Disciplinas para educar e incluir

Domingo 30 de noviembre de 2014 | 21:00hs.
El deporte que incluye. | Padres, profesores, entrenadores, instructores o simplemente formadores por vocación. Son quienes recorren los barrios, fomentan la práctica deportiva y ponen en juego mucho más que las ganas para sacar a los chicos de las adicciones y reinsertarlos en la sociedad.
La tarde del sábado transcurre. Un sábado que regaló buena temperatura, que aprovechó la lluvia del viernes y el fresco de su mañana. A las 15, en la cancha del barrio, las cosas ya están listas para que la redonda empiece su rol protagónico.
No hay equipos, el pan y queso se encargará de ello. Desde lejos se puede observar el nerviosismo por saber cuándo será llamado cada uno. ¿Quiénes eligen? Los dos 'mejores', que luego terminarán jugando de 9, en una lucha por ser el mejor de la tarde.
El sorteo fue favorable para el que pisó al otro en la elección. 11 para su equipo, 10 para el otro. Se juega igual. Un 4-4-2 por un lado, mientras que el disminuido no se achica y propone un 3-4-2. Sin muchas emociones, el partido se va perdiendo entre centros tirados lejos de cualquier cabeza amiga, entre faltas cuestionadas y alguna que otra pierna fuerte.
El viento ayuda, pero también perjudica a aquellos que juegan con los ojos bien abiertos. La cancha del barrio nunca estuvo completamente poblada de césped y en Misiones, la tierra colorada es un enemigo para el que tiene viento en contra.
Pero allá va la 'polvareda', que también invadió a César, que acaba de bajar del colectivo y se encamina a una buena siesta. La jornada de trabajo fue larga, al tiempo que la noche del viernes tuvo el mismo período de extensión.
El 9 del equipo con diez hombres ya lo vio y la luz se le encendió. El simple hecho de gritar “César, falta uno”, es suficiente para que el trabajador, trasnochado, acelere el paso. El tiempo pasa y los 35 minutos del primer tiempo dicen que faltan sólo cinco para que se termine la primera parte. Entonces el cálculo dice que César llegará para el complemento.
Y así es, porque el 0 a 0 fue inamovible y el refrigerio del entretiempo se consume en diez minutos. Hay mucha ansiedad por saber quién terminará gozando la victoria. El invitado llegó y se acomodó de volante por derecha. Avisó de antemano que “hace mucho” no jugaba, pero el coraje y el sentido de pertenencia pudieron más. Su partido comienza con una pérdida tras el primer intento de pase, que por suerte no terminó en gol del contrario.
El pedido de disculpas es obligatorio y no fue salteado por el nuevo protagonista, que tiene aire, que no está cansado y que cuando retoma el contacto con la pelota habilita de manera inmejorable a quien quince minutos antes lo invitó a jugar. Gol. 1 a 0 y abrazo de agradecimiento. Fue el único gol del partido, que no hubiera llegado si no fuera por quien llegó de prepo.

La inclusión
El resultado no fue lo importante en la historia. Aquel jugador que se sumó fue incluido en un grupo, fue aceptado por su rendimiento e hizo del fútbol de los sábados un clásico que optó por sobre la siesta.
Y así es el deporte, un buen momento, una buena excusa y el bienestar asegurado. En Misiones, que pasa por buenos resultados en algunas disciplinas deportivas a nivel profesional, todo el tiempo hay oportunidades para incluirse. La soledad se termina cuando la palabra deporte aparece. Como una salida gratuita a lo que podemos llegar a temer, la actividad va haciéndose lugar para cualquiera que esté dispuesto a abrirle la puerta.
Desde el “falta uno” en la cancha del barrio hasta la lista de inscripciones de aquellos que otorgan un pedazo de su vida para formar grupos, buscar talentos y conocer capacidades o personas, el deporte tiene formas para sumar.
La marginalidad a la que expone la pobreza también tiene su salida desde cualquier actividad. El ejemplo de Agustín Da Silva es claro. El obereño, que contará su historia en este informe, eligió la dedicación antes que cualquier vicio. Pero no lo hizo solo. Alguien lo ayudó, lo incluyó.
Raúl Paredes está en ese lugar, el de ayudar e incluir. Con el judo salió del centro posadeño y se metió de lleno en la búsqueda de chicos que creían estar lejos de la posibilidad de aprender. Los guió, los entrenó y hoy los disfruta, como también disfrutan aquellos que se acercan hasta el extenso río Paraná.
La Escuela Municipal de Canotaje está abierta para incluir, enseñar y perfeccionar a los pequeños interesados. Hay pasta en la tierra colorada, hay gente que trabaja con dedicación. Hay vida y hay futuro.

Por Emiliano Andreoli
deportes@elterritorio.com.ar



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