Miércoles 21 de Abril de 2021

La Herencia Misionera

De chacras nada he encontrado, sino únicamente una del indio Nicolás (Aripi) y la otra del francés (Bompland) (...) Las mismas ya están desoladas.” 

Norberto Ortellado al dictador Francia, diciembre de 1821.

El Destino de los 
Objetos Eclesiásticos
Después de la derrota sufrida ante las tropas entrerrianas de Gregorio Piris, Francisco Javier Sití se asiló en San Miguel, protegido por Chagas Santos. De su vida en ese pueblo misionero conocemos interesantes datos a través del viajero francés Auguste de Saint Hillaire, quien entrevistó al caudillo guaraní en 1822. Asombrado el visitante relata en su Diario de Viaje que Sití contaba con gran cantidad de alhajas y ornamentos trasladados desde los pueblos de las Misiones septentrionales. Con ello engalanaba a sus concubinas (lo que provocaba la ira del sacerdote dominico de San Miguel) y vendía “pieza por pieza” para comprar aguardiente, 
“con lo que se embriaga diariamente”, según el cronista.


La Última Batalla de un Ejército Guaraní-misionero
El inicial entendimiento entre el Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez y el comandante guaraní Francisco Javier Sití duró muy poco tiempo. La causa principal de la ruptura entre ambos fue la explotación de los yerbales naturales de Misiones. El caudillo guaraní se consideraba con derechos de controlar los contratos de extracción de yerba en aquella región. El apresamiento de comerciantes autorizados por Ramírez para “el beneficio de la yerba”, por parte de Sití provocó el envío de fuerzas entrerrianas a Misiones. El 13 de diciembre de 1820, el ejército entrerriano se enfrentó en el Paso de San Borja (frente a Santo Tomé) con las fuerzas guaraníes, venciéndolos y provocando su dispersión. Fue ésta la última batalla de un ejército comandado y compuesto por fuerzas enteramente guaraníes.


La Destrucción de
San Ignacio y Loreto

En diciembre de 1821, el Comandante de Itapúa, Norberto Ortellado, siguiendo órdenes del dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia, destruyó los pueblos misioneros de la costa del Paraná, que estaban bajo el comando de Nicolás Aripí y Antonio Christaldo. El parte del comandante paraguayo indicaba que,
“los pueblos de San Ignacio y capilla y Loreto los he hecho quemar porque existían bastantes hileras de casas en estado regular; de chacras nada he encontrado, sino únicamente una del indio Nicolás (Aripí) y la otra del francés (Bompland), las mismas ya están desoladas”.

Gaspar R. de Francia al comandante de Itapúa Norberto Ortellado, 23 de noviembre 1821


El Sabio Aimé Bompland

Nacido en septiembre de 1773 en la Rochela (Francia), su verdadero apellido era Goujand, el que fue reemplazado, cuando nació su padre, por Bompland, que se origina en el término francés “bon plant”. En París, mientras estudiaba Medicina, conoció a Alejandro Von Humboldt, con quien lo unió una gran amistad, fundada en la similitud de intereses científicos. Juntos viajaron a América entre 1799 y 1804. Recorrieron Venezuela, Santo Domingo, Cuba, Jamaica, Nueva Granada, Perú, México y Estados Unidos. Regresaron a Europa con gran cantidad de material acopiado en sus investigaciones botánicas, zoológicas y geológicas. Fruto de esta investigación fue la obra en 12 tomos conocida como “Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”. Invitado por Simón Bolívar, a quien conoció en aquel viaje, volvió a América. Pero en esta segunda oportunidad su destino fue el Rio de la Plata. Después de tres años de residir en Buenos Aires, viajó a Misiones, invitado por el Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez, interesado en la explotación industrial de la yerba mate. Estando en Santa Ana fue hecho prisionero por orden del dictador paraguayo, Gaspar Rodríguez de Francia, en diciembre de 1821. En Paraguay estuvo 9 años gozando de cierta libertad, en Santa María. Bolívar, Parish, Canning y otros conocidos personajes de la época realizaron gestiones para su liberación, las que encontraron férrea resistencia del dictador paraguayo. Fue liberado en 1831 por propia decisión de Francia. En 1832, previo paso por Buenos Aires, siguió con sus investigaciones botánicas en territorio correntino-misionero. Fue director de un museo de ciencias naturales creado por Pujol en Corrientes, en 1854. Urquiza lo contrató para mejorar sus plantaciones en el palacio de San José. Falleció el 11 de mayo de 1858, cerca de Paso de los Libres, donde poseía una pequeña propiedad.

