Ante la falta de pago, amenazas, aprietes y llamados extorsivos

Sábado 30 de abril de 2016
Vecinos dicen que los colombianos son cerrados y sus movimientos generan sospechas | Foto: Natalia Guerrero

En los últimos cinco años, el fenómeno de los colombianos fue en aumento en la provincia.
En Posadas, referentes barriales y presidentes de los foros de seguridad señalan que los extranjeros comercializan con el préstamo de dinero y la venta de muebles. Un negocio que ante la falta de pago lleva a extorsiones telefónicas, amenazas y aprietes violentos. En el caso de los prestamistas, por lo general, acuerdan con comerciantes que acceden al dinero para invertir en sus locales. En tanto, en la venta de muebles, las víctimas son las familias que compran los más baratos y después son desvalijados.
Es usual que se trasladen en bicicleta o motocicleta y también a pie, con carros cargados de muebles que van ofreciendo en las calles. Un oficio que, en algunos casos, utilizan para ganarse la vida, mientras que, en otros, como una oportunidad para hacer negocios ilegales. “Te venden el mueble en tu casa y hacen una vista previa de las cosas que tenés. Ven cómo vivís y después te roban”, explicaron referentes de la zona oeste, que solicitaron que no se revele su identidad.

“Te cuento cuál es el panorama acá en el barrio, pero no me nombres, porque son jodidos. Son organizaciones que empezaron hace años y que ahora están viniendo para acá. Hace cinco años había algunos en el barrio, pero ahora son muchos más. En una cuadra te cruzás con dos o tres”, agregó la fuente.
En Villa Cabello ya pasó, “te desvalijan la casa”, señalaron.
Las familias de colombianos residen en Yacyretá, A-4, A3-2 y también en la zona de la Terminal de Ómnibus y en las pensiones cerca de la Placita del Puente.
En Villa Urquiza, estos ciudadanos representan un motivo de queja en las reuniones de los foros de seguridad.
En la chacra 32-33, los vecinos comentaron, en diálogo con El Territorio, que “muchos accedieron a préstamos pero después los amenazan para que devuelvan la plata”.
Explicaron que la expansión de los prestamistas colombianos comenzó a notarse con mayor fuerza hace dos años y que, en la actualidad, ya son parte de la ciudad.
Los locales que acceden a comerciar con ellos, ya sea comprando muebles para la casa o sacando un préstamo informal, advierten que es un beneficio con doble filo, ya que si uno no puede llegar en los términos acordados se expone a amenazas y malos tratos. 
Como en la capital provincial, en las localidades del interior también se observa la creciente llegada de estos extranjeros. Suelen ser inconfundibles cuando llevan sus carritos con muebles casa por casa y se presentan muy formales con el acento particular y las costumbres lingüísticas de su patria.
“Muebles en cuoticas señora”, arenga Mario Vargas por las calles del barrio posadeño Yacyretá para interesar a las amas de casas en sus productos.
También, la presencia de niños colombianos en las escuelas muestra que muchas familias están eligiendo Misiones para vivir y trabajar. Se emplean en la elaboración y venta de muebles y otorgan préstamos personales sin requisitos aunque con elevados intereses.
Cada vez más vecinos están relacionándose comercialmente con ellos, resaltan que estos préstamos chicos 'salvan las papas' o que pueden acceder a un mueble sin tarjeta de crédito. Pero el problema surge por la misma informalidad y flexibilidad de estas transacciones. Así, se suman los relatos de personas que se sintieron intimidadas, amenazadas y hasta estafadas en su buena fe por un comerciante colombiano.    

