Monjes budistas aprenden el idioma en la escuela de adultos de Yacyretá

Viernes 23 de marzo de 2018 | 04:00hs.


La Escuela de Adultos 37 de Yacyretá tiene una vasta experiencia en la integración. Emplazada en el barrio de relocalizados de la ribera del Paraná en los 90, es vecina y maestra de criollos y laosianos.

Sin embargo, esta vez el desafío pedagógico para la inclusión es mucho mayor y cambió el paisaje de aulas y recreos: casi a finales del año pasado, los monjes budistas Sivone Khankhan (28), tailandés, y Somsak Inthavilai (23), de Laos, caminan los pasillos del edificio de Zapiola y Almirante Brown ataviados con holgadas túnicas de un naranja intenso, vestimenta reservada a los religiosos.

El vibrante tono de las ropas y el ceremonioso andar llama la atención de sus compañeros y docentes.

“Desde la fundación de la escuela hace 25 años, trabajamos con la comunidad laosiana, con jóvenes y con ancianos que nunca aprendieron el idioma, pero es la primera vez que tenemos como estudiantes a monjes. Es una cosa nueva y maravillosa, son muy respetuosos, excelentes alumnos, y la escuela enseña y a la vez aprende de ellos”, dice la directora Blanca Domínguez a El Territorio.

Ilustrados y profesionales en sus países, los monjes al llegar a la tierra colorada en septiembre pasado sabían nada de castellano. Fue entonces que una ayudante de la colonia laosiana sobre ruta 12, Nulan Sanesoure (42), les contó de su querida escuela en la barriada del oeste y charló con los docentes para conseguirles banco.

Ahora, Nulan es la traductora y mano derecha de la docente alfabetizadora Gloria Beatriz Palliaroli, a cargo de los avances de Somsak y Sivone.

Los budistas llegaron con una misión, recuperar las tradiciones de su pueblo y las enseñanzas de Buda, que se fueron olvidando en patria lejana.

Para conseguirlo deben hablar la lengua de la tercera y cuarta generación de laosianos en Misiones, argentinos todos ellos.
“Son los ancianos casi los únicos que hablan la lengua madre, los jóvenes ya no saben, nosotros los de la segunda generación, los que llegamos a la Argentina con uno o dos años hablamos laosiano, pero nuestros hijos cada vez menos”, lamenta Nulan, que conserva en su mesa la dieta legada por su madre a base de frutas y arroz.

Su tarea de acompañar a los monjes y ayudarlos a comunicarse está revolucionando a las familias del viejo Yohasá -o Yacyretá-. “Ellos salen casa por casa para enseñar el budismo, hablan con la gente, y en nuestra religión se respeta a la autoridad religiosa mucho, como a un sacerdote acá, quien lleva el tul naranja es venerado, porque está en el camino de la iluminación”, narra ella que vivió casi en cautiverio, bajo la dictadura cívico militar, en un predio en El Brete.

Cambia la cabeza

La educadora Gloria indica que sus famosos estudiantes están en el segundo ciclo y que aprenden rápido y bien pese a que para entender el castellano deben hacer un esfuerzo por pensar el mundo de una manera nueva para ellos.

“La alfabetización en una persona que no sabe escribir, pero pertenece a la misma cultura es bastante diferente a la de alguien que quiere aprender un idioma que es muy distinto a su lengua madre; acá estamos pasando de un alfabeto con caracteres y fonemas que no son en nada similares al alfabeto nuestro y a nuestra pronunciación”.

Libro en mano y con gran concentración, Somsak lee “Andrea correrá en las próximas olimpíadas de Londres”, la frase trastabillante, algo dudosa en el decir es aún un logro, los verbos irregulares son los más complejos de asir.

“Queremos aprender, cuesta pero es lindo ver que avanzamos y que acá en la escuela nos tratan todos como iguales”, dicen estos chicos que tienen la gran responsabilidad de una vida dedicada a la reflexión religiosa y la oración.

El objetivo es poder lanzar con fluidez los preceptos del budismo para fortalecer a su comunidad, actualmente la mayoría es católica o evangélica.

Nulan reconoce que como se casó con un argentino, sus hijos hacen la catequesis.

“No hay mucha diferencia entre el catolicismo y el budismo si uno rescata el amor al prójimo como modo de vida, entonces es bueno que nuestros hijos conozcan al Buda y sus enseñanzas para ser una mejor persona, los monjes vinieron a eso y son muy queridos por toda la comunidad”.

Los laosianos llegaron a Misiones en 1980, hoy son unas 500 personas, reclaman derechos prometidos como refugiados. “Estamos invisibilizados”, describen.

Por Silvia Godoy
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