La reivindicación que se merece Miguel Chepoyá

Lunes 2 de mayo de 2011
La verdad que fue una grata sorpresa leer en el suplemento NEA de la edición del domingo pasado de El Territorio una excelente nota respecto a Miguel Chepoyá por la colega Daniela Cortés. Vino a mi memoria la investigación que en el 2005 realicé en la Ciudad de Buenos Aires para rescatar del injusto olvido a ese gran paisano misionero que había nacido en Santa María la Mayor y que fue corneta de órdenes de San Martín, Sucre y Bolívar y que regresó de su patriótica hazaña en 1826 y que, según ese gran periodista e historiador que fue mi inolvidable amigo Antonio Monzón, se supone que desapareció de la escena siguiendo su vocación de lucha por la libertad en la guerra contra el Brasil en la batalla de Ituzaingó en 1827. Para aquella fecha (2005) fue que logré en la Iglesia de la Merced, luego de más de seis meses de gestiones, copia del acta de matrimonio de San Martín con Remedios Escalada el 12 de septiembre de 1812 y donde el Padre de la Patria declara que es "natural de Yapeyú, en Misiones". También por ese mismo tiempo recorrí bibliotecas como también históricas librerías para adquirir el "Diccionario de las Calles de Buenos Aires", hasta que también logré este objetivo para comprobar que en ninguna de las arterias de la Capital Federal, es decir, la capital de todos los argentinos, figuran ninguno de los auténticos héroes misioneros que tanto dieron por la Patria, como Abiarú, Ñeenguirú, Areguatí, Chepoyá ni tampoco Andrés Guacurarí y menos Mbororé, histórica batalla de 1641 que nos dio nuestra condición de argentinidad.
El primer lugar que visité fue el Edificio Libertador, sede del Ejército Argentino que se halla a pocos metros de la Casa Rosada. Allí pregunté donde podían darme antecedentes de Miguel Chepoyá y cual fue mi sorpresa que de inmediato y en forma espontánea, se me informó sobre el fundamental protagonismo que tuvo este paisano misionero en el Ejército Libertador como hombre de total confianza del general San Martín, recomendándome que fuera para mayores datos a Campo de Mayo y a la sede del Regimiento Granaderos a Caballo. En el primer lugar, donde tiene su asiento la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, fui recibido por un suboficial integrante de la banda de música de esa guarnición donde volví a emocionarme con lágrimas en los ojos por el grado de respeto y admiración hacia "el sargento Chepoyá" que para mayor orgullo misionero, me contó que en esa dependencia se ejecuta una marcha militar en su homenaje y que era habitual leer un poema a su figura. Pero donde mi emoción de misionero estalló fue en la sede del Glorioso Regimiento Granaderos a Caballo donde fui atendido por Carol Edith Vitagliano, directora del museo de esa unidad militar y quien, con notable conocimiento de la trayectoria de Miguel Chepoyá, narró su extensa historia como el soldado que actuó valientemente junto a San Martín. En su oficina pude observar, junto a numerosos libros dedicados al Libertador, una serie de cuadros en sus paredes y donde uno de ellos era de Miguel Chepoyá. En una segunda visita se sumó el capitán Jean Pierre Claisse, jefe de Relaciones públicas de ese histórico regimiento quien, ante el interés por ampliar mis conocimientos, tanto sobre el Padre de la Patria como por Chepoyá, ambos nativos de la Histórica Provincia de Misiones, junto a la licenciada Vitagliano, visitamos virtualmente cada uno y todos los rincones de esa unidad, culminando el recorrido en el museo que guarda un sinnúmero de antecedentes y pertenencias del Libertador, donde  se exhiben óleos de gran tamaño y un altar revestido de plata que era donde rezaba San Martín en Mendoza, valores históricos estos que impresionan y conmueven hasta las lágrimas. El capitán Claisse, en una demostración más para satisfacer mi interés por conocer detalles de Miguel Chepoyá, me fue llevando hacia los lugares donde se exhiben estampas de este héroe guaraní-misionero y que en el quincho del Regimiento, un cuadro de gran tamaño con la figura de Chepoyá encabeza el lugar donde se reúnen jefes y oficiales de esa unidad. Al comprobar la distinción que le brinda nada menos que el ejército más emblemático de los argentinos a Miguel Chepoyá, reflexioné con dolor de misionero cuan lejos está aún el homenaje que se merece por parte de la Nación Argentina y, en particular por la Provincia de Misiones que por lo menos habría que levantar un monumento a su memoria.

El monumento que falta
En su pueblo natal, recién en 1990, se acordaron de él con la denominación con su nombre a la avenida principal del pueblo. A su vez, la Asociación Cultural Sanmartiniana de Misiones, no se olvidó de este grande de nuestra historia y su biblioteca lleva su nombre. En la Plaza San Martín de la ciudad de Buenos Aires, en torno al monumento al Libertador, se puede observar al menos una pequeña escultura de un granadero portando una trompeta que seguramente será de Miguel Chepoyá. Pero donde se exalta con elocuencia al bravío e inmortal trompeta de órdenes es en la ciudad de Mendoza en el Cerro de la Gloria donde se levanta el imponente monumento al Ejército de los Andes. Allí Chepoyá se presenta cual fue en el glorioso Regimiento Granaderos a Caballo: altivo, arrogante y valiente portando su trompeta con la mano izquierda. Lamentablemente tanto en Buenos Aires como en Mendoza no hay ninguna inscripción que lo identifique, otra deuda más de nuestros gobernantes que por lo menos deben disponer de pocos recursos para adherir a esos monumentos una simple plaqueta que reivindique a ese inolvidable héroe que como miles de paisanos suyos, se prodigaron por la Patria y que sin embargo, hasta ahora siguen borrados de la historia común que conocen los argentinos e, inclusive, por la mayoría de los misioneros.

Un acto frustrado
En el Regimiento logré interesar que venga a Misiones parte de esa histórica unidad militar para la realización de un acto público donde se iba a imponer el nombre de Miguel Chepoyá al populoso barrio del Iprodha en Ñu Porá. Hubo asentimiento a condición de hacernos cargo del traslado y alojamiento para unos cuantos de la famosa fanfarria (banda de música), especialmente redoblantes y trompetas, haciéndome la salvedad de ser imposible el 17 de agosto como las fechas patrias. La novedad se la transmití al intendente de Garupá de ese año que le agradó la iniciativa, pero lamentablemente nunca se concretó.
Esta frustración no me extrañó frente a la larga lucha desigual que vengo sosteniendo en la digna causa de reivindicar a la Histórica Provincia de Misiones. Ejemplo de ello fue lo ocurrido el año pasado, única oportunidad que tuvimos para que Misiones trascendiera a todo el país como la provincia más antigua de la Argentina y por ser la primera en adherir a la Revolución de Mayo con muchos más hechos de trascendencia con motivo de conmemorarse el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Como es de conocimiento público, varios artículos publiqué en este diario alentando a las autoridades para aprovechar esta especialísima oportunidad y cumplir con un cometido justo para nuestros héroes guaraní-misioneros. Tampoco hubo explicación alguna respecto a la suerte que corrió esa histórica obra realizada en el viejo puerto de Candelaria por el escultor misionero Arturo Gastaldo en homenaje a Belgrano y que en 1960 el segundo gobernador constitucional de Misiones, César Napoleón Ayrault, fue categórico en declarar a esa escultura como "patrimonio cultural e histórico del pueblo de Misiones" y que, sin embargo, no se sabe si la EBY la derrumbó, si fue superada por las aguas o si la trasladaron a otro lugar.

Por: Alberto Mónaca
Periodista