Una franja marcada en el pecho

Domingo 28 de septiembre de 2014
En las buenas y en las malas. | "El hincha vive de la ilusión", afirmó Villalba, siempre presente en las tribunas. | Foto: Marcelo Rodríguez

Es un día como cualquiera en la Posadas de los '90. El partido sale o sale por expreso pedido del técnico, pero Guaraní no juega por nada y poco tiene que hacer ante el imparable Tigre de los Pigerl.
Los jugadores saltan al campo de un Clemente Argentino Fernández de Oliveira semivacío. A simple vista no hay hinchas, aunque mirando en detalle se ve una bandera que se agita detrás del arco. ¡Sí!, hay un hincha dispuesto a dar su vida por los colores, haciendo oído sordo al presente. Él es Rubén Alberto Villalba. El loco de los anteojos para los desapercibidos.
Más conocido como Mono o Poroto, Rubén es de la ferviente tercera generación de fanáticos franjeados. Nacido en Posadas en 1974, el hombre llegó al mundo con una idea clara: acompañar los colores, no importa las circunstancias.

“Soy fan de sangre, por genes. Esto comenzó por mi abuelo, Isaías Francisco Villalba, que fue socio de la refundación de Guaraní en 1935, cuando el club pasó a llamarse Antonio Franco (en honor al primer presidente); fui concebido por mis padres Elpidio y Esther detrás de un arco, literalmente hablando”, recordó entre risas; “prácticamente me crié en Villa Sarita”, abrió la charla.
“Recuerdo cuando entré a la cancha de chico y me impresionó. Tenía siete años, estaba jugando en la vereda y la pelota fue a parar dentro del estadio. Yo me desesperé y había partido de Liga, pedí por favor que me dejen entrar y pisé el templo…no lo podía creer. Esa emoción no terminó nunca, sigue hasta hoy”, relató.
A Mono, la sangre lo tira. Formarse detrás del estadio y mamar la gloriosa etapa de los '80 fue como abrir una botella de champaña para brindar en familia. Ese recordado fútbol vistoso que marcó la etapa dorada del club es el tesoro del hombre en cuestión.
“Ir a Guaraní era ineludible para la familia. Quizás mi viejo no era un apasionado, pero le gustaba el fútbol. Los Villalba son de Guaraní, jamás hubo otra opción, y si la había creo que también lo elegiríamos porque es el club más popular y destacado de la provincia”, afirmó.

Soportar las embestidas
Tras perder el ascenso ante Godoy Cruz, Guaraní abandonó la plaza del torneo Argentino A en 1995 por falta de apoyo económico, dando inicio a la etapa más oscura del club, deportivamente hablando.
“No se jugaba por nada, era el peor momento. Lo único que le quedaba era la Liga Posadeña y bueno, había que ir a la cancha. El hincha vive de la ilusión y yo lo sigo a mi equipo porque es mi familia. Tuve discusiones con amigos cuando me cargaban y me hacían sentir mal, era como insultar a mi papá o mi mamá”, manifestó Rubén.
“Yo hacía el aguante como sea y en esa época mala había que soportar perder con Vialidad, por ejemplo. La gente que traían esos equipos, casi todos familiares, eran más de los que alentaban a Guaraní”, recordó penosamente.
“Me tocó ver en soledad cómo Tigre siempre nos ganaba y hasta pelearme con los Pigerl en el alambrado, insultándoles; y ellos haciendo seña, sobrándome. Ser grande y que te carguen….había que estar. Nosotros, planchados”, agregó.
Para Rubén no había consuelo, aunque el aguante dejó anécdotas de todo tipo.
“Cuando el estadio estaba en plena refacción, jugamos el clásico posadeño en la apertura de temporada 97/98 con Mitre, en cancha del club Estudio. Nuestro refuerzo era Néstor Pitana. Nosotros le hablábamos para que meta, pero no sabía cabecear”, soltó entre risas.
“Recuerdo que era soltero y me tomé el 28. En esa época no tenía mucha plata y por más que la entrada no estaba cara, yo ahorré para salir esa noche. Igual me mandé, encontré dos piedras, subí al muro, desplegué la bandera y miré el partido desde afuera”, cerró orgulloso.

El despertar 
Poroto cree saber el momento exacto en el cual el club inició su resurgimiento. “Fue en el 2000, jugamos una final con Mitre, y Gabriel De la Cruz puso el 3-2 agónico. Guaraní se consagró campeón del Torneo Clasificación, logrando el boleto al Torneo del Interior, después de estar cinco años sin rumbo”.
“Además, en esa época un grupo de pibes del barrio juntaron ganas y formamos los Villa Sarita Stones para venir a alentar con bombos y banderas… Había encontrado mi lugar, ya no estaba sólo, algo se estaba gestando”, recalcó.