En fin, marche U. a Sn. Xavier luego que se halle en estado. A la venida hade destruir U. tambien cualesquier caserios que se encuentren en Sn. Xavier, Sta. Maria, o Concepcion y Apostoles (...) En Candelaria dexar siempre un corto piquete de ocho o quince hombres.
Me importa saber si en los Campos de una y otra margen del Aguapei entre el Ybera y el Uruguay o en los campos sigtes. de la Cruz y Yapeyú hasta el Miriñay hay todavia mucha partida de animales (...) como hubieron há pocos años despues de la destruccion de los Pueblos (...)”

Gaspar R. de Francia al Subcomandante Ortellado de Itapúa, 9 de enero de 1822


San Miguel y Loreto en la “Familia Correntina”
“(...) en virtud de hallarnos sin protección alguna por no haber Autoridad ni jefe reconocido en Misiones (...) y después de haber tratado con el mas duro examen que a nuestros intereses convienen, hemos resuelto todos decididamente por un convenio general venirnos a la provincia de Corrientes, sugetarnos a su gobierno superior y estar obedientes de las leyes queriendo vivir en unión con nuestros hermanos los Correntinos y componer desde hoy una sola familia...” 
Cabildos de San Miguel y Loreto al gobierno de Corrientes, febrero de 1822
.

Instrucciones para la Acción Militar Paraguaya en las Misiones
“Ellos deben ser tratados como enemigos (…) por la insolencia de introducirse en Territorio de la Repca. queriendo apropiarselo con sus Yerbales. En esta virtud rendidos que sean en una o en otra forma no solo les ha de quitar U. todas las armas y toda especie de animales, sino tambien qualesquier efectos, carruages, o Hac.das que tengan (...) executandose tambien lo mismo con cualesquiera pertenencias que se digan ser del Bomplan al qual asi como a toda gente encontrada hade pasar U. a esta banda sin excepcn., procurando con especial diligencia asegurar vivo o muerto al Yndio Nicolas Aripi que hace cabeza (...)”
Francia a Ortellado, 9 de enero de 1822.

