Desentierra su herencia

Domingo 1 de febrero de 2015 | 21:00hs.
La calma reina en esta localidad ya durante los siete kilómetros que la separan de la ruta nacional 12. Sin embargo, un grito, sordo pero innegable, exigía revivir recuerdos de siglos, revalorizar las ruinas de las reducción jesuítica y devolverle la esperanza de crecimiento a un pueblo que hoy habita menos gente que cuando los aborígenes dominaban la zona.
Y en eso anda un grupo de profesionales cuyo objetivo es contribuir a la conservación de los vestigios, recuperar lo perdido y ayudar a que Corpus tenga un nuevo perfil.
Desde hace un año y medio el municipio cuenta con un área de restauración en la que se clasifica y reparan las creaciones de los guaraníes que se van recuperando. Instalar un museo propio es la meta.
Pero además, con la opción de la llamada puesta en valor, en la localidad se ilusionan con desenterrar muros, escalinata y otros espacios cubiertos por la tierra, la imponente vegetación y cientos de años de olvido.
En eso andan Estela Garma y Andrés Sansoni, matrimonio de restauradores, museólogos y bastante más, que tienen cargos estatales (en la comuna ella, en la provincia él), pero demuestran pasión y empuje que no dependen de una designación oficial.
“En 2013 se comienzan los trabajos de puesta en valor de la reducción de Corpus Christi; hubo ocho meses de estudios preliminares, antes de eso el lugar estaba abandonado, no había mantenimiento, no había limpieza, hubo intentos, pero no se concretaron. A mí me contrata el municipio para el trabajo de restauración y el trabajo con la comunidad de contar lo que hay, porque nadie sabía, se trabajó con los colegios, folletería, diseños, congresos para promocionar que en Corpus existía. Mientras se hacía la excavación íbamos armando el laboratorio, que en septiembre del año pasado se inauguró para el aniversario del pueblo, se mostró un año y medio de trabajo, que implica la intervención, la exposición, las charlas, la documentación, todo lo que hace a un trabajo científico de restauración”, relata Estela, bonaerense con ganas de que en la tierra colorada su familia abandone el nomadismo.
Con los 18 escalones que sitúan el antiguo templo como uno de los más altos entre las reducciones, Corpus apunta a transformarse en una localidad que brinde oportunidades a sus habitantes para frenar la emigración. El turismo, combinando lo histórico y lo natural con el acceso a balnearios y la isla Pindo-í, más la conexión fluvial con Paraguay, es una de las metas.
“A futuro podés hacer el circuito jesuítico Santa Ana-Loreto-Santa María-San Ignacio-Corpus y cruzar a Paraguay”, se entusiasma Sansoni.
La pareja no pretende tan sólo recuperar los elementos del patrimonio histórico, sino que entiende que este rescate debe ser de utilidad para los habitantes de la localidad, para que conozcan lo que tienen y puedan sacarle provecho.
“No podés querer aquello que no conocés. Hay que hacer un trabajo de comunicación y de educación. Que el pueblo sepa que tiene historia y, como les digo a los chicos, que un día no haga falta ni un museólogo ni un restaurador para que te diga ‘tu pueblo es importante’”, señala Garma en relación a las visitas que realizó a los establecimientos educativos y que los propios alumnos hicieron al taller-laboratorio emplazado en la planta alta de la sede comunal.
Visitas que ya dan los primeros resultados tras sólo un año y medio de labor: “Los chicos de la Escuela 16 hicieron unas maquetas hermosas, ellos mismos de un año a otro fueron juntando información, hicieron una exposición que a mí me emocionaba. Con que de esos diez chicos, tres quieran y hablen, para un pueblo de 4.000 habitantes, estamos re bien”.
En este tiempo se hicieron excavaciones, pero se debieron tapar nuevamente porque el área quedaba desprotegida. Una vez que el Ministerio de Turismo cumpla con su compromiso de cercar el predio, saldrán a la luz las ruinas y se podrá avanzar en su puesta en valor.
Sansoni desmiente además que los particulares puedan encontrar objetos de valor. “Se habló mucho del oro de los indígenas, pero hay que recordar que la zona fue arrasada y saqueada varias veces. Tampoco es cierto que los guaraníes se lo llevaran a la selva; ellos ya venían de generaciones en las reducciones, la vida en el monte no es algo genético, sino cultural”, advierte.
En la actualidad, se demarcaron sinuosos senderos (“estamos caminando sobre las paredes, lo que pisamos no son piedras, son fragmentos de tejas”) que exigen al personal de la comuna un gran esfuerzo de mantenimiento, ya que el clima en los últimos meses no ayudó. Además, los añosos y monumentales árboles reclaman el espacio que supieron ganar luego de la expulsión de los jesuitas, a fines del siglo XVIII.
Se instaló cartelería en los puntos clave y el municipio decidió que en el viejo cementerio ya no se reciban nuevas inhumaciones. Es que el camposanto está justo sobre donde se ubicaba la plaza central de la reducción. Se respetarán las sepulturas existentes, aunque los familiares de quienes allí descansan pueden elegir trasladarlos. Debajo de las tumbas que se retiren es posible encontrar más material arqueológico.
Mientras tanto, Estela continúa trabajando en el laboratorio: “Lo que tengo guardado son las bolsas de las perforaciones, este material yo lo procesé, que quiere decir que abro bolsa por bolsa, estudio, veo qué es lo que hay y ahí encontramos por ejemplo piezas en diez fragmentos, es como un rompecabezas, hay que armarlo, es un proceso de limpieza, de consolidación, que es un producto que se agrega para que no se rompa, y las que lo permiten, las armás y las codificás”.
Con ese conocimiento se busca reforzar la identidad de pueblo de origen jesuítico-guaraní, pero también la que lo distingue dentro de ese conjunto.
“Entre otras cosas, intentamos ver la rica decoración con la que trabajaban los guaraníes y que, hablando con especialistas en arqueología, dicen que es muy original, muy propia. Tratamos de mostrar cuál es la característica de Corpus Christi, con cuál nos podemos diferenciar, tenemos cierta decoración que no se ha hallado en otras reducciones”, detalla Garma.
Y añade que los pueblos originarios de Misiones no se dedicaban únicamente a copiar los estilos europeos: “Se generó una relación con el jesuita que no se dio tal vez con otros pueblos, tenían una sensibilidad en la música, en el arte que se vio reflejada; el guaraní expresaba y plasmaba su forma de ser a través de sus creaciones. Hubo una fusión, una comunión, pero después el guaraní ponía su sello en cada una de sus creaciones, yo creo eso”.


