Mundial 1978: la fiesta que no jugaron 25 millones de personas

Domingo 1 de junio de 2008
Contrastes. | Mientras Passarella alzaba la Copa, los gritos de los detenidos en la ESMA eran silenciados por los festejos. | Foto: Archivo
En junio de 1978 se realizaba el Mundial de fútbol organizado por la dictadura militar que buscaba mostrar un país pujante, donde las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos no eran tales y se “vivía una fiesta”, que finalmente sólo fue de unos pocos y se convirtió en un hecho emblemático del más sangriento período de la historia del país.
“25 millones de argentinos jugaremos el mundial”, decía la canción oficial, pero no fue así. Los detenidos ilegalmente y los ya desaparecidos no jugaron el Mundial.
A diez cuadras del Monumental de River, los gritos de los detenidos torturados en el mayor centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada, eran silenciados por la euforia de una multitud que victoreaba los triunfos de la selección nacional que finalmente ganaría el torneo.
Como Adolf Hitler utilizó los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 para exaltar los valores y la supuesta superioridad de la raza aria y mostrar un país ordenado y feliz, la dictadura comandada por Jorge Rafael Videla utilizó el Mundial con el mismo sentido, exacerbando el nacionalismo y el patriotismo de la población.
Para ello, el dictador argentino contrató a la consultora Burson & Masteller con el fin de contrarrestar la supuesta ‘campaña extranjera anti-argentina’, que consistía en denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno.
   El jueves 1 de junio de 1978, a las 15, Videla era ovacionado en un estadio de River repleto, pero exactamente en el mismo momento un grupo de mujeres reunidas en la Plaza de Mayo, reclamaba por sus hijos desaparecidos y algunos periodistas holandeses se encontraban allí para testimoniarlo ante el resto del mundo.
La decisión de la Argentina de organizara el Mundial ‘78 había sido tomada durante el gobierno del general Agustín Lanusse, y la dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976 dio fuerza al proyecto que, si bien nunca se supo el costo real, se estima que se fueron unos 700 millones de dólares.
La dictadura militar argentina como todos los regímenes totalitarios sabía que el deporte, y la euforia que genera, es un componente absolutamente necesario para su desarrollo.
Por ello, no es casual que el mismo 24 de mayo de 1976, en medio de una ráfaga de ‘comunicados’ que lo único que hacían era ‘prohibir’, la Junta Militar emitió la proclama 23 que sorpresivamente ‘permitía’ la transmisión del amistoso que la selección argentina iba a jugar contra Polonia en ese país el 25 de junio, el combinado nacional ganó el Mundial al vencer a Holanda por 3 a 1 y el dictador Videla decía en cadena nacional: “Argentinos, hemos sido capaces de vencer a la insidia y al escepticismo. Seamos ahora también capaces, con la ayuda de Dios, de impulsar a la Nación en pos de objetivos permanentes”.
Como dice el escritor y periodista Ariel Scher, “el fútbol, con sus bellezas y sus miserias, servía para todo”.
Después vino, en septiembre de 1979, el triunfo de la selección juvenil en Japón, en coincidencia con la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA que venía a investigar las denuncias de violaciones.     El Mundial '82 en España tuvo un obstáculo para la dictadura: la Guerra de Malvinas.
El actual secretario de Deportes, el ex jugador de fútbol Claudio Morresi, quien tiene a su hermano desaparecido, escribía al cumplirse, en 1996, 20 años del Golpe: "30.000 personas van a concurrir a la cancha. Los jugadores, van a ir por el túnel, esperan encontrar un estadio repleto. Cuando en el centro del campo los equipos levantan la vista para saludar a las hinchadas, notan que las tribunas están tenebrosamente vacías.
En ese momento recuerdan que hoy es 24 de marzo y se cumplen 20 años del golpe militar que institucionalizó el terrorismo de Estado.(...) En el estadio vacío el partido está por comenzar. Los jugadores empiezan a sentir cómo baja de las tribunas desiertas el aliento de las hinchadas. Son 30.000 voces que no paran de cantar".