Misiones bajo dominio paraguayo

La elección de Artigas como gobernador de Misiones había sido una estrategia del gobierno porteño para mantener alejado al oriental de la política centralista de Buenos Aires. No obstante, su designación fue fundamental en dos aspectos. Por un lado se otorgó un territorio legal a los orientales del Éxodo y por otro se creó la provincia guaranítica de Misiones, que pasó a formar parte de las Provincias del Plata como jurisdicción autónoma.
Pero, si bien la situación institucional de Misiones se legalizó, las consecuentes invasiones brasileñas de Francisco das Chagas Santos a los pueblos del Uruguay y las paraguayas al territorio de Candelaria, provocaron una dispersión general de los guaraníes a partir de 1817. Esta situación se agravó con las luchas fratricidas entre Ramírez y Artigas. Algunos naturales siguieron a su jefe en su derrotero al Paraguay, otros cruzaron a la otra banda del Uruguay. 
Los que quedaron se fueron concentrando no en los antiguos pueblos, casi totalmente destruídos, sino en otros más protegidos de las adversidades de la época, como San Miguel y Loreto, a orillas del Iberá. También se formaron precarios poblados (“capillas”) que tuvieron la finalidad de ser refugios temporarios, pero el caos posterior en el área no les permitió crecer. De estos pueblos-refugios sobresalieron San Roquito y Asunción del Cambay. El primero, fundado alrededor de 1819, a orillas del río Miriñay, fue capital del departamento de Misiones durante la República Entrerriana y centro de las operaciones militares misioneras durante la guerra con el Brasil. Asunción del Cambay, erigido cerca de San Roquito, sobre el arroyo del mismo nombre, se constituyó en un importante punto donde se decidieron trascendentes cuestiones como el ya relatado Congreso General de donde surgió el santotomeño Francisco Javier Sití como Comandante General de Misiones, en reemplazo de Andrés Guacurari.
A partir del alejamiento de Artigas y hasta la incorporación de los antiguos departamentos jesuíticos de La Cruz y Yapeyú a Corrientes en 1827, la provincia de Misiones se dividió en dos grandes áreas, divididas por el río Aguapey. En la parte septentrional los pueblos del alto Paraná intentaron ser reorganizados por uno de los principales aliados de José Artigas, el caudillo guaraní Sití. Vencido Artigas, Sití reagrupó los naturales dispersos en Santo Tomé y San Roquito y delegó la responsabilidad de los pueblos del Paraná a Nicolás Aripí, quien concentró estas familias en San José y San Ignacio Miní, donde estableció su sede. No obstante las buenas intenciones de Sití, su renuencia a aceptar la autoridad del Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez, por las razones apuntadas con anterioridad, lo condujo al ya relatado enfrentamiento armado con el comandante del Ejército entrerriano, el general Gregorio Piris, siendo derrotado en el Paso de San Borja el 13 de diciembre de 1820.


 Santa Ana. Pueblo misionero donde residió el caudillo guaraní Nicolás
 Aripí. También vivió allí el sabio francés Amado Bompland. Este
 pueblo fue destruido por los paraguayos por orden de Francia en
 diciembre de 1821.

