervivencia del género humano y su protección. Ésta va desde la concepción de Epicuro, quien decía “el fin del hombre queda reducido a lograr la felicidad posible en este mundo. Consiste en evitar el dolor, que es el único mal, y conseguir la mayor cantidad de placer, que es el único bien”. Murió a los 73 años aguantando estoico una hidropesía y dolencias crónicas del riñón, tratando de superarlas “por el placer de vivir”.

En el otro extremo, Sócrates, acusado de asebeia, fue condenado a morir bebiendo cicuta. Discurría que la muerte es un sueño sin sueño y que el alma transitaba de este a otro mundo mejor. Pudo salvar su vida eligiendo el destierro o huyendo de Atenas. Pero eso significaba abjurar de sus ideas y desobedecer a la Justicia que tanto defendía y lo había condenado. Por eso prefirió beberla. Al morir encargó a sus amigos que sacrifiquen un gallo al dios Esculapio, “por el placer de sacarle de esta vida dolorosa”. En medio de estos extremos, el hombre debe decidir cuándo terminar con la vida de otras especies vivientes mediante la eutanasia. Al respecto, el profesor de bienestar animal Leopoldo Estol, sobre la definición expresa: “Nos guste o no, eutanasia (hablando en el aspecto estrictamente veterinario) es cuando se mata a un animal por su propio bien, con el fin de aliviar su dolor o acortar el sufrimiento ante una enfermedad incurable o intratable, incluso por aspectos económicos".
Si mato a un animal por una necesidad de Salud Pública, una demanda alimenticia (faena en frigorífico), deseo del dueño (abandono por diversas razones), es incorrecto hablar de eutanasia. Si bien la palabra es dura, se debería decir “matanza humanitaria”, ya que lo matamos con métodos que los “animales humanos” consideramos que son correctos.
Theodor Spencer decía: “Por encima de los animales está el hombre que, además de tener un alma vegetativa y sensible, la tiene también racional. Está en el grado más alto de los animales y en el más bajo de los seres intelectuales”. Se refería a que su raciocinio le indicará como debe actuar (con conciencia y convicción a pesar de las consecuencias) y más cuando debe optar entre dos opciones. En Posadas, desde mi juicio, inclinándose a favor del resguardo del ciudadano por sobre concepciones morales, percepciones éticas o de interés personal. Lo contrario es obvio, y pone sobre el tapete los antecedentes de sacrificios asistidos de canes en Posadas, y al respecto no puede haber doble discurso. Entonces, sobre este concepto, se entiende que matar por matar a un animal es un asesinato, y en la tierra, es el hombre el único ser que practica ese crimen. 

Rubén Emilio García
Veterinario