Millennials

Domingo 19 de noviembre de 2017

Millennials, así, en inglés porque en castellano no da, es la Generación Y, conocida así por seguir a la Generación X. Son los que nacieron a mediados de la década de 1980, es decir que tenían unos quince años en 2000, pero comprende grosso modo a los nacidos entre 1980 y 1995, así que hoy tienen entre 25 y 40 años más o menos. Dice la Wikipedia que “son personas que se adaptan fácil y rápido a los cambios, pues ellos pasaron de usar el vídeo Betamax, al VHS, al DVD, al Blu-Ray y navegan en los sistemas streaming como pez en el agua. Usaron el teléfono fijo para acercarse a sus amigos y toda clase de teléfonos móviles hasta llegar actualmente a los llamados teléfonos inteligentes. Pasaron de usar disquetes para almacenar su información, a quemar CD, usar USB y hasta llegar a la nube. Todos estos cambios en menos de 20 años y aprendieron a usar absolutamente todo.”
Quizá sea por todo esto que se creen más de lo que son y por eso me tienen bastante cansado. Le voy a pasar algunas características de los millennials que le hacen decir a Simon Sinek que se criaron bajo estrategias fallidas de educación. No todos, claro, pero muchos de ellos sufren una enfermedad que les impide salir de la adolescencia. Sus mismos padres, quizá empujados por alguna frustración o por no querer lo que hacían, los convencieron de que basta con querer las cosas para tenerlas. Algunos ganaron premios no por merecerlos sino porque sus padres se quejaron porque no los recibían. Hasta las notas del colegio son producto de las quejas de los padres y no del estudio de los hijos. Para que no se frustren se premia también a los peores, se borraron las sanciones y las exigencias y hasta los berrinches se volvieron expresiones de estados de ánimo que conviene respetar en lugar de corregirlas con un sopapo. No es una exageración: para la categoría infantil de las copas que auspicia El Territorio hay que comprar tantas medallas como participantes...
Ni siquiera nos dimos cuenta que al dar a todos la misma medalla estábamos devaluando la que le damos a los mejores, que son los verdaderos frustrados de la generación del milenio. Pero eso no es todo: les dijimos a los peores que eso no importa y entonces convertimos también en frustrados a los de abajo de la lista cuando se enfrentan con el mundo real y se dan cuenta de que hay que trabajar duro en este mundo competitivo y cruel donde no todos es soplar y hacer botellas.

Viven en la cultura de WhatsApp, Facebook o Instagram, en la que todo es lindo, fácil y divertido... porque es mentira. A cada cosa que hacen o dicen, 300 amigos les contestan bieeeeeeeen, qué liiiiiiiiiiiiindo, wooooow... o los llenan de aplausos y pulgares para arriba. Si en nuestra generación hubiera ocurrido eso, bastaba con mandarlos a freír buñuelos por zalameros.
En las conversaciones con sus mayores, incluidos sus padres, les alcanza con la excusa “estamos en el siglo XXI” para dar por buena cualquier estupidez que se les cuestione porque ellos son los árbitros de toda la historia. Es cierto que el mundo cambió, pero lo que cambia del mundo son los estilos y los modos y no lo esencial de la condición humana ni la realidad de lo que acontece. Cambia el relato pero no cambia la historia. El mundo de los millennials se ha vuelto un relato como el que nos acostumbró la política: ya no importa si las cosas pasaron o no pasaron: en tiempos de la posverdad lo que importa es lo que se dice que pasó.
Pero lo peor de esta generación es la superficialidad. Nada es profundo, nada es permanente, nada es del todo en serio, no hay compromisos ni otra actitud que los gustos propios. Las conversaciones –cara a cara o por redes sociales– son colecciones de autorreferencias aburridas y superfluas. Hablan mucho porque hablan de ellos, todo el tiempo y con todos.
Puedo seguir con cientos de síntomas de esta fatiga que me causan los millennials, pero se me acaba el espacio. Déjeme repetirle que la culpa es nuestra, de los de la generación anterior. Quizá estemos a tiempo de hacer algo...

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar