“Le empezaron a torturar con fuego a mi hermanita Bianca y pedían plata”

Miércoles 18 de octubre de 2017 | 07:00hs.
El ex prefecturiano Pablo Paz y detrás suyo Juan Godoy, dos de los acusados, llegando al tribunal. | Foto: Luciano Ferreyra.

Además del relato del horror en primera persona, la segunda jornada del juicio por el cuádruple homicidio de la familia Knack arrojó datos que podrían colaborar en el esclarecimiento del hecho.

 

Tal lo previsto, declararon los primeros ocho testigos, entre ellos Carlos “Nano” Knack (27), el único sobreviviente de la denominada masacre de Panambí.

 

Constituido en querellante, recordó que el 25 de mayo del 2014 almorzó con su familia en la casa del kilómetro 7 de la ruta provincial 5 y a media tarde se dirigió hasta la chacra de su novia para ayudarla a alimentar a los terneros. De lo contrario, tal vez hubiera sido la quinta víctima fatal.

 

Ante los magistrados del Tribunal Penal Uno, el joven comentó un dato inédito hasta el momento y que sorprendió a los asistentes al debate.

 

Confirmó que de la escena del crimen desaparecieron dos teléfonos celulares de su familia y que luego él mismo averiguó que dichos aparatos fueron utilizados por personas desconocidas por lo menos durante dos meses posteriores al hecho, cuando los tres imputados ya estaban tras las rejas.

 

Según testificó Nano Knack, los celulares se encendían y hacían llamados a un mismo número de la provincia de Buenos Aires. En tanto, aseguró que presentó las pruebas a la Justicia pero no tuvo novedades al respecto.

 

Otro testimonio contundente fue el brindado por Gisela Schwartz (35), vecina de las víctimas a cuya casa llegó Oscar Knack (43) en busca de socorro la noche de la tragedia, quien mencionó que las víctimas reconocieron a los agresores. 

 

“Sólo decía: ‘me van a pagar lo que le hicieron a mi hija y a mi familia’. Yo le preguntaba si había reconocido a los ladrones, pero se quedaba en silencio y no me contestaba. Y volvía a decir que le iban a pagar”, relató la testigo.

 

Incluso, agregó que “Cristian me dijo que fueron cinco las personas que entraron a la casa y que llevaban alpargatas blancas. Me dijo que los conocía, pero no me dio los nombres ni apodos”.

 

Los perros no ladraron 
La importancia del aporte de los testigos de la víspera radica en que fueron las primeras personas que asistieron a Oscar Knack, a su esposa Graciela Mabel Mojsiuk (42) y a sus hijos Bianca (12) y Cristian (25), y lograron cruzar algunas palabras con ellos, aunque todos agonizaban por la gravedad de las lesiones que sufrieron al ser golpeadas y quemadas vivas por los delincuentes que irrumpieron en su domicilio. 

 

Nano afirmó que su hermano le comentó que reconoció a un ex prefecturiano que les compraba madera y que el nombre de éste figuraba en los libros del aserradero, aunque luego se confirmó que ninguna de las identidades de los tres sospechosos quedó asentada en los cuadernos de la empresa.

 

Esto confirma que ninguno de los imputados -el ex prefecturiano Pablo Julio Paz (54), Juan Ramón Godoy (46) y Marcial Benicio Alegre (54)- hizo negocios con los Knack.

 

Del aporte de Nano también surgió que para acceder a la casa los asesinos tuvieron que pasar por el taller del aserradero que tenía un “portón con maña”, es decir, difícil de abrir para una persona sin conocimiento del lugar.

 

Además, sortearon sin ningún problema la presencia de los tres perros que tenía la familia, lo que haría pensar que al menos algunos de los delincuentes conocían a los animales. En consecuencia, dicha hipótesis abre un amplio abanico de sospechas.

 

El sobreviviente
Frente a los jueces, Nano Knack relató que el 25 de mayo después del almuerzo durmió la siesta y a media tarde fue a la casa de su novia, distante a unos 700 metros, para darles de comer a los terneros. Alrededor de las 18 se bañó y alcanzó a tomar un par de mates, cuando recibió un llamado de su vecina Gisela Schwartz que le avisó que asaltaron a su familia.

