Golpe a las ruinas

Domingo 25 de noviembre de 2007
Sería arriesgado asegurar que alguien podía pronosticar con certeza la fuerza inusual que tuvieron las tres últimas tormentas que golpearon la provincia de Misiones en el transcurso del mes pasado.
Lo que sí se sabía, a partir de informes técnicos elaborados y entregados en los primeros meses de este año, era cuáles eran los árboles que representaban riesgo para las estructuras de la reducción de San Ignacio Miní, así como también se recomendaba el monitoreo permanente e intervenciones constantes con la finalidad de evitar derrumbes.
Nadie puede asegurar que los derrumbes registrados, sobretodo en las reducciones de Loreto y San Ignacio Miní -declaradas por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad- hubieran podido evitarse. Pero no es difícil imaginar que, sin un Plan de Manejo -implementado sostenidamente en el tiempo- los vestigios jesuíticos-guaraníes se irán perdiendo paulatinamente, hasta quedar en el plano de los recuerdos o en los libros de arqueología.
Justamente, con el objetivo de elaborar ese Plan de Manejo -que no es otra cosa que un conjunto de recomendaciones para el mantenimiento del sitio- es que se realizaron los relevamientos de la vegetación y del estado de las estructuras.
Incluso el director del Programa Jesuítico en Misiones, José Luis Pozzobón, admitió que, ante la gravedad de los daños que produjo la tormenta, será necesario modificar los parámetros de manejo del medio ambiente en todo el sistema.
En ese sentido, también van las recomendaciones técnicas de los especialistas y de las organizaciones no gubernamentales que realizaron intervenciones en el lugar.

Informes clave
Los especialistas Diego Baldo y Ernesto Krauzuk realizaron la caracterización arbórea dentro de la Reducción de San Ignacio Miní. En el informe detallaron no solamente qué especies se encuentran en el predio, sino también en qué condiciones de riesgo se encuentran. A partir de esa información se confeccionó un mapa en el que están señalados los árboles cuyo retiro debe ser evaluado, ya que ponen en riesgo las estructuras aledañas.
También se acompañó con un relevamiento de las estructuras y el estado conservación de cada una. Las estructuras que presentaban riesgo de desmoronamiento fueron resaltadas en colores para que, al planificar las futuras intervenciones en el sitio, se responda a las necesidades.
Ambos informes fueron entregados al Gobierno provincial al finalizar el primer semestre de este año. El relevamiento arbóreo se llevó adelante en febrero de 2007 y el informe entregado alrededor del mes de junio. El relevamiento arquitectónico data del 2006 y también fue entregado este año, entre mayo y junio.
De todas formas, si bien los informes indicaban el riesgo potencial de ciertos árboles, el Plan de Manejo general todavía no está concluido.

El componente natural
“Más allá de los árboles que se han caído, retiraremos otros que quedaron en pie pero que consideramos que pueden significar una amenaza para el patrimonio”, anunció Pozzobón tras los derrumbes. Precisamente eso es lo que aconsejaba el informe elaborado por Baldo y Krauzuk.
El relevamiento es un completo trabajo en el que se describen y tipifican los árboles que se encuentran dentro del predio de la reducción de San Ignacio. Y no sólo eso, también se identifica cuáles son los que ponen en riesgo las estructuras protegidas, ya sea por la cercanía con los monumentos, como por el estado sanitario en el que se encuentran, por ejemplo, aquellos que se están huecos. El trabajo de investigación también permitió determinar que sólo dos árboles de los que hoy se encuentran dentro del predio de San Ignacio serían originales. El resto fue plantado posteriormente.
El trabajo también indica, no sólo cuales son los árboles que deben ser retirados, sino que también indica la necesidad de evaluar cómo deben ser retirados. Es que, muchos de estos árboles que ponen en peligro los vestigios de la antigua misión son tan antiguos que, removerlos significará también afectar las estructuras.
En ese sentido, se aconseja primero secar el árbol y, en el caso de encontrarse una estructura cercana, se recomienda apuntalarla y monitorear si se producen daños o si es necesario realizar una intervención.
Se estima que en San Ignacio, la primera tormenta derribó unos 120 árboles. Y en Loreto, muchos más, ya que allí el componente natural es mucho más importante. De todas formas, talar los árboles del predio en forma indiscriminada también tendría consecuencias negativas. Por un lado, porque la misma vegetación protege las estructuras. Y por otro, porque las copas de los árboles colaboran unas con otras. En consecuencia, no es aconsejable dejar un árbol solo ya que estará más expuesto a los vientos.

