‘‘Hay muchos docentes que son poco lectores y ésa es una falla terrible”

Lunes 25 de julio de 2011
Hugo Mitoire. | Profesor y médico | Foto: Daniel Villamea
(por Daniel Villamea).  Se transformó en escritor casi por casualidad. Un día su hijo Franco le pidió que pasara a papel los cuentos de terror que le contaba, así podría leerles a sus compañeros de escuela lo que su papá inventaba cada noche para él.
Después, el fuego de la pasión por la literatura hizo lo suyo y Hugo Mitoire cambió el rumbo de su vida. Colgó el bisturí, tiró la llave de la puerta del consultorio y empezó a escribir las historias que lo rondaban desde hacía tiempo.
Atrás quedaron el médico cirujano y el profesor de química, para darle cuerpo al escritor que hoy lleva publicados nueve libros, entre ellos los seis tomos de los “Cuentos de Terror para Franco”, serie que ya vendió más de 30 mil ejemplares y lo transformó en el escritor más vendido en las últimas cuatro ediciones de la Feria Provincial del Libro que se realiza en esta ciudad.
Mitoire nacido en Chaco, desde hace casi dos décadas reside en Oberá y actualmente preside la comisión directiva de la Biblioteca Popular Sarmiento.
Enemigo de los libros de autoayuda, subrayó la necesidad de contar con políticas que favorezcan el acceso a la lectura.
“Es fundamental que los programas para promover la lectura en las escuelas sean sostenidos en el tiempo. Las acciones aisladas, como maratón de lectura y concursos, sirven como complemento y para ampliar la variedad, pero no son lo esencial”, remarcó.
En tanto, se mostró feliz porque la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip) seleccionó los Cuentos de Terror para Franco, volumen I y II, para incorporarlos a las bibliotecas del país.
Como si esto fuera poco, el domingo 7 de agosto se estrenará de la película “El Pombero, la Leyenda”, dirigida por el chaqueño Matías Amadey y basada en el cuento suyo, “El Pomberito”.

Estás todos los días en la Biblioteca Sarmiento, ¿tenés algún parámetro para decir si acá se lee mucho o poco?
Yo siempre comparo porque tengo la posibilidad de andar por otras provincias, sus escuelas, bibliotecas y veo que hay diferencias. Misiones no está entre las provincias más lectoras, Chaco sí, por ejemplo. Además, que una provincia sea o no lectora no tiene que ver con los chicos, porque los chicos siempre están ávidos de lectura. Hay que acercarles los libros y para eso tiene que haber docentes y directivos comprometidos, políticas comprometidas.
Por lo que sé, cambiaron la conducción del Plan Provincial de Lectura y me convocaron para editar unos cuentos míos que saldrán en una publicación próxima, y hablando con la coordinadora Silvia Zapaya hay mucho entusiasmo. Eso es muy bueno y me comprometí a colaborar en todo lo que pueda para la promoción y difusión de la lectura.

Pero mucha gente dice que los chicos no quieren leer…
Los tontos nomás dicen que a los chicos no les gusta leer. Pasa que si les dan porquerías o miran Tinelli, se distraen y se van alejando de los libros. Pero si les acercamos buenos libros los chicos disfrutan leer.
Lamentablemente hay muchos docentes que son pocos lectores y ésa es una falla terrible. Siempre cuento que una vez un librero me dijo que apareció un chico y le pidió una novela de cien páginas, qué novela le preguntó él, y el chico le contestó: cualquiera nomás, la profesora nos pidió que leyéramos una novela de cien páginas y que hagamos un resumen.
Eso es un ejemplo terrible a la falta de interés y cultura de ese docente, que así no le va contagiar a nadie las ganas de leer.
Hay varios estratos, empezando desde la política del Gobierno, que tienen que estar comprometidos para que ese chico quiera leer. Si embargo, muchos docentes dan lecturas antiguas, obsoletas. Los espantan con el primer libro y después no quieren saber nada. Hay que buscar alternativas para que los chicos se den cuenta de que en los libros siempre van a encontrar cosas interesantes.

En Oberá se hace la Feria Provincial del Libro, Oberá en Cortos, tenemos una Facultad de Artes. ¿Eso nos hace una ciudad cultural?
Se puede decir que hay varias actividades culturales. Ahora, en cuanto a la lectura, no se nota un crecimiento y hay ciudades de la región con la misma cantidad de habitantes donde se venden muchos más libros que acá. Otro dato importante es la cantidad de gente que concurre a las bibliotecas, lo que marca la avidez o no que hay en una comunidad por los libros. En nuestra biblioteca y en las demás de la ciudad y la provincia, el grueso de los concurrentes son chicos en edad escolar, pero muy pocos adultos.