 

En base a lo que habló con su familia en el lugar, comentó que “cuando se dieron cuenta los asesinos ya estaban adentro. Eran cuatro o cinco. Primero le pegaron a Cristian, después a su papá y los pusieron en diferentes piezas. Le empezaron a torturar con fuego a mi hermanita Bianca y pedían plata, hasta que encontraron pero no quedaron conformes. Después le metieron fuego a la pieza y uno de los ladrones se quedó afuera sujetando la puerta mientras que mi familia se quemaba”.

 

Sobre la persona que su hermano dijo reconocer, mencionó que “era uno que venía con un camión a comprar machimbre. Él decía que reconoció a un ex prefecturiano, que yo busque el nombre en los cuadernos donde mami anotaba las cosas del aserradero. Busqué pero no encontré nada”.

 

En tanto, agregó que nunca vio al ex prefecturiano, a pesar de que tiempo atrás su padre se había mostrado celoso por el trato que el sujeto le daba a su esposa.

 

“Mi viejo celó porque el tipo hablaba con mi mamá y tenía labia. Por eso le dijo que no le vamos a vender más”, agregó.

 

Respecto de la metodología de negocio y el cobro informal de la madera, indicó que el empresario Daniel Osés les pagaba por anticipado para obtener un mejor precio.

 

Aseguró que nadie, salvo la familia, sabía que ese 25 por la mañana su hermano viajó a Cuatro Bocas, Corrientes, para cobrar 360.000 pesos en efectivo.

 

Los teléfonos

También descartó que hayan tenido problemas con los empleados. De todas formas, argumentó que no conocía muchas cosas del manejo de la empresa porque pasaba la mayor parte del tiempo en el monte aserrando y cargando la madera.

 

“Problemas no, pero uno trabaja con mucho personal y siempre hay alguien descontento”, manifestó.

 

Con evidente dolor por recordar los pormenores de la masacre que se llevó a su familia, el joven detalló que los delincuentes ingresaron por una puerta de aluminio que “tenía una maña para abrir y casi nunca ocupábamos”.

 

Más tarde no supo explicar por qué ninguno de los tres perros ladró para alertar sobre la presencia de los delincuentes.  

 

También confirmó que de la escena del crimen desaparecieron dos celulares de las víctimas que por lo menos durante los dos posteriores se encendían y hacían llamados a un solo número de Buenos Aires, pero nunca confirmaron a quién pertenecía esa línea.

 

“Averigüé con una chica que trabaja en Personal y presenté la información en el juzgado”, precisó.

 

Desde la defensa de uno de los imputados le preguntaron sobre las sospechas que en un primer momento le despertó un empresario maderero de la zona con aserradero en Corrientes, a lo que Nano mencionó que “era el único que podía tener una idea de que Cristian iba a buscar la plata, porque por ahí se filtró por la sobrina, que era novia de mi hermano”. Es más, agregó que el sujeto acostumbraba a “trampear” en los negocios.

 

“Ayudame tío”
La ronda de testimoniales de la víspera comenzó con la declaración de Norma Esther Drachemberg (37), cuñada de Knack, quien se mostró abatida al recordar los pormenores del desastre.

 

“Almorzamos en la casa de mi cuñado, a las 16.30 fuimos a casa y a la tardecita el vecino José Serfas nos invitó a comer chipas que hizo la señora. A eso de las 19.30 o 20 alguien golpeó la ventana de vidrio. Le llamaba a mi marido y cuando abrimos la puerta era mi cuñado, pero no le conocimos porque estaba todo quemado. Le faltaban pedazos de la cara. Él decía “soy Carlitos”. Le dimos una silla, pero él sólo pedía socorro para la familia, que vayamos a ayudarlos porque les asaltaron y les prendieron fuego a todos”, rememoró entre sollozos.

 

Con su hijo Germán fueron a dar aviso a la Policía, mientras su marido y el vecino corrieron a la casa de Knack.

