América
en la visión de los europeos
El
l2 de octubre de 1492 el Almirante Cristóbal Colón llegaba
impensadamente al continente americano. Detrás de él, España,
la monarquía española, el cristianismo y su fe, la Iglesia, la
ambición por el oro, la ambición por el poder en los hombres.
Los cuatro viajes realizados por Cristobal Colón a América
(1492-l502) sirvieron fundamentalmente para apreciar una geografía
desconcertante y un continente humano novedoso y llamativo. Así
transcurrieron ante los ojos deslumbrados de los españoles las
islas Bahamas, Cuba, Haití (l492), las Antillas Menores, Puerto
Rico y Jamaica, fundando el fuerte de Natividad en Haiti (l493).
Luego seguiría el descubrimiento de la desembocadura del río
Orinoco y la punta de Paria en Venezuela (l498), finalmente el
Gran Almirante Colón recorrería las costas de Honduras, Panamá
y Costa Rica (l502). En todo aquel tiempo dos preocupaciones
ocupaban su pensamiento: encontrar oro y difundir la fe
cristiana. Colón todavía consideraba que estaba en cercanías
de las Indias y con esa idea regresó a España en l504 para no
volver jamás.
Entre los años l499 y l502 zarparon seis expediciones
exploradoras que recorrieron las costas de Venezuela y en el mes
de febrero del año l500 Vicente Yañez Pinzón logró llegar
hasta las costas del Brasil, dos meses antes de que lo hiciera
accidentalmente el navegante portugués Pedro Alvarez Cabral. En
l5l3 luego de una penosa travesía Vasco Nuñez de Balboa pudo
cruzar el accidentado istmo de Panamá y divisó el Océano Pacífico,
al que llamó Mar del Sur. Con el descubrimiento del Océano Pacífico,
al objetivo de encontrar las renombradas riquezas en oro y plata
a que hacían mención las versiones indígenas, se sumó el de
hallar un paso interoceánico que comunicara el Océano Atlántico
con el Océano Pacífico, con lo cual se llegaría a las Indias
Orientales por una ruta alternativa a la de los portugueses.
A dos décadas del descubrimiento de América, se habían
producido dramáticos cambios en las relaciones hispano-indígenas.
Aquellos primeros encuentros de Cristóbal Colón, en los cuales
primaba la armonía y el asombro de una y otra parte, matizados
con intercambios de productos de la tierra por coloridas chucherías,
devinieron lentamente en un clima de violencia y sometimiento
forzado para las poblaciones aborígenes. El descubrimiento de
que el indígena podía trabajar y producir en una situación
controlada por el conquistador signó un tipo de relación
basada en la subordinación y el sometimiento, resguardado por
un régimen jurídico específico. En medio de esta turbia
relación estaba la Iglesia, con el íntimo convencimiento de su
misión evangelizadora y salvífica en el Nuevo Mundo, proyecto
con el cual se comprometió desde un comienzo la misma España.
No en vano el Papa Alejandro VI en el año l493 había otorgado,
por bula pontificia, a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón
e Isabel de Castilla, todas las tierras descubiertas y por
descubrir, siempre que no hubiesen sido adjudicadas por bulas
anteriores a otros soberanos.
El
Tratado de Tordesillas y sus consecuencias
La bula del Papa Alejandro VI provocó las
protestas de Portugal, potencia marítima que rivalizaba con
España por el control de las rutas comerciales hacia las Indias
Orientales y en los descubrimientos de nuevas tierras. Alejandro
VI trató de solucionar el conflicto con otra bula, por la cual
se trazaba una línea de polo a polo que pasaba a l00 leguas al
oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, correspondiendo la
zona oriental a los portugueses y la occidental a los españoles.
Tampoco esta solución satisfizo a los portugueses. Finalmente,
en el año l494, los reyes católicos firmaron con el rey de
Portugal el Tratado de Tordesillas. Este acuerdo llevaba la línea
establecida por el Papa Alejandro VI a 370 leguas al oeste de
las islas de Cabo Verde. Para Portugal el Tratado de Tordesillas
se convertiría en un logro de consecuencias imprevisibles, al
quedar parte de las tierras de Brasil en su jurisdicción.
Simultáneamente el Tratado sería fuente de continuos
conflictos entre España y Portugal por las posesiones en la
región del Plata.