La actitud de Aripí frente a Ramírez fue absolutamente contraria a la de Sití. Enterado de los acontecimientos en el Paso de San Borja, el nuevo caudillo de los guaraníes decidió buscar un entendimiento pacífico con los entrerrianos. Conforme a ello, Gregorio Piris delegó en Aripí la custodia de los pueblos que aún existían del antiguo departamento Candelaria. Compartía su liderazgo con otro cacique guaraní, Juan Nicolás Christaldo, quien residía en San Ignacio y gozaba de gran predicamento entre los naturales que lo acompañaban. Christaldo había sido designado diputado por Ramírez, como representante de Misiones. Con Aripí en Santa Ana y Christaldo en San Ignacio, Ramírez entabló una especie de acuerdo sobre la explotación yerbatera de la región. Los entrerrianos de Ramírez explotarían los yerbales naturales de la zona del Uruguay y Aripí y Christaldo comercializarían la yerba del Paraná. Con este acuerdo, los guaraní-misioneros se aseguraban la protección de este casi único recurso económico que poseían, frente a las ambiciones de los correntinos y paraguayos por la explotación de la yerba.
Los pueblos del sur del Aguapey, después de la huida de Sití a San Miguel, comienzan a ser liderados por caudillos no guaraníes que, aprovechando el caos reinante, se otorgan facultades políticas sobre el territorio misionero, sin fundamentos legales. El más importante de ellos fue Félix de Aguirre, mestizo correntino quien, por medio de una Circular del 9 de julio de 1821 del gobernador ramirista de Corrientes, Evaristo Carriego fuera nombrado Comandante de la Plaza de San Miguel. Desde allí, sin fundamento alguno, ejercerá autoridad sobre los pueblos existentes entonces, San Roquito, Loreto, Asunción del Cambay, La Cruz y Santo Tomé, además de San Miguel.
La anarquía reinaba en lo que quedaba de Misiones. Al igual que Corrientes, había perdido su condición de provincia al integrar la República Entrerriana como un departamento de la misma. Dentro del departamento de Misiones, en tanto existían dos comandantes con facultades imprecisas. Uno, Nicolás Aripí, natural guaraní a cargo de los pueblos del norte habitados exclusivamente por gente con sangre aborigen. Su población, según se desprende de una comunicación del Dictador Francia al comandante de Itapúa, era de quinientas personas, de las cuales doscientos eran soldados. El otro, Félix de Aguirre, ciudadano correntino gobernando un territorio desvastado, donde seguramente un gran porcentaje de su población no sería guaraní. 
La actitud de Aguirre y Aripí frente a Corrientes, terminada la República Entrerriana puso en evidencia las diferencias políticas entre ambos. Reconquistada la autonomía política de Corrientes, el 12 de octubre de 1821, después de la muerte de Ramírez, Nicolás Ramón de Atienza pidió que se enviasen delegados de Misiones a la capital provincial correntina para elegir el nuevo gobierno. Aguirre contestó que “tendré el placer de ejecutar al pie de la letra todas las partes indicadas para el ministerio del electo diputado”. Aripí, en cambio respondió que “aún sigo guardando el sello perpetuo al Entre-Ríos en la cual estoy en que rendiré la bandera de mi Provincia”.
Poco tiempo tuvo el gobierno de Corrientes para convencer a Aripí de adherirlo a su causa. En diciembre de 1821 tropas paraguayas al mando del comandante de Itapúa, Norberto Ortellado, invadieron el departamento de Candelaria con 500 hombres. Aripí los enfrentó en las cercanías de Santa Ana siendo derrotado, pero actuando con gran heroísmo. Este fue el último combate de un ejército misionero conformado en su totalidad por los bravos naturales guaraníes. Las órdenes de Francia habían sido las de “pasar a cuchillo a todo aquel indio que se resista (...) que se apoderen de cuanto animal se pueda y de las familias (...) destruyendo los ranchos, chacras y cuanto hayan hecho”. La destrucción fue total. Los pueblos guaraníes fueron incendiados y sus habitantes se dispersaron por la campaña. Algunos regresaron después de un tiempo a las ruinas de sus pueblos, edificando precarios ranchos. Allí vivieron por mucho tiempo, sin autoridad a quién responder, más que a sus propios caciques que surgían naturalmente entre las escasas familias que habitaban los suburbios de los arruinados pueblos. Su principal actividad fue la explotación de los yerbales hortenses, es decir los que quedaban de la fecunda época jesuítica. 
Los menos pasaron al Paraguay a convivir con sus hermanos de sangre, bajo la tutela del estado, hasta la década de 1840, cuando se los liberó del régimen comunitario. 
A partir de entonces, 1821, se terminaron los líderes naturales que ejercieran autoridad sobre toda la región misionera. Surgirán algunos caciques de pequeños pueblos con mandato natural que intentarán recrear la organización social y económica de esos nuevos pueblos. Pero todos fueron intentos efímeros.
El gobierno paraguayo, por su parte, después de la invasión de Ortellado ocupó toda la región septentrional hasta las postrimerías de la Guerra de la Triple Alianza. Un destacamento militar, la Trinchera de San José, que oficiará poco tiempo después de punto comercial para la salida de los productos paraguayos al Brasil, fue construído por el gobierno de Francia para afianzar la conquista del territorio.
El sur del Aguapey, mientras tanto, siguió bajo la jefatura de Félix de Aguirre, quien, con astucia logrará sobrevivir como comandante de ese casi baldío territorio, a partir de un convenio que celebrará con el caudillo santafesino, Estanislao López, quien tutelará por un tiempo esa anarquizada región.