¿Puede interesarse por los libros un chico cuyos padres no leen?
Puede ser, pero es muy difícil. Los dos pilares del chico son el hogar y la escuela. En cuanto al hogar, es una lotería lo que le puede tocar a ese chico, desde un consumado lector o filósofo hasta lo peor de la condición humana; pero sí se puede salvar si tiene una buena escuela, maestros dedicados que lo entusiasmen por la lectura, además de un Gobierno que se comprometa con políticas de cultura.
Hay una anécdota muy famosa del escritor Albert Camus, que de chico vivió en Argelia y fue muy pobre, pero gracias a un profesor, Bernard Germain, que le prestaba libros, se empezó a entusiasmar mucho.
El mismo profesor le hizo los trámites para que pueda seguir estudiando y gracias a eso zafó de la miseria y de la ignorancia. Por eso, cuando Camus ganó el Premio Nobel se lo dedicó a ese profesor. Me parece que ése es el ejemplo perfecto del compromiso que debe tener un maestro con sus alumnos.

¿Y para qué sirve leer?
Los libros sirven para todos. Cuando somos chiquitos para entretenernos, para divertirnos, para asustarnos, lo que va complementando las enseñanzas obligatorias de la escuela. Van agrandando nuestra capacidad de entendimiento, de comprensión, de tolerancia, de reflexión, de sensatez, cosas que se van incorporando con la lectura.
Los buenos libros no tienen enseñanzas metidas en el medio, sino que tienen historias y a partir de ellas uno puede sacar conclusiones, moralejas y enseñanzas.
El buen libro no pretende enseñar, como quieren hacer los libros de autoayuda, que son libros dedicados a las personas no lectoras. Quienes más leen libros de autoayuda son no lectores.
La verdadera autoayuda debe venir de la propia persona cuando lee buena literatura y empieza a aprender de ahí, porque ya está escrito todo. No hacía falta que vengan los que escriben autoayuda, se hubieran quedado en su casa o en su consultorio, porque muchos son psicólogos.

¿Entonces por qué tanta gente elige leer libros de autoayuda?
Porque están mal. Una persona que lee un libro de autoayuda seguramente tiene algún problema, o le encanta lo que le dice y le aumenta su confianza. Feliz de ellos si con eso son felices, pero esos libros no se consideran literatura.

¿Y por qué a los chicos les gustan tus libros?
Yo empecé a escribir jugando, contándole cuentos en la cama a mi hijo Franco. Y creo que a los chicos les gustan mis cuentos porque se escribieron jugando. Yo le contaba cuentos para asustarlo, recordando e inventando. Después me empezó a exigir que los escribiera para llevarlos a la escuela y leerles a los compañeritos. Me entusiasmé y me animé a publicar, incluso con miedo porque esto es para chicos y yo no sé nada de chicos, pensaba.
Así de a poquito empezó todo y ya voy por el número seis de los cuentos de Terror para Franco, pero tengo escrito hasta el número doce y creo que la serie podría llegar hasta el 15, porque ya tengo cuentos empezados y los voy completando.

¿Cómo empezás a escribir un cuento?
De mil formas puede empezarlos.
Una frase o una palabra pueden disparar la cosa. Hace poco terminé de escribir una novela, un policial negro para adultos, que estuve pensándola 30 años. Quise escribir algo parecido a una novela que había leído y me di cuenta de que en literatura no se puede imitar, empecé a escribir y me di cuenta de que tenía otras sensaciones y ambiciones en mi creación.
Pero aquella novela me sirvió de base para escribir. Es una novela de más de 400 páginas que la escribí en tres meses, pero se cocinó durante 30 años en mi cabeza.

¿Seguís usando libretitas para ir anotando cosas que te sirven para los cuentos?
Tengo sí. Siempre hay algunas cosas… (ahí extrajo del bolsillo de la camisa una pequeña libretita verde, que empezó a ojear en busca de alguna frase). Ahora estoy escribiendo una novela de vampiros y un día vi una persona muy pálida, probablemente era portadora de alguna enfermedad y escribí:
“Ojos muertos y exánimes” para agregar a la novela. Después se me ocurrió “una lagartija acalorada”, un título que se me ocurrió para un cuento de una lagartija que quería escribir.

¿Todavía tenés alguna relación con la medicina o te dedicás exclusivamente a la literatura?
Sí, pero mi ligazón hoy día con la medicina es muy básica, sólo algunas cosas administrativas. Hago algo de auditoria médica y medicina legal en el ámbito de la Justicia, pero una cosa que no tiene nada que ver con el trato médico-paciente. Por eso tengo mucho tiempo libre para leer y escribir.

