“Muchos problemas de salud se previenen con una higiene adecuada”

Lunes 30 de septiembre de 2013
María Virginia Coronil. | Enfermera y religiosa | Foto: Natalia Guerrero
En algunas mujeres la cuestión de la edad es un tabú difícil de sortear a la hora de entablar una conversación.
Pero ese no es el caso de Asunción Coronil. En realidad ella es más conocida como la hermana María Virginia por los cientos de pacientes que la trataron en los diversos centros de salud, tal vez en los momentos más desesperantes que la vida les planteó.
Hace poco tiempo, el 15 de agosto, cumplió 75 años, y asegura estar “más que vigente a la hora de trabajar por demás, es algo que no se puede detener”.
Días pasados la hermana fue premiada por el Colegio de Enfermería de Misiones como profesional destacada del año. El reconocimiento le fue entregado por la enfermera María Ester Farías.
En ese emotivo encuentro en el que participaron unas 300 personas, la Federación de Consejos y Colegios Profesionales de Misiones (Feccopromi) reconoció a 20 profesionales misioneros.
El acto se llevó a cabo en la sede del Colegio de Profesionales de las Ciencias Económicas de Misiones. En la oportunidad se premió la trayectoria, la dedicación, el aporte científico y el compromiso comunitario.
María Virginia dedicó más de 36 años al cuidado de pacientes en diferentes centros asistenciales de la tierra colorada.
A la hora de definir su punto de vista sobre la salud, destaca que la prevención es fundamental; junto con la higiene personal, los hábitos saludables, las comidas balanceadas en calorías y un espíritu sano.
Fue una de las impulsoras del Hogar de Tránsito María Teresa de Calcuta.
De acuerdo a uno de los conocedores de los pasillos de los hospitales, “ella siempre estaba alegre y dispuesta al lado de los más necesitados, se preocupaba por el bienestar de las familias, de los niños, a todos los más chicos siempre los trató con mucha dulzura”.
En el Servicio de Terapia Intensiva del Hospital Pediátrico gestionó las primeras cuatro camas, las mesas de luz, sábanas, colchones y almohadas. Se supo que sus momentos más difíciles fueron los referidos a informar del deceso de pacientes infantiles a sus familiares.  
Forma parte de la Congregación de las Siervas del Espíritu Santo.

¿Cómo empezó su vida en las tierras argentinas?

Yo vine a terminar la secundaria en el Colegio Santa María en 1959, empecé el tercer año.
Mi papá no quería dejarme venir a estudiar, pero al final se cruzó también con el resto de la familia. Conocí en Paraguay la labor de las hermanas cuando tenía 13 años y me quise sumar a su esfuerzo.
Ingresé como postulante en el Convento de Villa Lanús, me recibí de hermana en 1964. En 1966 me volví a las tierras guaraníes, específicamente a Obligado.
Después, al cabo de tres años, regresé a Posadas a estudiar para ingresar a trabajar en el Hospital Madariaga.
Para hacer la reválida del título de enfermera, empezamos a estudiar cerca de 26 compañeros, pero finalizamos sólo seis de esa primera camada.
Acá revalidé mi título con mis estudios que comencé en marzo de 1972. Un año antes hice mi voto de perpetuidad en la vida religiosa.

