Curvatura centenaria

Jueves 26 de noviembre de 2015
Ayer se cumplieron 100 años de la presentación de la teoría de la relatividad “general” de Einstein ante la Academia Prusiana de Ciencias, en Berlín. La relatividad general era en realidad una continuación de la “especial”, que había presentado en 1905 cuando era funcionario de la oficina suiza de patentes. Entonces el joven sabio había mostrado cómo el 'movimiento' modifica la 'percepción' del espacio y del tiempo, pero la velocidad de la luz y las leyes de la física siempre son las mismas con independencia de la velocidad a la que se mueva el observador. Con estos fundamentos, en 1907, en uno de sus famosos experimentos mentales, se dio cuenta de que una persona en caída libre y alguien que flota en el espacio tendrían una sensación similar, como si la gravedad no existiese, y observó también que estar de pie sobre la Tierra, atraído por la fuerza de la gravedad del planeta, no sería muy distinto de encontrarse en una nave espacial que acelerase para producir el mismo efecto. A partir de esta intuición, Einstein se planteó que tanto la gravedad como la aceleración deberían tener la misma causa (que sería ese don de los objetos con mucha masa, planetas y estrellas, para curvar un tejido continuo formado por el espacio y el tiempo, que eran dos dimensiones que durante milenios se habían considerado separadas y absolutas en las que la materia existía e interactuaba. El efecto de esa curvatura y de los objetos moviéndose sobre ella es lo que percibimos como la fuerza de la gravedad o, explicado en palabras más catedráticas: el espacio le dice a la materia cómo moverse y la materia le dice al espacio cómo curvarse. Durante el eclipse solar de 1919 se verificó la novedosa teoría: la masa del Sol interactuaba sobre la luz procedente de las estrellas que se encontraban detrás del astro y se curvaba. Se probaba así que un gran objeto era capaz de deformar el espacio-tiempo y que incluso la luz debía desviarse para seguir la nueva geometría.