El naturalista Aimé Bompland en Santa Ana
La presencia del sabio francés Aimé (Amado) Bompland en las Misiones, durante la efímera República Entrerriana de Ramírez, ha sido motivo de muchas conjeturas entre quienes estudiaron ese episodio. Las hipótesis giran desde la inocente presencia del botánico con fines exclusivamente científicos en una región que atravesaba un caos generalizado, hasta aquellos como Julio César Cháves quien considera la presencia de Bompland como parte de un plan del gobierno francés que intentaba desplazar a Inglaterra en los intereses comerciales del Plata. Cartas de la época, de personajes influyentes como Ricardo de Grandsir, de la diplomacia francesa, validan esta segunda hipótesis. En septiembre de 1818, Pedro Saguier, un comerciante venido al Plata desde Francia, era informado por Grandsir de la visita de Bompland al territorio rioplatense y lo instruía acerca de la misión que tenían los franceses residentes en la región. En esa nota, obrante en la Colección Rio Branco del Archivo General de Asunción, se le indicaba a Saguier que “no es positivamente una simple operación de comercio que debe V. hacer, mi amado M. Saguier, sino una operación en grande (...) debe particularmente mirar al futuro. ¡Qué riquezas de productos debe ofrecer el Paraguay!” Y agregaba, “No se olvide V. que habiendo puesto nosotros pie en el Paraguay, el comercio inglés recibirá un golpe terrible...”.
Lo cierto es que, hayan habido o no intenciones de espionaje o diplomáticas, el naturalista Bompland regresó a América en 1817, invitado por Simón Bolívar. No era su primer contacto con el continente. Ya había estado recorriéndolo con el célebre geógrafo Von Humboldt. Los infortunios de Bolívar desviaron el curso de Bompland al Plata, adonde llegó en febrero de 1817. En 1819 entró en relaciones con Francisco Ramírez, quien lo entusiasmó para establecer una colonia en Misiones para investigar las especies botánicas de la rica flora misionera.
En marzo de 1821, salió Bompland de Corrientes, llegando a Candelaria dos meses después. En Santa Ana se contactó con Nicolás Aripí, a quien definió como un “indio muy racional”, según carta enviada a Ramírez el 21 de junio de 1821. El lugar lo entusiasmó inmediatamente. Lo describió como un “paraíso con gran abundancia de frutales (...) y de buenos yerbales”. Pero la pobreza y desorden que encontró entre los grupos guaraníes acampados en las ruinas de Santa Ana lo impresionaron. Por eso llegó a pensar en una refundación del poblado. En julio de 1821 le escribía a Ramírez que: “...a mi parecer, el modo más seguro de conservar la buena armonía con Aripí, con los indios que tiene ya reunidos y con las muchas familias que se hallan esperando escondidas en los montes, sería de mandar a Santa Ana un religioso bueno, pobladores (...) y meter a su lado un hombre racional que le sirviese de secretario y de mentor”.
Pero poco tiempo dispuso Bompland para su proyecto colonizador. El 8 de diciembre de 1821, el pueblo fue atacado por las tropas paraguayas con 500 hombres. Bompland, herido en la cabeza, fue hecho prisionero y conducido a Itapúa. El dictador Francia, enterado del prestigio del botánico le otorgó una chacra, como prisión, en Santa María (Paraguay), donde vivió poco más de una década, hasta que fue liberado.