¿Cuáles fueron sus primeros pasos en el ámbito de la salud?
Empecé en el Hospital Madariaga, en el área de Clínica Médica, después pasé a la supervisión. Luego se dividieron los hospitales Madariaga del Pediátrico “Fernando Barreyro”.
Y mi debilidad son los chicos, por eso pedí el pase. Ahí trabajé con la asistente social Amanda Martínez, entre otros. Después se abrió el sector de Terapia Intensiva para los niños, y yo fui la encargada de recibir al primer niño, en realidad era un bebé, de ese lugar que fue atendido por el doctor Manolo Riera. Se llamaba Maximiliano, y hace pocos días me lo encontré en la calle. Su madre quería saber si lo reconocía, pero pasaron cerca de 24 años.
Hasta 1995 estuve en Pediatría, después me trasladaron a Puerto Iguazú hasta el 2001, ahí volví a Posadas y en el 2003 me jubilé.
En ese momento empecé a encargarme de las hermanas enfermas y de edad por casi diez años en el Convento de Fátima.
Tanto doctores como compañeros de trabajo me enseñaron que a muchos de los problemas de salud pública se los puede evitar con altos niveles de higiene.
A la salud hay que cuidarla todos los días y prevenir lo mejor posible que se desaten ciertas enfermedades.
Todo se aprende escuchando a los profesionales de la salud.

¿Podría trazar una comparación entre la salud pública anterior y la actual?
Antes no había tantos adelantos tecnológicos como ahora.
Pero sigue siendo fundamental el recurso humano capacitado. A eso yo le sumo la prevención, junto con una alimentación saludable. Y nunca olvidarse que se está tratando con personas, con seres humanos, no con cosas. Hay que prestar el tiempo necesario para escuchar las necesidades de los demás cuando se está tratando de encontrar curas a las enfermedades.

¿Cuáles fueron las experiencias que más le llegaron durante su paso por los pasillos hospitalarios?
Me acuerdo que veía a mucha gente del interior, a familiares de los pacientes esperando y durmiendo debajo de los árboles. Y junto a un grupo de gente, como el padre Jaime Boner, nos pusimos en campaña, en especial también con una radióloga que se llamaba Blanca, quien entregó un terreno cercano al nosocomio y ahí pudimos construir el Hogar de Tránsito María Teresa de Calcuta, para todos los familiares de los internados.

¿Cómo cataloga a sus actividades profesionales?
Yo pienso que tanto mi tarea de enfermera, como la de religiosa son vocaciones que uno tiene arraigadas muy adentro. Siempre tuve como norte no a los fines monetarios, sino ayudar a los que más lo necesitan. Tanto a los chicos como a los mayores internados, junto con sus acompañantes. Es algo con lo que se nace.
Mis trabajos en los hospitales nacieron del amor, el cariño y la sensibilidad por los demás. Muchas veces me olvidé de mí misma para dar todo para el que más lo precisa. La verdad es que no tengo cansancio al momento de trabajar por los otros. Me acuerdo de innumerables casos en los que le dí el Bautismo a bebés recién nacidos que eran prematuros, soy madrina de muchos de ellos.  
También a mayores que encontraron la necesidad de acercarse a Dios cuando estaban internados.
Además de las confesiones de los presos que pedían comulgar cuando eran atendidos en el hospital.
Hasta en los peores momentos me fundamenté en Dios para seguir adelante, porque muchas veces me sentí impotente ante las crecientes necesidades de los más pobres. Soy una mariana plena que reza todos los días para encontrar las mejores soluciones.
Muchas veces cuando tenía que hablar con las mamás o los papás de los chicos internados les daba una voz de aliento, ya que Dios nos suele poner a prueba. Porque la vida es hermosa y hay que saber encontrar las mejores soluciones a los problemas. Si quiero sintetizar el objetivo de mi trabajo es ayudar a los más pobres, siempre sigo ayudando a los demás, con visitas domiciliarias y recibiendo a los que se acercan a la Quinta de las Hermanas.
También ayudo en la Capilla María de Nazaret, donde celebro la palabra.

¿Por qué eligió formar parte de la Congregación de las Siervas del Espíritu Santo?
Considero que Dios nos llama al lugar donde más se nos necesita. Las Misioneras Siervas del Espíritu Santo estamos enviadas a trasmitir a todas las personas el amor de Dios Padre, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Como María, nos ponemos a disposición de Dios y de las personas, cumpliendo nuestro servicio en alegría y confianza, en paciencia y bondad. Como congregación con cerca de 3.700 hermanas, procedentes de muchas naciones, constituimos una red de más de 350 comunidades que trabajan en 46 países.
En medio de un mundo desgarrado por las injusticias y la decisión, tratamos de dar testimonio de solidaridad y unión que vincule a los hombre entre sí y los haga experimentar desde ya la presencia del Reino de Dios.

