Un puñal sobrevuela la novela

Miércoles 3 de agosto de 2011

El escritor Sebastián Borkoski le encontró un título perfecto a la novela que acaba de lanzar al mercado, a consideración del público, a través de la editorial Beeme, de esta ciudad. El puñal escondido produce, desde los primeros capítulos, una imagen que acompañará al lector a lo largo de todo el relato. El puñal sobrevuela las páginas, y vuelve, contundentemente, otra vez, sobre el final. El desenlace, tan creativo como imprevisto, produce el mismo impacto que si uno se clavara sobre el último párrafo.

Otra forma de leer

Hay quienes, para disfrutar mejor una novela, leen primero los últimos capítulos. Luego, ya conocido el final, aseguran saborear las hábiles ocultaciones o las exhibiciones de las que se sirve el escritor para llevar a su lector a recorrer esos senderos que extravían, o los atajos que descubren. Entienden mejor sus luces y sus sombras.
En el caso de El puñal escondido, ello no es necesario. La novela de Borkoski combina sin complejos, “espacio y tiempo”, cuya hilación se va descubriendo a medida que se avanza. Es en ese derrotero en que el lector va siguiendo historias paralelas que abarcan Entre Ríos, Corrientes o Misiones en el marco de un almanaque que comienza a principio del siglo pasado  y cuya última hoja caerá al final de los 1900.
El puñal escondido encierra también cierta circularidad, pero no sólo desde la simpleza que implica tener un final que remita nuevamente al principio, sino a los sucesivas “revelaciones” que comienzan a intuirse.
Su lectura es ágil y la dinámica de la trama la hace “tangible”  al reconocerse en ella ambientes y tonos de la región, y otros de la realidad de toda zona de frontera: la selva, el río, la noche, sus habitantes, y los comercios que libran entre orillas que suelen acarrear efímero chisperío de felicidad, seguida de muerte.

“Parece que necesitás ayuda”
Así remata Sebastián Borkoski una de las primeras descripciones de escenas realistas que atraparán al lector: las de un ataque a traición en medio del paisaje cómplice, el vuelo y el destino de un puñal, que no inaugura sólo ríos de sangre sino también enigmas psicológicos de la víctima que enfrenta la muerte.
“Seguía caminando, pensando en una grifería adecuada, cuando de repente oyó un zumbido.
“Pensó que era solo un pájaro que volaba en su misma dirección. Enseguida sintió que algo frío penetraba el lado izquierdo de su espalda. Asustado como nunca en su vida, se desplomó a causa del intenso dolor, besando el suelo colorado todavía blando por la lluvia del mediodía.
“Recobró la conciencia pocos minutos después de caer. Intentó buscar algo en su espalda. Una profunda herida hacía brotar de su cuerpo abundante sangre que tibiamente comenzaba a cubrirlo. No conseguía ponerse de pie, solo arrastrarse dando algunos gemidos lastimeros.
“Su pulmón, perforado, apenas podía dejarlo respirar. De a poco empezaba a darse cuenta de que su vida corría serio peligro. Sin embargo, podía ver que el camino se encontraba a algunos metros de distancia y arrastrarse hasta ella era su única posibilidad.
“Mientras intentaba seguir con vida, comenzaron a desfilar fugaces pensamientos por su mente…
“La ruta ya estaba bastante cerca, aunque no se escuchaban autos. Era un horario muy tranquilo, de poco tránsito, cosa que él sabía muy bien, y no lo desanimó,  porque llegar al asfalto era su única salida.
“Sintiéndose totalmente débil, apareció en su mente la imagen de las personas a las cuales había lastimado y herido física y emocionalmente. Pidió perdón y otra vez esa sensación de arrepentimiento se metió en su pecho, punzante, de la misma forma que el frío metal lo había herido minutos antes. Empezó a tomar conciencia como nunca de que la vida se le iba de las manos…
“Los dolores comenzaron a acentuarse en todo su cuerpo: también aumentó la dificultad para respirar. Sentía como su vida se apagaba de a poco y fue entonces cuando el arrepentimiento fue reemplazado por otro sentimiento más penetrante y paralizante. El Miedo...
”No podía distinguir bien su rostro debido a la oscuridad de la noche pero el hombre seguía acercándose hasta que se detuvo. A menos de un metro observó a Juan con atención. Miró sus débiles ojos y su pálido rostro más cerca de la muerte que de otra cosa y finalmente, con voz tranquila y cordial sonrsa dijo: Parece que necesitás ayuda, gurí”.
“Juan sintió deseo de decir gracias y abrazar a esta persona como nunca abrazó a nadie en la vida, pero no podía hablar y mucho menos dar un abrazo. Veía en los verdes ojos del señor, bastante mayor que él, el desinteresado deseo de ayuda.
“Con sus últimas fuerzas hizo una mueca lastimera tratando de emular una sonrisa, pero ni siquiera pudo lograr eso....
“... Poco segundos después sintió un inmenso dolor en sus riñones, se quedó sin aire y finalmente perdió la conciencia sobre el duro asfalto” . 

¿Quiénes vivieron aquí?
“Cuando era chico, expresa Borkoski en el prólogo de El puñal escondido, solía caminar por los montes y picadas siguiendo a mi abuelo muy de cerca con un pequeño machete desafilado, incapaz seguramente de cortar alguna rama.
“En una de esas caminatas me mostró una serie de casas cuya madera putrefacta se rendía a las impías ramas de las enredaderas. Antiguos colonos las habían habitado y por alguna razón que jamás me contaron, se habían ido. Pude ver ese día cómo la selva, implacable, se devora todo lo que el hombre abandona a su merced, demostrando así que está viva. Durante los días siguientes imaginé cuales podían haber sido los motivos para que alguien dejara un lugar tan lindo, en donde yo me divertí tanto trepando árboles, bañándome en los arroyos...
“Simplemente no podía entenderlo. Con el correr de los años comprendí que, por más hermoso que fuera un lugar, por más ideal y paradisíaco que pareciera, jamás estaría ajeno a la complejidad del ser humano y sus contradicciones. Los personajes, escenarios y hechos de esta ficción intentan mostrar, con sencillez, los colores que toma ciertos problemas, tan inherentes a las personas y a las sociedades en general, en esta tierra de intensos contrastes”.

 

 

El perfil
Sebastián Borkoski
nació en Posadas en 1981, donde reside actualmente. Es nieto de colonos y visitando a sus abuelos conoció la vida en el interior de la provincia. A los 18 años se mudó a Buenos Aires. Allí se recibió de ingeniero industrial. Desde 2008 recorrió el continente americano y fue así que afianzó su pasión por escribir. Ya de regreso le dio forma a esta, su primera novela, ambientada en su tierra natal.

Por Javier Arguindegui