Pérez Esquivel consideró que el Gobierno subestimó al pueblo

Viernes 20 de octubre de 2006
Estuvo puntual en el aeropuerto esperando el arribo de su compañero de luchas. Desde Puerto Iguazú se trasladó hasta Posadas para darle la bienvenida a quien desde hace diez años lo acompaña en diferentes batallas.
Sin palabras, y con un fraterno abrazo se reencontraron el obispo emérito de Iguazú, Joaquín Piña y Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz por Argentina. Como en 1995, cuando se conocieron y unieron sus fuerzas para oponerse a la construcción de la represa Corpus, ahora la defensa por la democracia los convoca.
El Premio Nobel de la Paz llegó ayer a Misiones, acompañado por Víctor De Gennaro, titular de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y por el músico Horacio Fontova, para participar de una asamblea popular del Frente Unidos por la Dignidad (FUD) en la Plaza San Martín. Piña lidera el frente multisectorial en contra de la reforma constitucional que impulsa el Gobierno de Carlos Rovira para habilitar la reelección indefinida y anoche miles de posadeños se acercaron a manifestarle su apoyo.
“Los gobernantes se quieren atornillar a los sillones, eso es lo trágico”, disparó Pérez Esquivel ni bien descendió del avión. Crítico con el Gobierno de turno, instó a repensar desde un sentido democrático lo que sucede en la provincia: la pobreza, la marginalidad, la venta de las tierras, la exclusión de los indígenas, la perpetuación en el poder. La defensa por los derechos de los pueblos originarios ensambla aún más las coincidencias entre Pérez Esquivel y Piña. Uno, con raíces guaraníticas de parte de su abuela materna; otro, un jesuita combativo que desde hace 20 años dirige la Diócesis de Iguazú.
“Piña es un testimonio de vida desde el evangelio y junto al pueblo, hay que ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Porque unos dicen una cosa y hacen todo lo contrario. Aquí hay coherencia entre el decir y el hacer y ése es el mensaje del evangelio. Me llamó la atención de que el Gobernador prohibió a la policía y a su familia asistir a misa. Puedo decir que los gobiernos cambian pero Dios permanece en cada uno de nosotros y en el pueblo, eso no cambia”, sostuvo enérgico.
Ante los cuestionamientos que suscitó la participación de la iglesia en una contienda electoral y que trascendió las fronteras locales, Pérez Esquivel no pasó por alto la personalidad de monseñor Jaime de Nevares, obispo de Neuquén, quien fue elegido convencional para la reforma constitucional de 1994 pero después renunció. “Recuerdo  que en un momento voy a verlo a Neuquén y le pregunto: 'Jaime porqué renunciaste'. Me contestó: 'renuncié porque eso era como fumarse un cigarrillo por las dos puntas... quemarse por todos lados'. Fue muy coherente porque mantuvo una ética y valores para decir no".
Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel en 1980 después de haber peleado en defensa de los derechos humanos y estar preso durante los años de plomo- Actualmente encabeza la Fundación Servicio de Paz y Justicia y se dedica al Proyecto Aldea Niños, que busca amparar a cientos de niños marginados.