Prisión perpetua para el asesino al volante de Cinthia y Yessenia

Jueves 30 de octubre de 2014 | 06:49hs.
Vareiro, esposado. | “Yo te dí todo y vos me quitaste a mi hija”, le gritó ayer su ex concubina María Álvez de Olivera en el juicio.

Tras un debate cargado de bronca, dolor y lágrimas, ayer el Tribunal Penal Uno condenó a Hugo Ángel Vareiro (44) a prisión perpetua por el doble homicidio de Cinthia Marisol Gómez (22) y de Yessenia Fillipín (21), ocurrido el 5 de enero pasado en el municipio de Campo Ramón.

 

En la sentencia, el delito fue caratulado como “doble homicidio calificado por haberse cometido contra una mujer en el contexto de violencia de género y homicidio simple”, ya que se hallaron suficientes argumentos para determinar que el imputado tuvo la intención de asesinar a Cinthia por un rencor previo.

 

La bronca del asesino también apuntaba hacia María Álvez de Olivera (18), hermana de Cinthia, a quien Vareiro confundió con Yessenia y por ello chocó de frente el auto que conducía contra la motocicleta en la que viajaban las dos víctimas fatales.

 

La oscura motivación del terrible crimen fue la venganza que les juró Vareiro a las hijas de su ex concubina, Mirian Álvez de Olivera (51), quien desde un primer momento denunció que el sujeto le decía que se iba a “desquitar” de las jóvenes porque consideraba que ellas tuvieron la culpa de la separación de la pareja.

 

Es que Cinthia y, sobre todo, María no aceptaban el comportamiento del condenado, quien llegaba borracho a la casa reclamado la comida y atenciones que no merecía. Tampoco colaboraba con la economía familiar ni se interesaba por sus propias hijas, dos inocentes de diez y once años.

 

Pero durante los siete meses que convivió con Mirian, desde marzo del 2013, Vareiro ni siquiera valoró el afecto que sus hijas recibieron en la casa de su concubina. Gastaba todo su sueldo en alcohol y apuestas recorriendo los bares de la zona.

 

Según el expediente, el día del hecho asistió a una riña de gallos en Alvear, luego jugó al pool en Campo Ramón, fue a Oberá, volvió a Campo Ramón y de ahí a Villa Bonita. En los cinco lugares donde estuvo bebió cerveza.

 

“No aportaba en casa, llegaba malo, borracho y exigiendo. Cinthia siempre le reprochaba que era un padre ausente para sus propias hijas. Ella les ayudaba con las tareas y se preocupaba por las nenas”, declaró la madre de Cinthia, cuya muerte dejó huérfano a un pequeño de cuatro años.

 

Abatida por la tragedia, Mirian Álvez de Olivera tuvo fuerza para dirigirse al acusado: “Vareiro ¿por qué mataste a mi hija? -le preguntó mirándolo a la cara-. Yo te di todo y vos me quitaste a mi hija y dejaste a un inocente sin su mamá. El día que enterré a mi hija, vos sepultaste mi vida. ¿Por qué, Vareiro?”. La emoción de la madre se extendió a los presentes en la sala, menos al imputado, que permaneció indiferente al dolor ajeno.

 

El Tribunal estuvo presidido por la jueza Amalia Avendaño, secundada por sus pares Pablo Rivero y Francisco Aguirre, quienes tuvieron la responsabilidad de mensurar el aporte realizado por los siete testigos presentados en la víspera.

 

Quiso matar a las hermanas
No estuvieron presentes los familiares ni los padres de Yessenia Fillipín, una pareja signada por la tragedia, puesto que perdieron a tres de sus cuatro hijos en diferentes circunstancias.

 

Vareiro se negó a declarar, aunque previo a la sentencia pidió que “la condena sea justa”. El test de alcoholemia arrojó que el día del hecho el conductor del Fiat Duna tenía 1,2 gramos de alcohol por litro de sangre, más del doble de los 0,5 permitidos por ley.

 

La madre de Cinthia fue la primera en prestar testimonio y reconoció que después de un par de meses de convivencia el sujeto empezó a tomar y la relación fue cada vez peor. Fue así que se separaron y Vareiro comenzó con las amenazas. “Yo lo veía para pedirle que venda el auto, porque yo saqué un préstamo para comprar el Duna, y me reprochaba que por culpa de mis hijas él y sus hijas tenían que vivir mal. Me decía que se iba a desquitar, que se iba cobrar lo que le hicieron. Pero nunca pensé que fuera capaz”, afirmó.

 

La mujer citó un dato escalofriante que luego fue ratificado por otros testigos. En una discusión previa a la separación, el hombre amenazó con matar al gato de María. Al otro día la mascota desapareció y nunca más fue vista.

 

Dante Omar Benítez (47), propietario de un bar en Villa Bonita, declaró que esa noche el acusado se mostró intranquilo y ansioso. El local está ubicado a una cuadra y media del polideportivo donde Cinthia y Yessenia jugaban al vóley.

 

A su turno, María Álvez de Olivera recordó que esa tarde su hermana la invitó para ir jugar al vóley. “Pero mi mamá no me dejó”, señaló, ya consciente de que el consejo maternal le salvó la vida.

 

“Cinthia me mensajeó y me contó que Vareiro estuvo toda la tarde merodeando por donde ella andaba y que tenía miedo de volver”, agregó. Estos dichos fueron respaldados con la constancia de mensajes de texto que dejan en claro que el sujeto la seguía, aunque le pidió a su hermana que no le diga nada a su mamá para no preocuparla.

 

“Yo era la que más lo enfrentaba (a Vareiro) y fue Yessenia en el lugar que me tocaba a mí, porque él quería matarme a mí”, afirmó con la voz quebrada, y mencionó que en las horas previas su hermana pidió prestado un buzo con capucha para tratar de pasar desapercibida.

 

“Estaba esperando que él se vaya para volver a casa, eso me dijo por mensaje”, agregó.

 

Cristian Ferreyra (22), amigo de las víctimas, dijo que vio al acusado en la esquina del polideportivo mientras jugaban al vóley, y que Cinthia “estaba asustada, salía para mirar afuera y volvía a entrar”.

 

En el mismo sentido declaró Héctor González (16), a quien en las horas previas la joven le contó que Vareiro la amenazaba. Estaban en la casa del chico cuando vieron el Duna estacionado enfrente, lo que desesperó a Cinthia.

 

Héctor Fabián González, padre del muchacho, contó que la chica le dijo “me anda mangueando”.

 

En los alegatos, para la fiscal Estela Salguero de Alarcón, si el acusado “era ausente para sus propias hijas, qué podemos pedir que fuera con los hijos que no eran de él y que encima lo enfrentaban”. Tampoco consideró un atenuante que haya estado alcoholizado, ya que “cuando dijo que iba a hacer desaparecer el gato y después les va a pasar lo mismo a ustedes, lo dijo una noche que estaba alcoholizado”.

 

Conocida la sentencia, el desahogo de los familiares se tradujo en llanto, aunque “nada compensa el dolor de perder a una hija”, subrayó la madre de Cinthia con los ojos llenos de lágrimas.