Habiendo estado vinculada a la educación, ¿qué mensaje le quiere trasmitir a los padres?
Además, los padres tienen que cuidar a los chicos, supervisar dónde andan, con quién y qué están haciendo, para cuidarlos hay que estar cerca.
Hay que cuidar mucho a las futuras generaciones ya que las tentaciones van en aumento.
Se debe inculcarles el saber valorar la vida, el honrar y dar afecto a los mayores, son cosas que nunca hay que olvidar.
Siempre hay que buscarse el tiempo para aportar ayuda y oído para los demás, saber qué necesita el vecino, conocer cuáles son los mayores problemas que debe enfrentar el respectivo barrio.

¿Cómo tomó el reconocimiento que le hicieron sus pares hace poco tiempo?
Para mí fue un honor. Le dediqué toda mi vida a la enfermería y a la religión.
Se trató de la ya tradicional velada para reconocer a los profesionales destacados 2013, en conmemoración al día del Profesional Universitario Argentino que se celebra el 15 de setiembre de cada año.
Fuimos 20 los profesionales elegidos por distintos colegios de diversas actividades.
Fue una emoción el que se hayan acordado de mí.

¿Es difícil dejar de trabajar después de tantos años?
Mucho, pero de la enfermería una no se jubila nunca.  Por ejemplo, la semana pasada me pasó algo complicado. Escuché que un chico estaba en la calle gritando porque su abuelo no estaba bien, había llamado a la ambulancia pero no pasaba nada. Fui corriendo con mis zapatillas y me di cuenta que el señor era insulino-dependiente, le puse una inyección, llamé a la Policía y al ratito apareció la ambulancia.
Yo creo que nunca hay que dejar de ayudar a los demás. Siempre hay que trabajar con humildad, sencillez, sin orgullo ni ostentación, sin esperar el reconocimiento de los otros, porque el reconocimiento es sólo interno.
Me duele mucho cuando veo a tanta gente en situación de calle, en especial a los chicos y ancianos.
El hablar y trabajar por y con los demás te enriquece mucho, te hace crecer como persona.
Por otro lado, ahora me dedico mucho a cuidar el jardín y la huerta, son cosas que te ayudan a relajarte. Siempre estoy atenta a los demás, a dar a conocer la palabra de Dios y a escuchar al otro, ese es mi leitmotiv.


El perfil
María Virginia Coronil
Nació en la localidad de Coronel Bogado, República del Paraguay.
Es la mayor de nueve hermanos, de los cuales seis están vivos.
Estudió enfermería en el Hospital Militar de Asunción.
Luego tuvo que revalidar el referido título para recibirse en la Escuela de Enfermería, dependiente de la Universidad Nacional de Misiones (Unam).
También efectuó en Posadas el curso de auxiliar de enfermería dictado por la Cruz Roja Argentina.
Por más de 30 años trabajó en diferentes dependencias del Hospital Madariaga.
Fueron seis los años en los que se desempeñó en el Hospital de Puerto Iguazú.
Fue una de las iniciadoras del Hogar de Tránsito María Teresa de Calcuta.
En la actualidad está en la Quinta de las Hermanas en la capital de Misiones.
Fue distinguida por la Federación de Consejos y Colegios Profesionales de Misiones (Feccopromi).
Se la destacó como una de las integrantes del “Libro de las Grandes Mujeres de Misiones”, donde se rescataron a las 178 historias de vecinas que trabajaron pensando en el bienestar de la población de la tierra colorada.

Por Martín Medina
politica@elterritorio.com.ar