Informe de domingo: la defensa de la libertad en las tablas

Domingo 28 de mayo de 2017 | 07:12hs.

Arte y resistencia. Eso es el teatro que desde tiempos inmemoriales fue marcando la historia, fue y sigue siendo el espejo de la sociedad, de sus dramas, sus alegrías, sus cambios, sus crisis. Es rescate y memoria. Es todas las artes fusionándose en un acabado perfecto.

 

Un poco alejado del mercado oficial, el teatro independiente sobrevive sobre todo a los embates de la falta dinero que financie sus producciones, banque una sala y aporte al bolsillo de sus trabajadores: entiéndase por ellos no sólo a los actores y directores sino también a los asistentes técnicos.

 

Sin embargo, ahí está, de pie, con la libertad de hablar, criticar, cuestionar y aportar a lo que desee. El trabajo, no obstante, requiere de una gigantesca cuota de esfuerzo, autogestión, pasión y creación colectiva.

 

Según la actriz y directora Claudia Luque, representante de Misiones en el Instituto Nacional del Teatro (INT), existen en la provincia cerca de 50 grupos de teatro independiente. No todos ellos cuentan con una sala propia para la presentación de sus producciones, y quienes sí, deben pagar el alquiler todos los meses. Lo recaudado en cada función, que suele ser a la gorra, como se conoce popularmente a la colaboración que el espectador decide dar a la obra, va a esos gastos.

 

Este informe, entonces, pretende dar a conocer la situación de por lo menos algunos de ellos, sus producciones, su historia, sus desafíos diarios.

 

La ley provincial
La Ley Provincial de Teatro Independiente N° 180, que impulsaron los teatreros locales, entre los que se encuentra Luis Andrada -uno de los más incansables luchadores de la actividad que falleció recientemente-, fue sancionada en 2015, reglamentada y publicada en el Boletín Oficial el 13 de junio de 2016. Aunque para que esté en funcionamiento aún resta nombrar al director ejecutivo, hacer el registro de artistas y, después de ello, elegir a los delegados provinciales.

 

Entre sus fundamentos, la ley expone: “Debemos legislar teniendo presente que todos los que participan en el hecho teatral, son ‘trabajadores del teatro’ y, por lo tanto, se debe atender a dignificar la profesión creando las condiciones para que el trabajador de teatro pueda vivir de su profesión en nuestra provincia y no tenga que emigrar”.

 

Con ella se crea el Instituto Provincial de Teatro Independiente (Ipti), que atenderá a las necesidades y requerimientos de los grupos de la provincia porque “quién puede saber de las necesidades de la comunidad teatral como la misma comunidad teatral”, sostiene Luque.

 

La dignidad del arte
Los desafíos de estos grupos están centrados en las creaciones propias, la producción y puesta en escena de sus historias, sus investigaciones como grupo. Y el más grande está, quizás, frente al público, uno que aquí en la provincia está creciendo y que se debe, justamente, a su calidad. Lo cierto es que también el teatro está llegando a lugares donde antes no podía, se metió en las escuelas, en los barrios, al aire libre y en localidades del interior de la provincia donde nunca antes el vecino había tenido la oportunidad de acercar su silleta y observar un espectáculo dedicado a él.

 

“Aquí, el teatro, además de ser resistencia en esa escala humana ancestral, también es resiliencia. Resiliencia es la capacidad de construcción en tiempos de adversidad. Si no tengo un mango de producción, puedo hacer teatro igual. Televisión, no.

 

Cine, tampoco. El teatro se lleva muy bien con un fenómeno cultural argentino antiquísimo que es lo que se llama la riqueza de la pobreza, el tomar la precariedad como condición estética de producción artística”, había destacado en una entrevista a un medio nacional hace unos años el doctor en letras Jorge Dubatti, crítico e historiador argentino con importantes aportes a la teatrología.

 

Dubatti continúa: “Y justamente, si en algo se diferencia el teatro argentino de otros teatros es en que está sustentado en el deseo, no por los subsidios. Aquí se hace de necesidad virtud; se encuentra potencia estética en una producción mínima; se explotan las más grandes ideas casi con ninguna producción. En nuestro modelo teatral se halla, con elementos mínimos de producción, la mayor potencialidad artística. Hoy el teatro en la Argentina es un verdadero laboratorio social”.

 

En uno de los relatos que componen El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, titulado La dignidad del arte, el escritor uruguayo hace un rescate de este deseo al que se refiere Dubatti. Cuenta que durante un viaje a Italia asiste a ver un espectáculo de pantomima en un teatro de Asís junto a su esposa Helena. En la función no había nadie, salvo ellos, el acomodador y la boletera, que se le unieron una vez que se inició el espectáculo. “Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla”, pondera.

 

Por eso, frente a las desventuras, el teatro misionero va para adelante, crece día a día. Y con esta oleada optimista llegan los jóvenes actores, directores y dramaturgos que le aportan la frescura y una nueva mirada.