Monitoreo y apuntalamiento
La otra acción tan urgente como necesaria es establecer un programa de monitoreo permanente de las estructuras y de intervenciones, en la medida en que sean necesarias. Con ese objetivo es que fue elaborado el informe sobre el estado de las estructuras, a fin de orientar las próximas intervenciones en el lugar. Y también esa en la lectura que realizó la arquitecta Gisella Korth, quien dirigió en campo los trabajos de restauración más recientes, en el portal principal del templo de la misión de San Ignacio, realizados este año con financiación internacional.
En la opinión de Korth, es difícil establecer si los derrumbes en las reducciones podían ser evitados. En primer lugar, porque la fuerza de la tormenta fue descomunal. “Lo que sí se podría hacer son pequeñas intervenciones que consoliden la estructura y poner apuntalamientos", sugirió. En ese sentido remarcó la urgencia de establecer un programa en ese sentido. "Es más que retirar la vegetación invasiva, tiene que ver con el acondicionamiento de las estructuras, los apuntalamientos provisorios e intervenciones si fueran necesarias. Es parte de la planificación del sitio", indicó.

Redefinir
“Tenemos previsto hacer un control más efectivo”, adelantó Pozzobón, en relación a los trabajos futuros sobre el entorno natural en las tres reducciones afectadas por el temporal.
De todas formas, el arquitecto indicó que respecto al manejo de la vegetación, existen controversias, ya que conservar parte de la vegetación ayuda a proteger las estructuras. “De alguna manera, siempre tuvimos una visión más ecológica con el medio ambiente, pero es probable que a partir de lo que sucedió esta vez se retiren algunos árboles para proteger el patrimonio cultural”, indicó al respecto.
Los trabajos de limpieza de la vegetación caída, que más allá de los daños, también alteran la presentación del sitio y en casos como en Loreto cierran los senderos, demandarán en total uno 40 días.
También se evalúan cuales son las acciones más convenientes ante los daños. Desde el Programa Jesuítico se trabaja en la preparación de un programa de intervención puntual en las estructuras afectadas. Pero, según adelantó Pozzobón,  las soluciones técnicas dependerán en gran parte de las condiciones de conservación de las piedras.

el dato
120
árboles fueron los derrumbados por la tormenta en San Ignacio.  Y en Loreto, muchos más, ya que allí el componente natural es mucho más importante.

conservación
Pautas para no perderlas
Como conclusión de más de tres años de trabajo en todo el sistema jesuítico guaraní extendido en la Argentina, el Paraguay, el Brasil y Uruguay, la organización no gubernamental World Monument Fund pretende dejar un Plan de Manejo que aporte reglas precisas para la conservación de los sitios.
Con esa finalidad se han realizado talleres anuales en los distintos países intervinientes, cuyo objetivo es, por un lado probar las técnicas más adecuadas y, por otro, formar y capacitar los recursos humanos locales en casa sitio para garantizar la continuidad de esos trabajos en el tiempo.

Que el árbol no impida ver
El relevamiento arbóreo realizado en San Ignacio, recomienda eliminar los árboles que ponen en riesgo las estructuras.
Los ejemplares deben extraerse sin dañar el monumento.
Un árbol solo está más expuesto ya que las copas trabajan junto con el viento.

La Reducción de Loreto, la más dañada
La tormenta del 1 de noviembre por la madrugada produjo graves daños en el templo de la reducción jesuítica Nuestra Señora de Loreto, de gran importancia en el conjunto jesuítico y donde se encuentra la tumba del sacerdote Antonio Ruiz de Montoya, pero de la cual hoy se conserva muy poco.
Lamentablemente, el templo principal, una de las contadas estructuras que quedan en pie, sufrió graves daños como consecuencia de la caída de árboles que derrumbaron parcialmente al menos dos muros, golpearon el altar y una columna que formaba parte de la galería lateral.
El emblemático higuerón, uno de los principales puntos fotográficos del recorrido  dentro del predio, se partió por la mitad, destrozando en su caída un muro lateral del templo.  El árbol había “abrazado” parte de las estructura del templo.  En su derrumbe, también golpeó una columna que integraba parte de la galería exterior del templo.
Pero también se produjeron  derrumbes y hay árboles caídos en la zona de las viviendas.
Además de los daños al patrimonio, la inmensa cantidad de árboles caídos dejó prácticamente bloqueados los senderos para los visitantes, por varias semanas.
Es que justamente las ruinas de Loreto se distinguían por la importancia de su entorno natural: unas 16 hectáreas de árboles centenarios, muchísimos de los cuales fueron derribados por los vientos.
Desde el Programa Jesuítico ya se trabaja en la elaboración de un plan de intervención sobre las estructuras dañadas. Pero, en restauración, toda pérdida es irreparable.

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