Esther Esquivel tiene 72 años y actualmente vive en esta ciudad. Cuando tenía 9 años, junto a sus padres fue a vivir a la localidad de Lanusse. En esa colonia, en la escuela primaria, conoció a una niña rubia de ojos azules llamada Marion Dumbarg, quien fue la hija del médico del pueblo. Esther recuerda que el doctor Dumbarg era un hombre alto, fornido, de una mirada penetrante, poco sociable. “Era una persona que irradiaba respeto y temor”. Esther relató que este médico tenía una pequeña casa de madera, modesta. Con el correr del tiempo, había construido una pequeña pieza para atender a los pacientes.
“Era una especie de consultorio e internación”, describió. Según contó Esther, este galeno rara vez hablaba con la gente de la zona. “Era callado, para nada sociable, nunca supe de dónde vino, era un hombre que solía atender a la gente, estaba cuando se lo necesitaba, pero era muy violento con los lesionados”.
Para detallar con ejemplos sus dichos, indicó que “una vez, a un obrero, trabajando, se le cayó encima del brazo un rollo que se había escapado del camión, produciéndole una lesión grave. El médico lo llevo a su consultorio y recuerdo que ahí nomás le corto el brazo, produciéndole la muerte. Era muy bravo, no tenía compasión”.