El descubrimiento de América y los primeros pasos de la
conquista generaban en España profundos debates. El Tratado de
Tordesillas intentaba responder a una de las tantas cuestiones
que se planteaban: ¿hasta dónde llegaban los derechos
territoriales de España frente a las otras potencias europeas,
tal el caso de Portugal?. Existían además otras cuestiones que
exigían definiciones y compromisos filosóficos, éticos y jurídicos.
El indio, ¿era un ser racional?, ¿podía ser esclavizado?, ¿era
súbdito de los reyes de España?, ¿se le debía reconocer el
derecho a practicar su cultura?, ¿podía ser dueño de la
tierra que habitaba?, ¿era justo someterlo a un régimen de
trabajo obligado?, ¿el catolicismo: conversión compulsiva o
persuasiva?. Sobre estos aspectos se debatía, se opinaba, se
escribía y se sentaban normas jurídicas, en el círculo de la
intelectualidad española y de la Iglesia.
Pero en América la realidad se mostraba diferente: era la
tierra de la acción directa, casi irreflexiva. El conquistador
y los primeros colonizadores se preocupaban fundamentalmente por
ocupar nuevos territorios, encontrar oro y en abundancia,
someter a poblaciones e indígenas para valerse de sus trabajos,
vencer a los adversarios personales en la lucha por el poder en
la nueva tierra. En la práctica la conquista y la colonización
eran emprendimientos particulares que respondían también a
intereses particulares, contradictorios en gran medida a los de
la propia corona española.
En este contexto se llevan a cabo la conquista y el sometimiento
de las dos culturas más evolucionadas de América, la azteca e
incaica. Entre l5l9 y l52l, Hernán Cortés logró vencer a los
aztecas, apoderándose de la ciudad capital del imperio,
Tenochtitlán, fundado sobre sus ruinas la ciudad de México.
Sobre la base de los territorios conquistados, en el año l534,
la corona española fundó el Virreinato de Nueva España. Luego
siguió la conquista del imperio incaico, emprendida por
Francisco Pizarro y Diego de Almagro, entre los años l53l y
l533. Sometida la región del Perú incaico, en el año l542,
con los territorios conquistados se fundó el Virreinato del Perú.
Con la conquista de los dos grandes imperios indígenas
americanos y tras haber hallado finalmente el oro tan deseado en
objetos y en minas, el conquistador y el colonizador se
sintieron dueños indiscutidos de la nueva tierra y de todo lo
que ella contenía.
Primeras
exploraciones en la Cuenca del Plata
El descubrimiento y las primeras exploraciones
de la región del Río de la Plata son un efecto inmediato del
descubrimiento del Océano Pacífico realizado por Vasco Nuñez
de Balboa en el año l5l3. Efectivamente, desde aquel año fue
una preocupación constante de la corona española hallar un
paso interoceánico que comunicara el Océano Atlántico con el
Océano Pacífico. Aún España mantenía su objetivo inicial de
establecer una ruta comercial con el lejano oriente (Japón,
China e India). Con esa finalidad comenzaron a proyectarse
expediciones navales, dirigiéndolas hacia las costas atlánticas
de América de Sur. Portugal comenzó también a planear sus
propias expediciones.
Ya hemos visto cómo en el año l500 el marino español Vicente
Yañez Pinzón exploró parte de las costas del Brasil. Meses
después, en el mismo año, lo haría el portugués Pedro
Alvarez Cabral, cuando su expedición se desvió accidentalmente
de la ruta que llevaba hacia la India. En el año l5l5 zarpó de
España el Piloto Mayor Juan Díaz de Solís con una expedición
naval para hallar el paso interoceánico. Recorrió las costas
del Brasil y llegó en el año l5l6 al estuario del Río de la
Plata, al que llamó Mar Dulce. Solís, con algunos tripulantes,
se dirigió hacia la costa del actual República Oriental del
Uruguay. Al intentar entablar contacto con los aborígenes son
muertos por éstos, a la vista de sus compañeros que observaban
el episodio dramático desde las naves fondeadas en el río.
Ante tamaño infortunio la expedición debió regresar a España.
En el año l520 cruzó frente al Río de la Plata la expedición
de Hernando de Magallanes, la que siguió con éxito hasta el
sur, donde halló el paso interoceánico tan buscado.
