Mandela y un plan que unió a todo un país desde el fanatismo por la ovalada

Domingo 28 de septiembre de 2014
El rugby los unió. | El Mundial fue un gran logro para un visionario como Mandela.

A través de su ejemplar vida, Nelson Mandela, el emblemático personaje africano, tuvo una estrecha relación con los deportes, e incluso llegó a decir que  tienen “el poder para cambiar al mundo”, en una historia asombrosa de cambio social y político en la que el deporte fue decisivo.
Madiba, el nombre de su clan con el que lo llamaron afectuosamente sus compatriotas, nunca fue un revolucionario al estilo de Lenin o Gandhi. Pero conoció momentos tensos. Por ejemplo, cuando en los inicios de la década de los '60 fue el hombre más buscado del país. Capturado, fue sometido a juicio por sabotaje y en 1964 fue condenado a prisión perpetua en la cárcel de máxima seguridad de Robben Island, frente a las costas de Ciudad del Cabo. Luego, tras casi tres décadas privado de libertad, salió libre y compitió en las elecciones presidenciales de 1994, transformándose en el primer presidente negro de Sudáfrica.
Siendo un gran fanático del rugby en particular, Mandela también fue un amante de otros deportes. Cuando era joven le gustaba practicarlos y fue boxeador aficionado y corredor, en la década del '50, mientras que en la cárcel se preocupó de mantener su forma física corriendo y haciendo ejercicio en los pocos espacios con los que contaba.

"El deporte tiene el poder para cambiar al mundo. Tiene el poder para inspirar. Tiene el poder para unir a la gente de la manera en que pocas cosas lo hacen. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes sólo había desesperación. Es más poderoso que el Gobierno en cuanto a romper las barreras raciales", fue el mensaje de Mandela al planeta.
Casualmente, a partir de su elección como el primer presidente negro en 1994, Sudáfrica recorrió un largo y tortuoso camino con baches, desafíos, victorias y momentos gloriosos, todo en los escasos 16 años que transcurrieron desde que esta nación se convirtió en una democracia. Y lo más grande para  Madiba se vivió un año después.

Un día inolvidable
Corría el año de 1995 y el ex presidente de Sudáfrica salió a la cancha del estadio Ellis Park de Johannesburgo en la tarde del 24 de junio. Ante él, 65.000 espectadores, en su mayoría blancos, que esperaban la final del Mundial de Rugby de ese año entre la selección local y Nueva Zelanda, el equipo más potente del mundo en ese entonces.
La emotiva escena la describió el periodista y escritor británico John Carlin, biógrafo de Nelson Mandela, en su libro  El factor humano (2008), y que el actor y cineasta Clint Eastwood la llevó al cine en su película Invictus (2009).
“Empezó por conquistar a sus carceleros y luego siguió con toda la sociedad”, contó Carlin.
Mandela, que vestía la camiseta verde de los  Springboks (uno de los símbolos de la represión del apartheid antes de su llegada a la presidencia), fue recibido con un silencio incómodo pero fue aplaudido a rabiar por todo el estadio, seguido de un coro que repetía: "¡Nelson, Nelson, Nelson!".
Esa noche, después que Sudáfrica derrotó a los  All Blacks por 15-12 en tiempo extra, todo el país –blancos y negros– se unió por primera vez en una celebración deportiva que eliminó por un momento las tensiones que vivía.
Posteriomente, Mandela declaró que fue uno de los momentos más difíciles de su vida. "Honestamente, nunca me sentí tan tenso. Pensé que me iba a desmayar", declaró años después en una entrevista.
Aquella tarde, cuando Mandela volvió a la cancha, esta vez con el trofeo de campeón del Mundial de Rugby entre sus manos, los gritos de "¡Nelson, Nelson!" se intensificaron.
Como relató Carlin: “Todo el país, blancos y negros, cantaron y bailaron hasta la noche, unidos en una causa por primera vez en la historia, una celebración delirante. No había guerra civil, no había terrorismo de derecha y Mandela cumplió su meta de crear lo que permanece hasta hoy, y que parecía imposible en ese entonces: una democracia multirracial estable”.
Un enorme paso para el futuro de Sudáfrica, que en el 2010 también convocó al Mundial de fútbol.