La OMS (Organización Mundial de la Salud) define que la eutanasia es la acción médica que provoca ex profeso la muerte del paciente. Y la diferencia con el suicidio asistido es que en esta está quien lo ejecuta. Es el debate originado por la decisión de la norteamericana Brittany Maynard de haber elegido la segunda opción para poner fin a su vida.
Esta circunstancia médico-terminal pertenece al mundo ético y moral de los humanos y por ello me abstendré de opinar. Sí lo haré en lo que respecta al entorno animal que involucra a mi profesión de veterinario, por cuanto me tocó actuar cuando apareció la leishmaniasis en Posadas en el año 2006. Por aquel entonces, insólitamente, los responsables sanitarios de la Municipalidad de Posadas la ocultaron mientras el mal se expandía. Tal determinación ilegal (por ley es de denuncia obligatoria) siguió hasta que las nuevas autoridades que se hicieron cargo de la comuna a partir del año siguiente, blanquearon la situación. ¿Qué hicieron? Llamaron a expertos sanitaristas, quienes indicaron lo que debía hacerse y revirtieron totalmente los vetustos e insalubres edificios de atención sanitaria, dotaron de los vehículos necesarios, amén de maquinarias, biosidas, equipamiento del personal, y pusieron al frente del Instituto de Sanidad Animal a jóvenes profesionales guiados por estos expertos. Como la leishmaniasis es una enfermedad que se trasmite al hombre mediante la picadura de un insecto cuyo reservorio es el perro, tomaron la drástica decisión del sacrificio asistido del can enfermo, porque no tiene cura, como aconsejan la OMS y el Centro Panamericano de Zoonosis.
Y la pregunta que debe contestarse: ¿cuándo el hombre racional debe determinar el extermino de las especies irracionales? La contestación debe partir de la premisa de que todo animal tiene derecho a la vida y al bienestar, tanto físico como psicológico, dentro del espacio o hábitat donde se desarrolla. El límite lo debe dar la supervivencia del género humano y su protección. Ésta va desde la concepción de Epicuro, quien decía “el fin del hombre queda reducido a lograr la felicidad posible en este mundo. Consiste en evitar el dolor, que es el único mal, y conseguir la mayor cantidad de placer, que es el único bien”. Murió a los 73 años aguantando estoico una hidropesía y dolencias crónicas del riñón, tratando de superarlas “por el placer de vivir”.