Sebastián
Caboto remonta el Paraná
En l526 llegó al Río de la Plata otro
navegante enviado por España. Era Sebastián Caboto y su misión
era la de realizar el mismo recorrido que habían hecho Hernando
de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Al llegar a la isla
Santa Catalina, frente a las costas del Brasil, se perdió una
de las naves principales y Sebastián Caboto se encuentró con
Alejo García y otros sobrevivientes de la expedición de Solís,
que habían permanecido entre los indios desde l5l6, realizando
inclusive una incursión exploratoria que habría llegado hasta
el Chaco boreal. Estos españoles relataron a Caboto la
existencia de una región en donde abundaban el oro y la plata y
a la que era posible llegar remontando los ríos Paraná y
Paraguay.
Deslumbrado por los relatos de Alejo García, Sebastián Caboto
desistió de la misión que le había encomendado la corona española
y decidió unilateralmente explorar la región del Río de la
Plata. Luego de recorrer el corto curso del Río de la Plata,
ingresó en el río Paraná, fundando en sus márgenes, en la
actual provincia argentina de Santa Fe, el fuerte de Sancti Spíritus,
primer asentamiento fundado en territorio argentino. Tras dejar
un contingente en el fuerte prosiguió la navegación del río
Paraná, llegando hasta el sitio que denominó Santa Ana, desde
donde descubrieron los esteros del Iberá y entraron en contacto
con poblaciones indígenas guaraníes de las que obtuvieron
algunas escasas muestras de oro y plata. Las embarcaciones
prosiguieron navegando hasta llegar a las correderas de Apipé,
accidente del río que les impidió continuar con la exploración.
Volvieron sobre el curso del Paraná y remontaron el río
Paraguay, buscando la renombrada “Sierra de la Plata”. En
plena navegación Sebastián Caboto se cruzó con otro
expedicionario que llegaba desde España. Se trataba de Diego
García que llegaba al Río de la Plata atraído, al igual que
Caboto, por las versiones sobre las riquezas que escondía la
región. Atacado el fuerte Sancti Spíritus y destruido
totalmente por los indígenas, y visto la imposibilidad de
continuar con las exploraciones, Sebastián Caboto y Diego García
decidieron regresar a España.
Pedro
de Mendoza en el Río de la Plata
Las noticias llevadas por Caboto y García a
España entusiasmaron a la corte española y la impulsaron a
organizar una imponente expedición al Río de la Plata. Don
Pedro de Mendoza, nombrado Adelantado, fue puesto al frente de
la misma. Los l6 barcos y l500 hombres arribaron a la orilla
derecha del Río de la Plata a principios del año l536. A Don
Pedro de Mendoza se le había encomendado la misión de fundar
una ciudad, tres fortalezas, abrir un camino terrestre hacia el
Océano Pacífico y evangelizar a los indígenas. España
buscaba también contrarrestar las pretensiones portuguesas
sobre el Plata, ya que la presencia de navegantes lusitanos en
el Río de la Plata se había vuelto insistente luego del
frustrado viaje de Solís.
El 2 de febrero de l536 Don Pedro de Mendoza fundó el puerto de
Buenos Aires. No tardaron en aflorar algunos graves problemas:
faltaban alimentos y era difícil conseguirlos y los indígenas,
en un primer momento muy serviciales, se mostraban cada vez más
reacios a cooperar a causa de los abusos de los españoles. Al año
siguiente de la fundación, Don Pedro de Mendoza, muy enfermo,
decidió regresar a España, falleciendo en altamar.
Juan de Ayolas, designado Gobernador por Pedro de Mendoza antes
de su partida, remontó el río Paraná y luego el río Paraguay
en busca de alimentos y de un lugar más favorable para un
asentamiento. En su incursión logró llegar hasta los límites
del imperio incaico, pero de regreso pereció con la totalidad
de sus hombres en manos de los indígenas que habitaban el curso
superior del río Paraguay.
La
fundación de Asunción
Un segundo de Ayolas, Juan de Salazar, fundó en
la margen izquierda del río Paraguay el puerto de Asunción en
agosto de l537. El sitio era muy favorable para un asentamiento.
