Recuerdos de Cerro Corá en la voz de Miguela, su vecina más antigua

Domingo 19 de febrero de 2017 | 12:07hs.
María del Carmen Aguirre mantiene intactos sus recuerdos de los años vividos en el pueblo que la vio crecer. | Foto: María Rosa Fernández

Mañana esta localidad estará cumpliendo123 años desde su fundación y para conmemorar su historia, María del Carmen Aguirre (97), quien vivió toda su vida en el pueblo contó sus anécdotas de su niñez y juventud.

 

Nacida en San Miguel, Corrientes, a los pocos días de vida su familia se mudó Cerro Corá. Hoy a sus 97 años, María o doña Miguela, como la llaman sus amigos, es la vecina más antigua del lugar y  mantiene intactos sus recuerdos de los años vividos en el pueblo que la vio crecer. Sin familiares de sangre, sólo le queda su familia que le regaló la vida y por lo que está agradecida a Dios por haber encontrado a las personas que le hacen compañía a diario.

 

De joven perdió al gran amor de su vida, al cual renunció por cuidar a su madre, decisión de la que hasta hoy no se arrepiente, según indicó a El Territorio.

 

“Mi madre era una de las pocas personas que me quedaban de la familia, tuve un sólo hermano y todos mis familiares murieron, me quedé sola en el mundo en cuanto a familia de sangre, pero la vida me regaló a la familia del corazón, quienes no me permiten sentirme sola, ellos están conmigo todo el día”, relató con una sonrisa.


Miguela trabajó desde muy pequeña, fue cocinera en la única escuela de la localidad a los 14 años. Además, fue niñera de las familias más ilustres del pueblo en aquella época, trabajó en la compañía de tabaco que operaba en el pueblo, la cual luego se trasladó a Candelaria, pero la mujer seguía en su puesto. A los pocos años tuvo que ir Bonpland a trabajar para la misma empresa y sus recuerdos afloran en la memoria lúcida.

 

“En esa época no había colectivos y el único transporte era el correo, había que llegar al trabajo, entonces yo le pagaba unos pesos al chofer del camión (del correo) y junto con otros compañeros viajábamos a Bonpland”, rememoró. Y continuó: “No puedo quejarme tenía trabajo y eso era lo importante”.


Todos los días Miguela se levanta temprano, pone el agua para el mate mientras silba alguna canción, que ella no puede describir cuál es. “Silbar es como tararear una canción”, aseguró.

A su vez, indicó que “me cuesta escuchar la música que se escuchaba en mi casa, unas hermosas polcas, me cuesta porque me hacen recordar esos tiempos que ya no van a regresar” .

Se confiesa una mujer sana, que no tiene problemas de presión ni colesterol y que de vez en cuando toma una aspirina, aunque contó que padece de dolores en una rodilla. “El secreto de la vida saludable es ser justos, amar a los demás, no tener egoísmo, ser feliz con lo que nos toca y comer bien”, expresó.


En cuanto a la crianza  que le dieron sus padres, la mujer contó que fue de mucho respeto hacía sus mayores. “El día que cumplí 25 años, mi madre dijo ‘ya cumplís 25 ahora podés tomar mate conmigo’, ese fue uno de mis días más felices”, señaló porque sabía que desde ese día iba a ser la compañera de mates de su madre.

Acompañada de amigos
Celia Gómez es amiga de Miguela desde hace más de 40 años. “Éramos muy unidas, jamás nos peleamos”, dijo Celia. Y recordó: “En los ratos libres íbamos al cerro, pasábamos horas juntas planificando el futuro”.


Por su parte, Eduardo Brítez, uno de los hijos o nietos que no tuvo Miguela, pero que la vida le regaló, sostuvo: “Ella es un poco abuela, madre, amiga, se ganó esta familia de la vida, es lo que ella sembró, por eso cosechó amor, cariño y respeto”. Mientras, María Maciel, otra de las vecinas  señaló que “ella es más que la vecina, es esa abuela que no tengo, vengo temprano y tomamos mate, preparamos para almorzar. Es la abuela de todos aunque no tuvo hijos propios o nietos, nos tiene a nosotros”.