Millennials, así, en inglés porque en castellano no da, es la Generación Y, conocida así por seguir a la Generación X. Son los que nacieron a mediados de la década de 1980, es decir que tenían unos quince años en 2000, pero comprende grosso modo a los nacidos entre 1980 y 1995, así que hoy tienen entre 25 y 40 años más o menos. Dice la Wikipedia que “son personas que se adaptan fácil y rápido a los cambios, pues ellos pasaron de usar el vídeo Betamax, al VHS, al DVD, al Blu-Ray y navegan en los sistemas streaming como pez en el agua. Usaron el teléfono fijo para acercarse a sus amigos y toda clase de teléfonos móviles hasta llegar actualmente a los llamados teléfonos inteligentes. Pasaron de usar disquetes para almacenar su información, a quemar CD, usar USB y hasta llegar a la nube. Todos estos cambios en menos de 20 años y aprendieron a usar absolutamente todo.”
Quizá sea por todo esto que se creen más de lo que son y por eso me tienen bastante cansado. Le voy a pasar algunas características de los millennials que le hacen decir a Simon Sinek que se criaron bajo estrategias fallidas de educación. No todos, claro, pero muchos de ellos sufren una enfermedad que les impide salir de la adolescencia. Sus mismos padres, quizá empujados por alguna frustración o por no querer lo que hacían, los convencieron de que basta con querer las cosas para tenerlas. Algunos ganaron premios no por merecerlos sino porque sus padres se quejaron porque no los recibían. Hasta las notas del colegio son producto de las quejas de los padres y no del estudio de los hijos. Para que no se frustren se premia también a los peores, se borraron las sanciones y las exigencias y hasta los berrinches se volvieron expresiones de estados de ánimo que conviene respetar en lugar de corregirlas con un sopapo. No es una exageración: para la categoría infantil de las copas que auspicia El Territorio hay que comprar tantas medallas como participantes...
Ni siquiera nos dimos cuenta que al dar a todos la misma medalla estábamos devaluando la que le damos a los mejores, que son los verdaderos frustrados de la generación del milenio. Pero eso no es todo: les dijimos a los peores que eso no importa y entonces convertimos también en frustrados a los de abajo de la lista cuando se enfrentan con el mundo real y se dan cuenta de que hay que trabajar duro en este mundo competitivo y cruel donde no todos es soplar y hacer botellas.