En San Pedro
En San Pedro, la población de colombianos crece y es común verlos ocupados vendiendo muebles.
Varios vecinos aprovecharon la facilidad de pago para adquirir un mueble que hace tiempo necesitaban. “Era accesible a 2.800 pesos y en cuatro cuotas, nos dejó con una entrega de 200 pesos sin intereses y sin firmar papeles, le dimos el número de celular”, contó una mujer que denunció que la intimidaron.
“Pautamos cuotas de 650 pesos y el pago iba bien hasta que un mes tuvimos que viajar, ahí nos avisa que viene a cobrar y le dijimos que estábamos de viaje, entonces recibimos un mensaje extraño: ‘Ustedes no me conocen y yo sé donde viven’, nos asustamos y mi esposo viajó, canceló el mueble, aunque todavía faltaban cuotas, de ahí no quisimos saber nada más”.  
Una vecina que vive sola con su niño recordó su caso, “compré un mueble con entrega y en cuatro cuotas, en la última cuota no alcancé con la plata, me dijo que le dé el televisor, que no podía esperarme ni un día, prometió devolverme la diferencia que era mucha entre el valor de la cuota y el valor más caro de la tele”. El asunto es que pasado ese momento de nerviosismo de la mujer, se dio cuenta de que nunca más volvería el cobrador a saldar su deuda, ahora a favor de ella.
“No me trajo mi plata y tampoco yo quiero que vuelva”.
Otra familia sampedrina aseguró que se endeudó con su vendedor colombiano y que tuvo que pagar onerosos intereses. Detrás de la aceptación de la condición abusiva de la venta, aseguró la vecina, “estuvo el temor”.  
“Compramos dos muebles con una entrega de 150 pesos, nos dejó y el saldo de 5.450 en cuotas”.
Añadió, “en la última cuota nos quedamos sin plata, entonces nos ofreció un préstamo para pagar porque dijo que ese mueble no era de él y que tenía que pagarle a su  jefe. Nos prestó 3 mil pesos a devolver en seis cuotas de 1.000”.
El colombiano así obtuvo como ganancia el doble del dinero que prestó.

En Candelaria
En Candelaria se quejan de la calidad de los muebles, señalan que se destruyen en poco tiempo y que los fabricantes no reconocen garantía. El lugareño Hugo notó que “son constantes y te terminan convenciendo, no tenés un peso pero les comprás fiado y ahí empieza el problema, pasan por semana a cobrar y si no tenés se llevan el mueble, son muy agresivos y parece que esperan que no puedas pagar”.  
Otra gente reclama que no dejan factura o comprobante de la venta. Ahí piden a las autoridades más control, indican que sus movimientos y actividades generan desconfianza y aportan a la inseguridad en la localidad sureña.
“Alquilan las mejores casas, tienen motos de gran cilindrada como hacen, no cierra”, reclaman los habitantes más desconfiados.
En tanto, el intendente Daniel Luna, consultado por El Territorio sobre los comercios de colombianos que prosperan en la ciudad, sostuvo que desconoce que hayan tramitado el pedido de habilitación comercial. A la comuna llegó la inquietud de otros comerciantes por lo que consideran competencia desleal. “Trabajamos para que todos los locales comerciales funcionen legalmente y con las normas de seguridad que requiere el municipio y hasta al más pequeño comerciante se le exige habilitación y pago de la tasa de comercio”.

En Eldorado
En la Capital del Trabajo frecuentan los barrios Iprodha. El método de venta es a crédito, ofrecen la mercadería y pasan a cobrar las cuotas de acuerdo a dos modalidades: en forma diaria o semanal.
Pero además de la venta, muchos de ellos ofician de prestamistas: prestan dinero a intereses muy por encima de la inflación.
Tras los préstamos otorgados surgieron en Eldorado las versiones que indicaban que, ante el no pago de la deuda contraída, los métodos de cobro se tornan violentos: amenazas y agresiones. Aunque ninguno de los supuestos agredidos se da a conocer públicamente.
Pero también hay quienes salen en su defensa: “Nunca tuve problemas -contó una vecina de Eldorado IV- les compré varias veces y son puntuales y atentos. Hubo veces que me retrasé en el pago y aceptaron las disculpas de lo más bien y volvieron otro día”.
Por último, un vendedor ambulante dio la cara y pidió a la gente que “no generalice” agregó que “puede ser que haya gente que no actúa bien, pero la mayoría somos trabajadores, nos ganamos la vida vendiendo muebles”.

Con maletines en La Placita

En los pasillos internos de La Placita del Puente de esta ciudad, un grupo de entre cinco y diez colombianos no pasa desapercibido. A diario, con maletines se mueven de un local a otro. Pasan por enfrente de los negocios y el lugar queda en silencio. Con tono bajo, uno de los vendedores del mercado, que prefirió no revelar su identidad, contó que son prestamistas y carpinteros. “Son prestamistas que vienen y ofrecen plata a los vendedores para que surtan su local y le dan un plazo de 30 días para devolver la plata”, contó.
El monto regular del préstamo es de 10 mil pesos y el interés se saca por día. “Te dan la plata y tenés un mes para devolverles y si no llegas a pagarles te dan un plazo de un mes más, pero sigue sumando intereses, muy difíciles de afrontar a veces”, afirmó. Sin poder saldar la deuda, el comerciante queda atrapado, comienzan los llamados extorsivos y las amenazas cara a cara hacia los vendedores. “Hay algunos comerciantes que sufrieron apriete feo, violento, porque no hay forma de entenderse con esos tipo”, dijo.