Los viajes y sacrificios
Ser un fanático requiere de tiempo. Acompañar al club de tus amores a cada rincón del país solicita sacrificios costosos, a veces irreparables.
“Los viajes ya los hacía de adolescente, con otras responsabilidades. Todo comenzó con la invitación en el Argentino B. Por supuesto que a las vuelta hay que aguantar dos o tres semanas de caras largas en tu casa, pero eran ocasiones en las que tenía que estar”, arrancó el loco de los anteojos. “Viajar sólo a verlo a Guaraní, levantarte a las ocho de la mañana de un domingo, hacer los cálculos para llegar justo a la hora del partido, estar en una popular en soledad con gente de For Ever, por ejemplo, del otro lado, ese soy yo”, agregó.
La familia es tema aparte. “A veces estuve sin hablar con mi señora por meses, pero qué se le va a hacer. Ya tengo una muletilla: ‘Vos me conociste enfermo de Guaraní, y ahora te ponés así’. Me perdí asados familiares y otros momentos, pero es La Franja”, remarcó Rubén.

Ascenso al Nacional
Sin dudas, uno de los momentos más importantes en el grueso hilo histórico de La Franja fue el ascenso a la B Nacional en la temporada pasada. Para Mono, los días previos fueron interminables. “No pude dormir en toda la semana. Llegaba la noche y me enviaba mensajes con otros amigos fanáticos, realmente no me quería perder ningún detalle”, se entusiasmó.
“Ese día los trapos se colgaron cerca del mediodía, del lado de afuera del alambrado. Cuatro horas antes estaba en el estadio y el partido, como siempre históricamente, lo sufrimos. Pero vos te das cuenta que no se te puede escapar y se te vienen los fantasmas, como el de Godoy Cruz”, relató.
“Pero cuando se dio el pitazo final, me saqué todo lo que acumulé. No entré a la cancha porque me largué a llorar, me acordé de mi abuelo y con mi nene se lo dedicamos a él después de tantos años de sufrimiento”, se quebró Rubén, y entre lágrimas recordó: “Él fumaba sus puchos, ocultaba el sufrimiento. Se fue a los 93 años. Entonces, el ascenso fue como tocar el cielo con las manos”.

Una historia particular
Acumular tanta pasión hace ver realidades ocultas para otros. En 1993, la marca Topper llegó al club con promesa de calidad, pero ocurrió algo impensado. En los equipamientos, la franja ya no bajaba de izquierda a derecha, sino al revés.
“Para mí no pasó desapercibido. Pero después llegaron las camisetas '95 y '96, todos los campeonatos al revés. Hasta hace poco, y con marcas importantes, La Franja estaba al revés”, declaró Mono.
“En la callé te dicen que la de River es de una forma y la de Guaraní es de otra, pero no es así, no porque le copiamos a alguien sino porque es nuestra identidad. Se fundó con la banda de izquierda a derecha, pasando por el corazón”, agregó.
Rubén no se quedó con los brazos cruzados, elaboró un informe con antecedentes fotográficos de todas las décadas y lo presentó a la comisión directiva. El resultado, un sí rotundo a la propuesta.
“Muchos dicen que había gente de Boca en la Comisión Directiva del '93, por eso el cambio. Pero yo los convencí, arreglaron la camiseta y espero nunca más vuelva ese error. Cuando veo en Facebook una foto con la franja al revés, escribo un comentario, no me puedo contener”, cerró.
Casado con Rosi y padre de Valentín, Rubén es el claro ejemplo de un hincha enfermo por los colores. Para muchos seguirá siendo el loco de los anteojos, uno más del montón. Como paradoja del destino, su domicilio actual es en Garupá, hogar de Crucero del Norte, y a pesar de criarse en Villa Sarita, vivió gran parte de su vida a cinco cuadras de la cancha de Mitre, en el barrio Malvinas. Pero el sentimiento de generaciones es fue más fuerte, y como dice uno de sus viejos trapos, “El desarraigo de la ribera no te abandona”.


El fanatismo albiceleste
Una investigación de mercado que dio a conocer la consultora privada Mindshare revela datos del fanatismo sobre el consumo de deporte como espectador en 42 países del mundo. Los latinoamericanos son los más apasionados y tres países de América también lideran el ranking de los que más quieren asistir a las competencias en vivo.
Mindshare hizo la encuesta on-line mundial sobre las preferencias y gustos en el consumo del deporte de la gente como espectadora.
“El resultado fue claro: los latinoamericanos son los más apasionados por el deporte. Los brasileños, mexicanos y argentinos son, a su vez, los más apasionados por asistir a ver a sus equipos”, publicó el diario Clarín.
Los más apasionados por ir a ver deporte: Brasil (54 por ciento), México (49), Argentina (47), China (42), Estados Unidos (40) y Francia (27).
Según Ariel Pelliza, de Mindshare, se basaron para saber el nivel de agrado en una escala de cinco posiciones, que van desde “no estoy interesado por ese deporte” hasta “amo ese deporte”.
“Consideramos apasionado por un deporte a una persona que le gusta o bien ama una disciplina”, dijo.
Por otra parte, según los datos de la investigación de mercado, América Latina lidera en el vínculo emocional con casi todas las disciplinas. En este sentido, el fútbol es la actividad que mayor fanatismo genera (63 por ciento), seguido del básquet (47) y el atletismo (45).
Según el sociólogo argentino Mariano Gruchesky, “los hinchas que van a una competencia deportiva lo hacen porque forma parte de un ritual que viene de generación en generación. Ahí, todos se olvidan de lo que pasa en el mundo y de los problemas que tienen a diario”.

Por Cristian Avellaneda
deportes@elterritorio.com.ar