Superaba en este sentido al sitio elegido para la fundación del
puerto de Buenos Aires. Los alrededores del puerto de Asunción
estaban poblados por varias parcialidades guaraníes que
inmediatamente congeniaron con los españoles, originándose una
alianza hispano-guaraní. Algunos de los caciques, especialmente
los de la parcialidad de los carios, ofrecieron en matrimonio
sus hijas a los conquistadores. Estas uniones hicieron surgir
entre españoles y guaraníes los lazos de parentesco y la
reciprocidad en la producción y en la economía. Los españoles
comenzaron a sacar buen provecho de la institución del cuñadazgo,
por la cual los hermanos de la esposa debían prestar trabajo
gratuito a su cuñado. Ello hizo surgir entre los españoles el
hábito de la poligamia, ya que a más esposas, más prestadores
de trabajo disponibles. La alianza tuvo también un carácter
militar: los ancestrales enemigos de los guaraníes, los guaicurúes
que habitaban la orilla opuesta del río Paraguay, se
presentaban también como acérrimos enemigos de los españoles.
Y la expansión hispánica hacia la región incaica, coincidía
también con la expansión de los guaraníes hacia aquella área,
a la que llamaban el reino de “Paitití”. El asentamiento
prosperó con tal bonanza que en el año l54l el Teniente
Gobernador Domingo Martínez de Irala decidió la extinción del
puerto de Buenos Aires y el traslado de todo lo que allí había,
personas y enseres, a Asunción, la cual quedó convertida en
ciudad.
Asunción se convirtió en un importante centro de conquista y
colonización de la región de la cuenca del Plata. Desde ella
partieron expediciones que realizaron un conjunto de fundaciones
que afirmaron la presencia hispánica en la región. Así, Ruy Díaz
de Melgarejo fundó Ontiveros, en el Guayrá, en l55l; en l556,
también en el Guayrá, Gonzalo de Mendoza fundó Ciudad Real;
Nufrio de Chávez, en l56l, camino al Perú, fundó Santa Cruz
de la Sierra; en l573 Juan de Garay fundó Santa Fe; en l575,
Ruy Díaz de Melgarejo fundó Villarrica del Espíritu Santo; en
l580 Juan de Garay fundó la ciudad de Buenos Aires; en l588,
Juan Torres de Vera y Aragón, la ciudad de Corrientes. Las
fundaciones eran acompañadas con exploraciones de la geografía
de la región. En el año l542 Alvar Nuñez Cabeza de Vaca
recorrió a pie todo el trayecto que va desde la isla de Santa
Catalina, sobre la costa atlántica, hasta la ciudad de Asunción,
entrando en contacto con los guaraníes de la región y
descubriendo las cataratas del Iguazú. En l56l Alonso de
Riquelme realizó un reconocimiento de la región del Guayrá.
En l563 Francisco Ortíz de Vergara pudo llegar hasta el río
Aguapey. En l598 Hernandarias y Juan de Espinosa recorrieron
toda la costa del Paraná, desde su unión con el río Paraguay,
hasta la desembocadura del río Aguapey en el Paraná.
El
sometimiento del indio
La armonía del primer instante, producto de las
uniones de españoles con mujeres guaraníes, no tardó en
romperse. Cuando los asuncenos advirtieron sorpresivamente que
el Perú ya había sido conquistado por Francisco Pizarro y
Diego de Almagro, la ilusión de las riquezas en oro y plata se
esfumaron. Establecida en una región en que la naturaleza no
ofrecía la más mínima muestra de metales preciosos, Asunción,
al igual que las demás ciudades fundadas, debió definirse
necesariamente por la producción agrícola y ganadera. La
necesidad de mano de obra fue creciendo a medida que se fundaban
nuevas ciudades y la colonización de nuevas tierras avanzaba
aceleradamente. Entonces se comenzó a aplicar sobre el indígena
el régimen de la encomienda. Grupos de indios guaraníes eran
“encomendados” a un español o criollo por gracia del
Gobernador y de la corona. En el año los indígenas
encomendados debían prestar servicio laboral a su señor
durante un mes. Como contraprestación el encomendero debía
velar por su bienestar y evangelizarlos. El régimen no tardó
en degenerar en una brutal opresión, cuyas notas más
sobresalientes fueron el incremento de la mortalidad indígena y
luego las rebeliones masivas. El sistema de las encomiendas se
aplicó sobre los guaraníes de las ciudades de Asunción,
Corrientes, Villa Rica, Ciudad Real. |