Reseña histórica Corpus fue fundada en 1622 por los padres Pedro Romero y Diego de Boroa en la margen derecha del río Paraná, en la actual República del Paraguay. La reducción permaneció en esa margen del río hasta 1647, año en que se trasladó a la ribera actualmente argentina, donde levantó su segundo establecimiento. Se mantuvo allí desde 1647 hasta el 12 de mayo de 1701, día en que se trasladó a su emplazamiento definitivo, donde hoy se encuentran sus ruinas, junto al pueblo misionero del mismo nombre.
La fundación de Corpus entre Itapúa y el río Iguazú, límite Sur de la provincia guayreña, representó un avance para controlar el Alto Paraná; con las fundaciones sucesivas de Acaray (1624) y Santa María del Iguazú (1626) se completaron los puntos de control y apoyo que hicieron posible la unión de las misiones del Paraná y del Guayrá en rápido desarrollo, por una vía más directa que el penoso camino del Alto Uruguay utilizado hasta entonces.
En 1731 tenía Corpus 4.400 habitantes; en 1760 eran 4.700. El año de la expulsión de los jesuitas (1767) contaba con 5.100, y era todavía la más numerosa del Paraná en 1784, con 2.300 habitantes.
Los edificios del pueblo estaban dispuestos de la manera habitual: el templo enfrentaba a la plaza en medio de su costado sur y a un lado estaban los patios de la residencia y de los talleres, y del otro el cementerio y el cotiguazú; detrás de todo, por el sur, la huerta.
Difería de los pueblos vecinos de San Ignacio, Santa Ana y Candelaria en la posición relativa de estas dependencias con respecto al templo; la residencia se encontraba a su derecha y el cementerio a la izquierda mirando desde la plaza.
Tuvo templos provisorios hasta el último que se construyó en los años inmediatamente anteriores a la expulsión de los jesuitas, no estando aún consagrado. Este edificio se conservó en los años siguientes mejor que la residencia. Por esta razón, el templo “nuevo” de Corpus llamó la atención de visitantes y funcionarios que dejaron escritas sus impresiones. Fue construido con estructura de madera y cerramientos que en buena parte eran adobes. Hecho de materiales perecederos, estaba ricamente alhajado, pero poco llamativo, pudo sobrevivir a su saqueo e incendio, ordenado por el dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia.


*Extracto de la obra de Gustavo Adolfo Maggi, de principios de la década de 1980, cedido por el historiador Esteban Snihur

Por Mariano D. Bachiller


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