El voto obligatorio y la ley seca

Domingo 13 de agosto de 2017
Hoy se votan las Paso (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). No nos va a cambiar la vida porque las elecciones que valen son las de octubre, pero piense que son como una encuesta en la que votamos por obligación a un candidato que puede no ser el que vamos a votar en las elecciones de verdad y entonces la encuesta sale mal. Si sirve para democratizar a los partidos políticos probablemente sea una buena idea, pero si no hay internas es una pérdida de tiempo. Nuestros partidos no son muy democráticos y así es como nos va con la Democracia en la República.
Tengo otro dilema con las Paso y está en la última letra de la sigla. Dicen que es obligación votar y si es obligación habrá que hacerlo, pero resulta que a pesar de ser obligación, en la Argentina vota el 70% del padrón. Quiere decir que aunque la ley establezca la obligatoriedad, de hecho no es obligación. Votar en la Argentina es más un derecho que un deber; un deber cívico sin consecuencias reales, ya que aunque las sanciones están previstas, nadie las aplica.
En las democracias más avanzadas no es obligación votar y votan más o menos los mismos que en la Argentina. En Francia hubo elecciones este año y decían las noticias que fue con récord de abstención: el 25%. En España también hubo elecciones el año pasado y la abstención fue del 30%. En Italia votan un poco menos. No sé si la de los Estados Unidos es una democracia madura, pero sí que es donde menos gente vota: en las elecciones del año pasado votó el 57% de los habilitados y ganó Trump gracias al colegio electoral y no a los votantes, ya que en números totales fueron más los de Hillary Clinton; y ojo que en los Estados Unidos se vota un martes, laborable como cualquiera del año.
También puede ocurrir que los que no votan en la Argentina no voten por retobados: porque los obligan a votar. Habría que probar con el voto optativo para saber si sube o baja la cantidad de votantes. Sea lo que sea, la costumbre es una fuente del derecho, por eso las leyes se devalúan cuando la gente deja de cumplirlas sin consecuencias y eso es lo que pasa con la obligatoriedad del voto en la Argentina, sancionada por la llamada Ley Sáenz Peña en 1912, un poco después de la Edad Media...
Además del voto obligatorio, el Código Electoral establece la Ley Seca. Resulta que no se puede tomar alcohol los días de elecciones… bueno, no es tan así: está prohibida la venta de bebidas alcohólicas desde las 20 de ayer hasta las 21 de hoy (desde doce horas antes de iniciado el comicio hasta tres horas después de finalizado, dice la ley), pero está claro que el estado paternalista no quiere que nos emborrachemos justo hoy.
Es tenebroso que el Estado crea que todos somos unos borrachines en potencia, gente sin voluntad, y que por tanto es mejor evitar la venta de bebidas alcohólicas para evitar que nos emborrachemos y votemos cualquier cosa o nos desgobernemos y se nos dé por la batahola justo en el día de elecciones. Y si supone eso también supone que los otros días del año podemos emborracharnos y armar grescas donde se nos ocurra: es decir que el problema no es la ebriedad, el desgobierno o las bataholas que afecten al resto de los ciudadanos sino sólo cuando afectan a las elecciones. Los que redactaron esa ley sabían pensar que somos un pueblo de retardados mentales.
Está prohibido el expendio de bebidas alcohólicas y no su consumo. Es decir que puede tomar alcohol en su casa pero no en el bar o el restaurante, que además estará cerrado, por lo menos hasta las 21 de hoy. Y si usted se olvidó de comprar vino para el asado tiene que manguearlo a un vecino, pero le aclaro que tampoco podrá comprar carne porque no hay dónde, así que la medida contra el vino es innecesaria, por lo menos para el día de la elección, ya que están cerrados los locales donde se compra o consume alcohol, pero también galletitas, Bidú Cola y pastillas Renomé. Solo si fue anoche a un restaurante y pidió vino para acompañar la cena, no se lo pudieron servir sin cometer un delito electoral…
Los argentinos somos así: cuando nos obligan a votar se nos van las ganas de hacerlo y cuando nos prohíben el alcohol nos dan más ganas de tomarlo. Deberíamos probar a ver qué pasa si vamos a votar todos borrachos: quizá ese día elegimos a los que nos saquen de la decadencia.

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar