Esclavitud amarilla

Domingo 27 de septiembre de 2015 | 06:00hs.

Claudio Gómes Correa (33) no conoce a Jorge Vera (43). El primero es oriundo de la localidad de Santo Andre, San Pablo, Brasil, y el segundo, nació en Pirané, Formosa, pero desde hace varios años vive en Tigre, Buenos Aires. El argentino era sargento de Gendarmería Nacional y el brasileño, un comerciante de ropa y técnico de teléfonos celulares, allá, en su tierra natal. Jamás se vieron a la cara, pero sin embargo eligieron el mismo camino delincuencial y luego de dos operativos federales pasaron a tener una vida en común, pero adentro de la cárcel: los dos fueron condenados hace pocos días por el trafico ilegal de ciudadanos chinos.
Uno fue detenido en el cruce San José, en el sur de Misiones, a bordo de un colectivo de larga distancia, con tres menores de nacionalidad oriental, indocumentados, hambreados, con miedo y deseos de llegar cuanto antes a Buenos Aires. El ex uniformado fue atrapado en la localidad de Paso de los Libres, Corrientes, transportando como ganado a nueve chinos mojados y sucios en la caja de su camioneta, tapados con un plástico viejo.
De eso se trata el informe de hoy. Del tráfico incesante de ciudadanos chinos que cruzan la frontera por pasos no habilitados de Misiones y Corrientes, seducidos por las innumerables promesas de bienestar y trabajo, que lejos están de obtener, porque ni bien termina el largo viaje por el que pagan miles de dólares, son hacinados en empresas textiles o mercados chinos donde trabajan de sol a sol en búsqueda de la ansiada libertad.


Negocio con chinos pobres
No es una práctica nueva. La modalidad delictiva del tráfico de personas a través de los cientos de kilómetros de la impermeable frontera misionera quedó al descubierto varias veces, pero la investigación de estos dos casos terminó desnudando como nunca la forma en que operan las organizaciones internacionales que ganan millones y millones de dólares, aprovechando el deseo de chinos pobres capaces de todo en su búsqueda de un futuro mejor.
En sus radares, Argentina aparece como punto predilecto, y por eso las bandas organizadas integradas por chinos, brasileños y argentinos, todos con roles bien específicos, fueron ganando terreno, a tal punto de que se estima que actualmente, por mes, ingresan ilegalmente a este país alrededor de quince orientales, tanto por la frontera seca del Norte de Misiones como a través del río, en precarias embarcaciones utilizadas para tal fin.  
El modus operandi de la compleja red que está en la mira de la Justicia Federal comienza con la captación de personas interesadas en abandonar China y trasladarse a este país. En ese punto, en base a estadísticas a partir de orientales rescatados, se concluyó que la mayoría (un 80 por ciento) de los individuos que caen en la trampa son de la provincia Fujian, situada en las costas del mar de China, frente a Taiwán.
La captación en ese país es sencilla. Se realiza a través de afiches o volantes en los que se ofrece viajar a Sudamérica para trabajar; incluso sin tener dinero, porque la organización financia el pasaje y los gastos con la condición de que una vez instalados devuelvan el dinero con cuantiosos intereses o en su defecto, con trabajo, que rápidamente se convierte en esclavo, de acuerdo a lo que declaró uno de los orientales rescatados en Paso de los Libres. 
Una vez que la víctima acepta el acuerdo, que monetariamente supone unos 20 mil dólares, empieza a girar el engranaje de la aceitada máquina delictiva y los ciudadanos pasan directamente a ser considerados “bultos”. En ese punto, cabe aclarar que las rutas y los documentos empleados para trasladarlos cambiaban constantemente en función de los éxitos o fracasos obtenidos en viajes previos o de las necesidades del mercado, consignaron las fuentes.

Trampolín Brasil
En ese contexto, Brasil figura en el mapa delictivo como el trampolín para llegar a Buenos Aires o Rosario, al igual que Paraguay, pero en menor medida. Los chinos, entonces, llegan por vía aérea desde Hong Kong directamente a San Pablo o Río de Janeiro, y son recibidos por los integrantes de la pata brasileña que los dividen por grupos y los mandan amontonados en autos hacia los distintos puntos fronterizos, en un viaje que puede demandar hasta un mes.
En la investigación que derivó en la condena de los traficantes se descubrió que por vía terrestre, desde San Pablo hasta  Foz de Iguazú, para los “transportistas” la ruta siempre fue tranquila y los obstáculos fueron fáciles de sortear. La BR-163, en la frontera norte y centro de Misiones, además de la BR-472, que llega hasta Uruguayana, frente a Paso de los Libres, ofrecen innumerables sitios de paso en medio de trillos y montes, difíciles de detectar.
Una vez en la frontera y con la operación en marcha, el cruce se hace de noche, por algún paso seco del norte misionero a través del río, al sur, instancia en la cual el pasero aparece en escena con un rol preponderante y toma la posta de la maniobra.
Cabe aclarar que para llegar a ese punto, cada chino tuvo que pagar de antemano (de acuerdo al expediente de la causa) entre 1.200 y 1.700 dólares y además, debieron entregar al baqueano que los  guiará en el ingreso a este país entre 300 y 400 dólares por cabeza, lo que indica que la travesía en suelo brasileño les costó entre 20 y 30 mil pesos, sin contar los 20 mil dólares (300 mil pesos a valor del paralelo) que deben a los líderes que favorecieron su salida del país.

