Historias donde la ficción no posee protagonistas

Domingo 3 de mayo de 2015 | 21:00hs.
Foto: dibujo:Latree
La realidad y la ficción son protagonistas de una extensa competencia. Para la noticia son señoras enfrentadas, una apoyada en la tecnología y la interminable modernidad, un brazo para su vigencia. La otra, la realidad, es la que se muestra en calma, la que en dos estocadas (en reiteradas ocasiones con media le alcanza) acaba con todo lo imaginable.
En este informe, las pinceladas de tragedia y comedia del ámbito delictivo, se desprenden de tachos gigantes de sucesos, personajes extraños, ladrones con el peor destino, víctimas superadas por la astucia de delincuentes vestidos de paciencia o aquellos a los que la codicia los lleva a caer repentinamente y de la forma más torpe, con las manos en la masa.
Un abanico de los casos recientes conforman esta presentación. Desde el colono al que, en pocas horas, le vaciaron el estanque y le robaron más de cien kilogramos de peces que criaba como alternativa económica, o el tozudo ladrón que no reconocía que no estaba en peso y tamaño para la tarea e insistió con entrar por el ventiluz de una vivienda, donde murió atascado.
También la insólita historia de la joven descubierta durmiendo en el escenario donde acababa de robar.
O los sujetos dedicados al escruche, robo de hogares sin violencia y mientras todos duermen, que resbalan y quedan atrapados en filosas rejas.
La propuesta es amplia y remarca que el capricho de la realidad para el género policial simpre camina delante de lo que pueda aportar la más ilustrada y talentosas de las imaginaciones.

La coqueta mechera
¿Uno de los ejemplos? El de Yolanda C., para quien la última Semana Santa fue el marco inapropiado para estirar su historial de mechera con la misma víctima, la carnicería de un minimercado de la avenida Tambor de Tacuarí casi Tomás de Guido, en Posadas.
Fue detenida en el mismo sitio, en el que durante seis meses escondió cortes de carne de primera calidad en su coqueta cartera de cuero -la misma o copia fiel de las marcas de moda que se adquieren por no menos de mil pesos- y huía sin levantar sospechas.
Para el carnicero, era “la mejor clienta, siempre pedía costilla, pulpa, lomo, cuadril, todo de ternera (…) se llevaba bolsas por 400 o 500 pesos como mínimo”.
Pero en el trayecto del mostrador a la caja, la mujer, descripta como "una elegante señora de 51 años", en una finta y quiebre de cintura, esquivaba la fila para pagar, se distraía en una góndola y acomodaba la mercadería para retomar la vereda y desaparecer como arrepentida por no conseguir lo que buscaba.
El encargado y propietario, nunca notó el ardid, hasta que Yolanda C. cometió el error y levantó la sospecha determinante. Buscó variar el botín el Jueves Santo, tomó una botella del mejor fernet y quiso introducirla en su bolso, el movimiento fue diferente, brusco y fue percatado por el cajero.
La mujer, de todas maneras, se fue hacia su vivienda de Villa Cabello, pensando que la suerte seguía amparándola, ya que nadie le reclamo nada.
Dos días después retornó a buscar la carne para el asado de Pascuas.
Solicitó un buen corte, recorrió  el local, comparó precios de otras mercaderías, abrió su bolso y escondió más de 300 pesos de costilla y vacío.
Fue la antesala al desenlace. La esperaban en la vereda dos investigadores de la Policía, quienes, a través de los videos de seguridad del comercio que revisó el dueño del local, lograron identificarla el día anterior y la atraparon en flagrante delito.
La reconstrucción de los hechos realizada por los testimonios de los empleados ante el juez de Instrucción Penal Siete, Carlos Giménez, estableció que “la mejor clienta” le provocó al emprendimiento familiar, durante todos los sábados de los últimos seis meses, una pérdida de 40 mil pesos con el mismo método, sigiloso y solapado, y la misma suntuosa cartera. 
Yolanda C. recobró la libertad diez días después y bajo caución juratoria.
Fuentes consultadas, (como marcaría la crónica policial) aseguran que prometió no volver a enfrentarse con la ley, aunque sobre la posibilidad de un resarcimiento por el daño causado, sólo habría admitido: “La carne era de primera”.

Por Javier Pelozo
fojacero@elterritorio.com.ar



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