¿Fue difícil la decisión de abandonar una carrera de tantos años?
A mi la cirugía ya me molestaba, me molestaba ir al sanatorio y atender. Me molestaba porque lo otro, escribir, me estaba gustando demasiado. Eso me carburaba la cabeza, me bullía y me puse a pensar qué iba hacer, porque no podía seguir en esa ambivalencia...
Hasta que un día iba a operar una apendicitis, una cirugía que había hecho cientos de veces y me dio un ataque de pánico.
En ese momento lo superé y la operación salió bien, pero eso me hizo reflexionar y fue mi última cirugía. Dije ‘no quiero que me pase más esto’, tampoco quiero estar pensando en dos cosas diferentes. En ese momento me di cuenta de que ya no pertenecía más al mundo de la medicina, que estaba afuera y algún coletazo del inconsciente me estaba advirtiendo que me cuidara.

¿Le costó más a tu entorno que a vos aceptar eso?
Sí, a todos. En realidad no entendían muy bien si estaba para un psiquiátrico o qué. Mi mamá me preguntó si estaba bien de la cabeza. Te imaginás 22 años de profesión y de golpe no iba a ser más médico, pero no quería llegar al extremo de la vida y arrepentirme.

¿Cómo que las dos pasiones no podían convivir?
En mi mejor momento amaba la medicina y la ejercía con toda la convicción y la mejor voluntad. Además, como cualquier trabajo uno se va cansando de la rutina y la cirugía tiene una alta carga de estrés. Paralelamente, la literatura venía creciendo y en los últimos tiempos en el consultorio me pasaba leyendo cuentos y novelas y no podía tocar un libro de cirugía.
Ahí pensé: acá está pasando algo raro. Entonces dije no me gusta más y fue un paso demasiado importante dejar todo eso atrás. Pero fue fantástico como cambió mi vida en todos los sentidos. De eso no tengo ninguna duda.

¿Alguna anécdota que sintetice ese cambio para bien que contás?
Cuando vivía en Corrientes me iba a trabajar al La Leonesa, en Chaco. Durante ocho años viajaba dos o tres veces por semana para hacer cirugía y operé a medio pueblo.
Yo era “Mitoire el doctor”, me saludaban, pero nada más. Después me vine a Misiones, pasaron varios años y volví a La Leonesa como escritor, presenté mi primer libro y cuando regresé por el segundo hicieron una gran fiesta y me declararon ciudadano ilustre.
Entonces comparo eso con todo el sacrificio que hice durante ocho años, donde realmente era algo vital e importante para las personas y pasé desapercibido.
Pero con la literatura cobré otra trascendencia para la gente.
Lo más lindo es el cariño de los chicos cuando voy a las escuelas, y lo que me escriben. Por eso en este sexto tomo de los cuentos de terror transcribo algunas cartitas y mails que me mandaron los chicos. Con que lo lean, a uno ya lo pone contento, pero más si te dicen: “me gustó tu cuento”.

¿Y qué dicen los padres, les gustan tus cuentos?
Sí, quieren ver qué leen los chicos y se enganchan.
La mayoría de los padres me felicitan, por suerte; pero acá en Oberá, tuve un par de pataleos. Una señora le dijo a una maestra que mis cuentos no eran sanos y no sé que quiere decir eso, salvo que le pida a mi editor que rocié los libros con penicilina.
Después en otra escuela un padre se quejó a la dirección porque yo fui unos días antes, leí un cuento de terror y su hijo esa noche no podía dormir y se acostó con ellos.
Pero a ese padre le digo que eso es lo que quería hacer, ésa es mi intención, porque cuando yo le leía los cuentos a Franco él se moría de miedo y dormía conmigo.
Pero bueno, los padres también están para contener a sus hijos, y a los chicos no se les puede privar de vivir la experiencia de la lectura.

¿Crees como muchos que la tecnología reemplazará al libro de papel?
No, no. Increíblemente y a pesar de todos los vaticinios que hubo contra el libro de papel por el avance de las nuevas tecnologías, en realidad la edición y la venta de libros aumentó geométricamente y muchísimo más de lo que se preveía.
Creo que el libro de papel no va a morir, porque además de su contenido, el libro es un objeto hasta de culto para los que nos gusta la lectura.
Un libro no se tilda, no se borra, uno marca la página donde queda, vuelve para atrás, lo lleva en el bolso o la cartera... Pero bueno, veremos como sigue la cosa dentro de 50 años.


El perfil
• Hugo Mitoire
Nación en Margarita Belén, Chaco.
Es separado y tiene tres hijos.
Títulos: Médico cirujano y profesor de química.
En el 2004 editó el volumen I de “Cuentos de Terror para Franco”, serie que ya lleva seis volúmenes.
También publicó dos novelas: “Historia de un niño lobo” y “Criaturas celestes”.
Preside la Biblioteca Popular Sarmiento de Oberá.