Las leyes no se sancionan por tumulto

Domingo 17 de diciembre de 2017
Titulo esta columna con las palabras que los argentinos atribuimos a Juan Perón, pero podrían ser perfectamente de Otto von Bismarck, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, de Alejandro VI y hasta del viejito Hammurabi... o suyas, o mías, o de cualquiera que cumple las leyes como la inmensísima mayoría de los mortales. Pero pasa con estos principios tan generales y evidentes que cuando hay necesidad de enunciarlos es porque el que lo dice pensó que podía no ser así: los que no asesinamos ni robamos no andamos diciendo que no asesinamos ni robamos y los que cumplimos las leyes no andamos diciendo que las cumplimos.
Alguien me recordó esa frase hace justo una semana y me vienen ahora al pelo para decir lo que quiero decir sobre lo que ocurrió en el Congreso de la Nación el jueves, pero antes quiero aclarar que no estoy escribiendo ni a favor ni en contra de la sanción de la reforma previsional que se debate en estos días: no pienso entrar en ese lío como tampoco en averiguar si lo que pasó fue culpa de unos o de otros, porque creo que fue de todos.
Lo que pasó precisamente el jueves es que un grupo de nueve legisladores consiguieron que la Honorable Cámara de Diputados suspendiera la sesión que debía sancionar una ley después de haber conseguido el quórum reglamentario. Dicen que fue por un olvido de una diputada, que se sentó sin querer en su banca y accionó la luz de presente y los mecanismos del quórum. Como una vez que hubo quórum los que querían sancionar la ley eran mayoría, la ley salía... pero entonces, y para que no salga la ley, empezó el tumulto adentro y también afuera del Congreso de la Nación, hasta que la sesión se suspendió para mañana.
Mucho más grave y peligroso para la democracia republicana es que se haya decidido que el quórum se forma cuando el peso de los cuerpos de los legisladores acciona la luz que anuncia que están presentes, mientras que cuando están de pié no dan quórum aunque estén en el recinto. Y estar en el recinto quiere decir como se les dé la real gana: argumentan, soplan, aplauden, abuchean, amenazan, insultan... y hasta pegan o son pegados, pero siempre sin dar quórum mientras no se sienten en sus curules. Una ficción, una mentira lisa y llana, pero además palmaria.
Ocurre que si los que hacen las leyes no cumplen las leyes estamos en problemas.
¿Y si a pesar de cumplir las leyes a rajatabla, los que hacen las leyes se equivocan? me podrán argumentar los que estaban a favor de la suspensión y se felicitaban a los abrazos por haber conseguido algo que va contra las leyes. Le contestaría que eso ya ha pasado y muchas veces, en la Argentina y en el resto de las democracias del mundo; es parte del juego de las instituciones. Las leyes se derogan por otra ley o por el desuso y no por tumulto, por grande y organizada que sea la horda de ciudadanos que lo intenta. El Congreso tiene su reglamento, su propia ley, que hay que cumplir para que las leyes tengan validez. Si no las cumplen, empiezan a apartarse de la democracia republicana y se desvían por un camino que termina en el peor de los lugares.
“El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución.” sanciona el artículo 22 de la Constitución Nacional, y agrega: “Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”.
Sabían los constituyentes que si sancionamos las leyes por tumulto, adentro o afuera del Congreso, ganarán siempre los más violentos y no las mayorías. ¿Le parece que hay algo menos democrático?

Por Gonzalo Peltzer

gpeltzer@elterritorio.com.ar