Tierra de sicarios

Domingo 4 de octubre de 2015 | 21:00hs.
Foto: Facundo Correa
La mujer desparramaba lágrimas sobre el río Paraná mientras esperaba que llegara la lancha cargando el cuerpo de su hermano. Pasaron las horas, luego los días, y nunca llegó. El lanchero, acostumbrado a llevar a pasajeros que cruzan hasta la localidad paraguaya de Mayor Otaño, también se habituó -desde hace tiempo- a transportar ataúdes con cadáveres. Había sido contratado para cumplir esa misión, aunque los familiares del difunto no se hicieron presentes para reclamar el servicio en la costa argentina. Algo había ocurrido.
Del otro lado del río, esa silenciosa ceremonia de trasladado es la que con ansias aguardaba que se repitiera la doliente hermana del fallecido Marcos Fabián Martínez Sánchez, de 35 años. Este presunto sicario había ultimado a tiros al ex concejal de Montecarlo, Mario Cabañas. Pero antes de desplomarse, el dirigente montecarlense logró ultimar al supuesto criminal, que también murió en el enfrentamiento.
Además, la Justicia había investigado a otro hombre, identificado como Elías Espíndola, alias Matrix, quien también habría participado en el incidente entre Martínez Sánchez y el ex concejal. La investigación judicial contra Matrix está en su etapa final en el Juzgado de Instrucción Dos, a cargo del juez Roberto Saldaña. Ahora la fiscalía deberá resolver si eleva la causa a juicio oral. A su vez, la causa destapó una alerta sobre la posible existencia de un clan de sicarios.
Como el trasladado nunca sucedió, la hermana del difunto secó sus lágrimas y cuando comenzó a subir la escalinata que conduce a las dependencias de seguridad, entre otras de Migración y Aduana paraguaya, ya había tomado la decisión de entrar en acción.
Numerosos testimonios de uno y otro lado del río Paraná dan cuenta de que los Martínez Sánchez son una familia dispuesta siempre a todo.
Aseguran que del otro lado del Paraná, tanto frente a Eldorado como a la localidad misionera de Colonia Delicia, hay un clan de sicarios que tienen dominio territorial y suelen actuar a pedido.
Cuando las palabras o las amenazas no alcanzan, son las armas que retumban. Por eso, muchos pobladores prefieren no hablar de los sicarios que ya habrían cargado varias víctimas, para evitar la amenaza de ser silenciados. Todos recuerdan cómo fue baleado el periodista radial chileno que trabajaba en la radio de Mayor Otaño, Alberto Palma Godoy, y otros 16 colegas que también terminaron abatidos en manos de asesinos a sueldo, luego de denunciar a la mafia local.
A ese número se suman varias víctimas de Misiones, y muchos de estos crímenes aún permanecen irresueltos.
Una de las víctimas que logró salvarse habló con El Territorio a unos 100 kilómetros de donde ocurrió el episodio. Cualquier previsión suele ser escasa, afirmó. Su vida ya no fue lo mismo desde el momento en que atentaron contra él y toda su familia. “Ahora ando permanentemente calzado”, contó.
El de Carlos Alfredo Manhardt, de Eldorado, es uno de los hechos más recientes y también habría sido ejecutado por asesinos a sueldos.
Muchos prefieren olvidar estos episodios, como lo hacen algunas autoridades paraguayas que responden de manera esquiva sobre estos hechos, como sucede en Mayor Otaño, a pocos kilómetros donde se asentarían algunos de estos matones.

El robo del cadáver
Unos pocos aseguran recordar el robo del cadáver de la funeraria de Eldorado, sucedido el 20 de diciembre de 2013. En esa oportunidad, bajo amenazas, forzaron al encargado de la funeraria a cargar en una ambulancia el cadáver del paraguayo Martínez Sánchez, de 35 años. Este episodio tuvo transcendencia mundial pero muchos prefieren dejarlos enterrado en la memoria.
Quien fuera obligado a transportarlo desde la funeraria ubicada en el kilómetro 3 de Eldorado hasta el Piray Miní – arroyo que desemboca en el Paraná-, prefiere no agitar fantasmas y que ese hecho se diluya finalmente. Pero ante la inminente elevación de la causa a debate sobre el crimen del ex edil de Montecarlo -donde a su vez cayó baleado Martínez Sánchez-, todo se hace presente.