Misiones bajo dependencia santafesina 
El Tratado del Cuadrilátero, a principios de 1822 entre Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe significó un convenio de ayuda recíproca de las provincias firmantes frente a la incorporación de la Banda Oriental al Reino Unido de Portugal y Brasil el 18 de julio de 1821 con el nombre de Provincia Cisplatina. Ese hecho desnudó totalmente la política expansionista del Brasil hacia los territorios platinos. 
Para Misiones este acuerdo tuvo gran importancia porque en sus enunciados se reconocían los tradicionales límites del Miriñay y la Tranquera de Loreto con la provincia de Corrientes. Por otra parte, se reconoció el derecho de Misiones a darse gobierno y solicitar protección de cualquiera de las provincias litorales, lo que afianzaba la ancestral costumbre de necesidad de paternalismo de sus habitantes. Como consecuencia, el endeble gobierno de Aguirre consiguió del caudillo santafesino, Estanislao López, el 1° de febrero de 1822 un compromiso ante los otros estados litorales de proteger a Misiones “mientras conforme su propio gobierno”.
La tutela de López respondía a la coyuntura del Litoral en los inicios de la década de 1820. La muerte de Ramírez y el alejamiento de Artigas, exiliado en el Paraguay habían dejado como único líder nato de los federales litoraleños al gobernador santafesino.
La firma del Tratado del Cuadrilátero prolongó por un tiempo la agonía de Misiones en su afán de conservar su autonomía institucional, en una región casi baldía. Mediante este acuerdo, se prolongó la concreción de la incorporación de San Miguel, Loreto y San Roquito a Corrientes, pueblos que ya habían decidido en febrero de 1822 su anexión a aquélla, “en virtud de hallarnos sin protección alguna por no haber Autoridad ni jefe reconocido en Misiones”.


 Loreto (Corrientes). Pueblo habitado por mayoría de población
 guaraní. Junto con San Miguel, en 1822, pidieron ser incorporados a
 la provincia de Corrientes.

En el convenio de protección de Santa Fe a Misiones, firmado entre Estanislao López y Félix de Aguirre, se reconocía a Misiones como comandancia general y no como provincia. Pero, a pesar de ello, la autoridad de Aguirre era reconocida para todo el territorio, aunque fuese la de comandante y no gobernador, como se autotitulaba. Existían entonces en el territorio misionero sólo seis pueblos: San Roquito, Asunción del Cambay, San Miguel y Yatebú (o Loreto) y los casi arruinados poblados de La Cruz y Yapeyú. La mayoría de los caciques de estos pueblos desconocían la autoridad del nuevo Comandante, elegido por Estanislao López.
Durante todo el año 1822 se reiteran las súplicas de los habitantes de San Roquito al gobierno de Corrientes para ser incorporados a aquella provincia. Aguirre, en tanto apelaba al rigor para ser aceptado como comandante, lo que provocaba mayores resentimientos entre sus subordinados.
Los pedidos de los pobladores de San Roquito de integrarse a Corrientes eran equivocadamente interpretados por Estanislao López como intentos de aquella provincia de adherir el territorio de Misiones a su jurisdicción. Por esa razón, en nota fechada el 25 de junio de 1822 dirigida al gobernador correntino, José Fernández Blanco, López le aconsejaba que “debe dejarlos que permanezcan tranquilos a fin de solemnizar la paz. V.S. no se oponga a esta política, y yo salgo garante de la tranquilidad de aquel territorio”. Evidentemente, López desconocía la realidad de Misiones. O los recelos y suspicacias entre los gobernantes de aquella difícil época hacían sospechar realmente a López de las verdaderas intenciones del gobierno correntino para con el territorio misionero.
Al trasladar la sede de su gobierno a San Roquito, Aguirre nombró a un coprovinciano suyo, Miguel Giménez, como comandante de San Miguel. Meses después, en un intento de reorganizar los pueblos de Yapeyú y La Cruz envió Aguirre como comandante de Yapeyú a Vicente Ignacio Martínez, otro correntino que, en la Asamblea Constituyente de 1826 oficiará de diputado por Misiones. 
Ya entonces Misiones no existía como jurisdicción autónoma. Se limitaba a un espacio casi vacío, tutelado por un gobernador de otra provincia, con sus pueblos anarquizados en rebeldía contra sus gobernantes, que no pertenecían a su raza. Sus habitantes, sin recursos, se entregaron al bandolerismo y al abigeato en las estancias al oeste del Miriñay, lo que agravaba las tensiones con Corrientes.

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Bibliografía
Fuentes documentales

Los Autores
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