Paseros de “bultos”
La tarea de pasar los “bultos” por los distintos pasos es difícil y arriesgada, pero más peligroso fue para los orientales, que sin poder comunicarse con sus supuestos guías vivieron situaciones en los ingresos clandestinos, que están ubicados en medio del monte. Según la declaración de He Xianbiao, “nos esperaba un barco, después de 15 o 20 minutos cruzamos el río y llegamos a un lugar feo por el que caminamos con un desconocido que nos guiaba en medio del fango. Estaba muy oscuro y así tuvimos que caminar aproximadamente una hora”, dijo.
Su testimonio fue consecuente con el de la única mujer entre los nueve ilegales, Lin Shaomei, que recordó que “pasamos un río y luego bajamos en un monte. Un hombre nos acompañó en medio de la vegetación y barro. Luego de una hora caminando vino de frente un vehículo”, acotando que costeó el viaje con su propio dinero, que llegó a Brasil con 2.000 dólares y cuando fue rescatada por Gendarmería, ya le quedaban menos de 300.
El chino Chen Yucheng declaró que sufrieron violencia física al cruzar el río Uruguay, al parecer en la zona Centro de Misiones, cuando se bajaron de la canoa: “Caminamos a la noche alrededor de una hora, a los empujones. Había barro y monte, varios se cayeron. Después nos subieron a la fuerza a la caja de una camioneta, acostados, y nos taparon con un plástico”.

Tramo final del viaje
Luego de caminar por los senderos utilizados frecuentemente por los traficantes, llegan al lugar donde lo espera el transportista argentino, para concretar la última parte del viaje. En los casos mencionados vendrían a ser el brasileño Gómes Correa y el formoseño Vera.
Su rol dentro de la organización es transportarlos dentro del territorio nacional hacia Buenos Aires, Rosario o la Capital, donde está designado que deben ir. Por este trabajo cobran buenas sumas de dinero, que varían de acuerdo al destino, pero generalmente son entre  35.000 y 40.000 pesos, suma que el ex gendarme tenía en su poder al momento de ser sorprendido.
Más testimonios de ciudadanos orientales a los que tuvo acceso El Territorio dieron cuenta de la maniobra una vez que salieron del monte, en el caso de los que fueron descubiertos a bordo de una camioneta en Corrientes. Zeng Chen describió que “pasado un tiempo (de caminar en el monte) se acercó una camioneta Nissan negra, despacio, paró al lado y el conductor hizo una seña para que subiéramos. Yo me subí al asiento trasero ya que tenía doble cabina, junto a cuatro de mis compañeros” recordó, agregando que “venía manejando el hombre (por Vera) y lo acompañaba una mujer, y después fueron detenidos”.
Chen explicó ante los investigadores que desde que salió de viaje desde China ya sabía que había gente que los iba a guiar, y eso sucedió,que tenía 2.000 dólares y que tuvo que pagar en Brasil a la gente que los guiaba. Eso incluía el viaje hasta Buenos Aires y el cruce a la Argentina.
Por su parte, Cai Qingshun coincidió con las demás víctimas. Relató que después de caminar poco más de una hora, llegó a su encuentro una camioneta con las luces prendidas, detuvo la marcha y la persona que los acompañaba se fue. Él se ubicó en la caja de carga, estaban tapados y  después de dos horas aproximadamente los encontró Gendarmería.
Si bien en este caso fueron interceptados por el camino, la realidad indica que una vez que los chinos llegan a sus destinos finales, tienen que pagar un costoso precio por su libertad, que oscila entre cinco y diez años de esclavitud, es decir, trabajan en restaurantes o en fábricas o ingresan a las filas de alguna de las organizaciones que se dedican a diferentes actividades delictivas.
“No pasa gente especializada o profesionales, y esto tiene una explicación”, dijo una fuente judicial, que detalló que “buscan a personas pobres y poco preparadas porque los quieren para mano de obra en negro y barata, en este país”. En ese contexto, hizo la salvedad de que la plata no es un impedimento: "Las mafias no pierden, por eso los líderes financian los viajes, ya que cobran sea como sea".

15Chinos por mes. Se estima que ingresan de forma ilegal al país a través de los kilómetros de frontera que tiene Misiones.

20.000Dólares. Es el mínimo que cobra la organización criminal a los orientales que deciden venir a Argentina en busca de una mejor vida. 350Dólares. Es en promedio que recibe cada encargado de pasar a los chinos desde el Brasil a la Argentina. Tienen la responsabilidad de llegar hasta el territorio nacional.