 

“Cuando volvimos encontramos a mi cuñada y mis sobrinos tirados en el patio. Ni uno de ellos tenía ropa en el cuerpo. Mi cuñada pedía que ayudemos a sus hijos. Mi marido le alzó a Bianca que estaba muy quemada, no tenía nariz ni orejas. Ahí le llevamos al hospital. Bianca decía “ayudame tío”. Contó que Cristian comía torta y ellos miraban tele cuando entraron tres tipos por atrás y después entraron dos más. Les echaron alcohol y les quemaron”, agregó.

 

En uno de los tramos más tremendos de su relato, contó que “Bianca decía que le quemaban a ella y le pedían la plata a mi cuñado. Dijo: ‘me tiraron mucho alcohol y me quemaron porque querían la plata de papi. Por qué me hicieron eso tía. Me sentaron en una silla y me quemaron…’”, alcanzó a decir con la voz quebrada.

 

En tanto, recordó que alrededor de una semana antes, su hijo de 14 años contó que jugaban con Bianca en el aserradero y vieron a alguien en los fondos. “Dicen que era un muchacho con una gorra. Cristian fue a ver pero no encontró a nadie, pero los chicos estaban con miedo y no quisieron ir más a jugar allá”. contó.

 

Vieron el infierno 
A su turno, Antonio “Tony” Mojsiuk (42) relató que su hermana le dijo que le echaron un litro de alcohol, muestra de la saña de los asesinos.

 

Su hijo Germán Alexander Mojsiuk (19) recordó que en un primer momento no lograron reconocer a Oscar Knack de tan quemado que estaba.

 

Luego, su primo Cristian le dijo que los asaltantes “andaban en un auto negro o bordó, y me pidió que me quede para cuidar que no saquen nada de la casa”.

 

José Serfas (41), dueño de la vivienda donde Knack llegó pidiendo socorro tras caminar unos 300 metros, mencionó que “lo único que pidió fue que corra hasta la casa de él porque le prendieron fuego a su familia y quería que le ayudemos”.

 

“Cuando llegué la nenita ya no hablaba más. Pensé que estaba muerta y le toqué para confirmar, pero ahí habló. Me preguntó quién le estaba tocando. Ya casi no tenía piel en el cuerpo”, agregó.

 

También declaró Miriam Raquel Richter (24), la esposa de Nano, quien confirmó que el joven estuvo con ella esa tarde, pero no pudo aportar demasiado porque no habló con ninguna de las víctimas.

 

Por último, Rodolfo José Richter (29), hermano de Miriam, precisó que ese día se dirigió a Campo Viera y regresó pasadas las 19, por lo que no pudo alimentar a los terneros y a media tarde Nano fue a darle una mano a su novia con dicha tarea.

 

“Nano fue a mi casa para hacer mi trabajo, por eso hoy él está acá”, afirmó Richter, avalando lo cerca que su cuñado estuvo de la muerte.

 

Siete testigos y un testimonio clave
Para hoy está prevista la tercera jornada del juicio, desde las 8.30, en sede de la Unidad Regional II de Policía, ubicado en avenida Sarmiento 830 de Oberá.

 

Se prevén siete testigos, entre ellos la enfermera Perla Gadea, quien asistió a la declaración de Cristian Knack en el hospital Madariaga de Posadas, donde agonizó 36 días. Sin dudas, se trata de un testimonio clave en el extenso expediente judicial.

 

En la víspera, el abogado Eduardo Paredes oficializó que además de asistir a Paz, a partir de ahora también defiende a Godoy en conjunto con María Cristina Salguero. En tanto, Alegre es patrocinado por Ramón Grinhauz.

 

Ayer, en diálogo con la prensa, Paredes subrayó que confía en la inocencia de los imputados, al tiempo que cuestionó el llamado anónimo que los implicó y dudó validez pruebas de ADN.

 

“Los teléfonos de las víctimas siguieron activados entre dos y tres meses después del crimen y los usaron los autores del crimen. Es decir, los autores de esta salvajada están libres y el crimen sigue impune”, opinó.

 

La causa está caratulada como “robo calificado por haber sido cometido con arma en poblado y en banda y cuádruple homicidio calificado por ensañamiento y para provocar impunidad”.

 

El Tribunal Penal Uno es presidido por Francisco Aguirre, segundado por sus pares Lilia Avendaño y José Pablo Rivero. En tanto, el ministerio fiscal está a cargo de Miriam Silke y Elías Bys.