Cartas de Lectores

Miércoles 22 de abril de 2015

El vacío como era

Señor Director:
La violencia genera violencia. En España, un adolescente de trece años, armado de una ballesta y un puñal, mató a un profesor e hirió a cuatro personas más. En Buenos Aires, el sábado, un adolescente de trece años que se dirigía a la Iglesia fue atacado y golpeado por una patota de seis chicos menores, lo que provocó su muerte. Ese mismo día, en la ciudad de Córdoba, un joven de 16 años murió luego de ser baleado por otro de la misma edad, ambos participaban de una fiesta privada convocada a través de Facebook. Nos preguntamos ¿qué es lo que hace que un adolescente tome esa violenta determinación? ¿No será que vivimos en sociedades violentas donde la violencia está reprimida y contenida en normas que la retroalimentan, siendo estos casos una manifestación de la misma? ¿Qué podemos hacer para vivir en sociedades humanamente salubres y pacíficas? ¿Qué es lo que hace que una adolescente sufra el síndrome de Rambo, donde los otros representan al enemigo y la violencia el camino para salvarse? Algunos llaman a esta posmodernidad la era del vació, donde el paradigma individualista rige y es elevado a valor moral, fomentando relaciones humanas en la que los demás representan una amenaza. La solidaridad deja de existir. Lo que antes parecía sólido y eterno, la religión, la familia, la pareja, el amor, se vuelven relativos y prescindibles; entonces el vacío, el tedio, la cómoda indiferencia cunden. Lo resultante son relaciones diluidas, en las que la falta de compromiso es aceptado y visto como lo normativo. Se vive así un estado crónico de aburrimiento y tedio, carencia de incentivos, viendo que las cosas y las personas están, pero poco importan; y que nosotros tampoco les importamos. Este estado es tan insoportable que las personas buscan frecuentemente experiencias límite que le pongan un poco de sabor a su vida en las drogas o el deporte extremo. Las frustraciones dan paso a la desilusión y estas dan lugar a estados de odio y agresividad. Si las personas se conectan de manera superficial, indiferente y egocéntrica, el Yo resultante compartirá esas mismas deficiencias. En tal sentido, las organizaciones borderline de personalidad vienen a ser el resultado previsible de la sociedad y cultura posmodernas. Para evitar este panorama, como adultos tenemos que preocuparnos para que nuestros jóvenes se sientan contenidos, cuidados y respetados, en grupos que los acompañen en su crecimiento. Y que puedan avizorar un futuro con educación y trabajo. Teniendo apoyo emocional e instituciones que le permitan ver muchas salidas allí donde la muerte los arrincona y la oscuridad los aplasta, debemos ofrecer varias puertas para que puedan escaparle al odio, muchos caminos mentales y sea la luz la que rija sus pasos.

Pablo Martín Gallero
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