Aquella noche
Este matutino repasó y recorrió paso a paso los caminos terrados y senderos estrechos y peligrosos que debió transitar aquella noche el encargado de la funeraria, quien recuerda que todo había comenzado alrededor de las 20.30. Esa noche estaba de guardia cuando irrumpieron en la funeraria.
La hermana del fallecido Marcos Martínez Sánchez exigió la entrega del cadáver. Lo hizo acompañado de dos hombres y la actitud de los paraguayos fue muy diferente a la de días anteriores, cuando venían a observar el cuerpo de Martínez Sánchez.
El cadáver permanecía en la funeraria por decisión del entonces juez de Instrucción Penal Juan Pablo Fernández Rissi, que investigaba a este presunto sicario que ultimó a tiros al ex concejal de Montecarlo Mario Cabañas.
Para seguir la investigación, el juez había prohibido que se llevaran el cuerpo hasta que estuvieran terminados los resultados del ADN, que se habían realizado en forma previa. Pero los familiares al parecer ya no estaban dispuestos a esperar e iniciaron el insólito hurto del cadáver.
Tras ello, en la zona -donde por las noches la única luz es la de la Luna- se inició un amplio operativo de fuerzas policiales y de la Prefectura Naval, con la colaboración de efectivos de la Policía Nacional de Paraguay, con el fin de localizar a los autores de aquel hecho. Esto nunca sucedió, pero dejó al descubierto una vez más la porosidad de la frontera y sobre todo la existencia del clan de sicarios, que serían los mismos que terminaron con la vida del empresario maderero Juan Rotharmel.
En cuanto al recorrido que tuvo el cuerpo de Martínez Sánchez, comenzó frente al Cementerio La Piedad. El conductor del coche fúnebre fue obligado a manejar a máxima velocidad, siempre por calles terradas, hasta inmediaciones a una pista de carrera y desviar por la calle Bertoni, hasta transitar en medio de un tupido pinar a través de un camino, utilizado más bien para extraer maderas, por pescadores de día y contrabandistas por las noches.
En medio del follaje y a unos 600 metros aproximadamente, el camino se achica tanto que se convierte en un pequeño trillo. Fue el lugar hasta donde pudo llegar el conductor del vehículo fúnebre.
Por el pequeño pasadizo del pinar los ladrones llevaron el ataúd con el cuerpo del asesino. Recorrieron unos 600 metros hasta llegar a la costa del Piray Miní, para luego de bajar la pequeña barranca embarcarse hacia el río Paraná.
Así como el agua no deja rastros, tampoco dejaron huellas estos tres ladrones de cadáver, aunque no por ello cesaron los asesinatos encargados a sicarios.
En esta parte de la frontera se recuerda aquel robo en la funeraria como un hecho insólito, pero lo que no es aislado y se repite con alarmante frecuencia es la existencia de víctimas de los clanes de sicarios que merodean la frontera y que tendrían su epicentro en inmediaciones de esta localidad, al otro lado del río Paraná.
El Territorio repasa algunos de los hechos ocurridos (páginas 4 a 10). Desde la Justicia aseguran que algunos episodios no pudieron resolverse por el miedo de los testigos de identificar al asesino y tener que enfrentarse en un tribunal.


“Me contrataron para matarte” MAYOR OTAÑO, PARAGUAY. “Me contrataron para matarte”, para “hacerte viajar”, fue el mensaje de texto que recibió en su teléfono Alberto Palma Godoy, periodista radial chileno que trabajaba en la radio paraguaya de Mayor Otaño. Mucho antes, le había enviado una carta al por entonces presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, en la que le advertía: “Lamentablemente, no se puede contra la mafia”. Fue un desesperado llamado, pero no obtuvo respuesta. Y aquel anónimo sí cumplió su amenaza. El 22 de agosto de 2007, alrededor de las 22, dos hombres con uniformes militares que iban en moto irrumpieron de pronto en su vivienda de Mayor Otaño y lo acribillaron. En el piso quedaron 18 casquillos de balas. La conmoción caló hondo en un país tristemente familiarizado con los asesinatos de periodistas radiales que denunciaron corrupción, contrabando y relaciones del narcotráfico con políticos y empresarios. En todos los casos, las investigaciones condujeron a la impunidad.
El periodista del diario paraguayo Última Hora Andrés Colman Gutiérrez, en oportunidad de recordarse este año el Día del Periodista Paraguayo (26 de abril), contabilizó 17 trabajadores de comunicación silenciados por la mafia. Sicarios que llegan raudamente a bordo de una motocicleta, con el rostro oculto por cascos con visores oscurecidos, y que con mortal eficacia desenfundan escopetas y pistolas automáticas. Las escenas son siniestramente parecidas, como calcadas de un criminal manual operativo. En la mayoría de los casos hubo amenazas previas, a través del teléfono o de mensajes de texto. En otros, fue simplemente la sorpresa de un fugaz instante, una frenada brusca, un click metálico que antecede a los fogonazos mortales. Desde aquel primer brutal asesinato del periodista Santiago Leguizamón, como macabro mensaje en el Día del Periodista Paraguayo, el 26 de abril de 1991, hasta ahora, ocurrieron en total 17 casos contabilizados de comunicadores asesinados por su trabajo de informar.


17 Trabajadores de prensa paraguayos asesinados.
Todos estaban denunciado casos de contrabando y corrupción en el Gobierno paraguayo, según consignan periodistas del país vecino.

Por Antonio Villalba
avillalba@elterritorio.com.ar


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