El Papa en Chile, Perú ...y Argentina

Domingo 21 de enero de 2018
Ya sé que se dice y escribe la Argentina; también el Perú, pero concédame la licencia de no ser tan maestro Ciruelo para poner en el título a los tres países en pie de igualdad lingüística. Si lee esta columna el domingo 21 el Papa estará todavía en América, terminando la visita a Chile y Perú. En estos siete días que van de lunes a lunes pasaron un montón de cosas, pero quería comentar solo algunas de ellas.
Para viajar desde Roma a Santiago, el vuelo del Papa sorteó curiosamente los países del norte de África por donde es obligado pasar si el avión viaja en línea recta para ahorrar combustible y tiempo; pero en América atravesó el espacio aéreo de Brasil, Paraguay y la Argentina antes de internarse en el de Chile. En estos casos es costumbre mandar un mensajito protocolar a los presidentes de esos países: unas líneas nada más para saludar y desear lo mejor, que deben estar en la memoria del teléfono de algún funcionario, al que se agrega el nombre del mandatario y se manda sin más trámite. Bueno, “Frío mensaje del Papa a Macri”, titularon unos cuantos medios de Buenos Aires como la noticia más importante de aquel día...
Hay que ser Papa argentino y viajar a Chile, digo porque ya se sabe que cuanta más frontera común tienen dos países, más pica hay entre ellos. Bueno, Francisco se lo bancó sin drama, juntó multitudes y se metió en el bolsillo a los chilenos del sur, del centro y del norte, y eso que los chilenos son parcos para el entusiasmo. “Complicado viaje del Papa a Chile” y cosas parecidas titularon los mismos medios de Buenos Aires: los mapuches, los pedófilos, las víctimas de los pedófilos... lo de siempre. En Iquique celebró una de esas misas multitudinaria en el medio del desierto; no sé ahora cuánta gente fue ni cuanta esperaban que fuera, pero un diario de Buenos Aires tituló que fue poca gente y lo ilustró con la foto de un dron ¡sacada cinco horas antes! (pruebe volar un dron en plena misa del Papa y va a probar también la puntería de los carabineros de Chile).
Para más datos el Papa defendió al obispo de Osorno, acusado por la opinión pública (los medios de Chile) de encubrir casos de pedofilia en su diócesis. “Es una calumnia”, dijo el Papa y ofreció retirarlo de su cargo en cuanto presenten una sola prueba de ese supuesto crimen. El mismo diario de Buenos Aires tituló que la mujer del ex presidente Frei no le creía, como si un diario de Chile publicara que la mujer de De la Rúa no le cree algo al Papa. Asombroso por donde se lo mire. Resulta que el Papa que ha sido durísimo con todos los casos de pederastia en la Iglesia estaba defendiendo a un obispo de acusaciones injustas, certificando que cuando condena a un eclesiástico –y condenó a unos cuantos– lo hace porque tiene pruebas. Ni Martín Caparrós ni Juan José Sebrelli, sus más grandes detractores nacionales, se percataron de la inmensa rectitud de intención y de la valentía excepcional de Francisco y siguieron despotricando contra él por no hacer lo que ellos han decidido que tiene que hacer nada menos que el Papa. 
En el viaje de Santiago a Iquique el Papa casó a dos auxiliares de a bordo que le contaron que tenían dos hijas y estaban unidos por el Registro Civil pero no por la Iglesia. Resulta que el día de la ceremonia que iba a realizarse en la parroquia de su barrio justo ocurrió un flor de terremoto y la iglesia se derrumbó. Les preguntó si querían casarse, lo contestaron que sí y los casó ahí mismo. Era un matrimonio hecho y derecho al que solo le faltaba la bendición y la bendición vino del Papa y en un avión, su lugar de trabajo. Los casó sin más trámite que un acta redactada en un papel de oficina que lleva la firma de los contrayentes, de un testigo y de Francisco. El Papa sorprendió a todos, también a los medios, pero Dios quiera que haya sorprendido a los párrocos y obispos de nuestra América. Vaya mañana con su novia o su novio a pedirle al párroco que los case y me va a dar la razón. Pero no es este el punto que quiero resaltar sino este otro: ¿cuál es la necesidad de que todo casamiento imite el de la reina de Inglaterra? El Papa acaba de imponer la onda de casarse sin fiesta, sin invitados, sin flores, sin fotos, sin comilona, sin música ni bailongo, sin limusina, sin video, sin disfraces de nobles ingleses... Los casó en su lugar de trabajo y enfundados en sus uniformes de Latam y el casamiento les costó cero pesos.
Tengo la secreta esperanza de que el Papa venga a la Argentina en 2019. La baso en que una vez agotados los países de América tiene que venir sí o sí a Uruguay y no puede ir a Uruguay si no viene a la Argentina. Además dejar su país para el final es un detalle de cortesía y ya estamos llegando al final de la cola. Pero igual encontré en este viaje las razones por las que Francisco no quiere venir: somos imbancables.

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar