Pactos y palabrerío

Lunes 29 de mayo de 2017
Desde el mismo momento de la reunificación en la CGT estuvieron encendidas las luces amarillas.
Todos los dirigentes eran y son conscientes de los riesgos de una unidad atada con alambres, habida cuenta de las diferencias que arrastraron durante añares y de los intereses políticos que se interponen en el camino a cada momento.
Y este, el año de las elecciones de medio término, es uno de esos momentos críticos. Ya puede verse a los dirigentes del triunvirato conductor de la central sindical que históricamente lleva el color justicialista alineados en las distintas vertientes del partido fundado por el general Juan Domingo Perón.
Aunque ellos digan que la CGT está por encima de lo partidario, es innegable -y la historia así lo demuestra- que no podrán evitar esos coletazos y es más que probable que la central gremial termine astillada, como tantas otras veces.
Héctor Daer, diputado por el Frente Renovador, abandonó las huestes de Sergio Massa para sumarse a Florencio Randazzo. El barrionuevista Carlos Acuña no estuvo en el acto cegetista del Primero de Mayo y se muestra en primera fila con Sergio Massa. Y Juan Carlos Schmid se mantiene aparentemente prescindente, aunque su raíz política está en Santa Fe, donde el PJ está buscando reagruparse como peronismo puro, sin demasiados "ismos".
Schmid es mencionado siempre como el hombre que podría ser la "prenda de unidad" para futuro secretario general único de la CGT, pero todo aún es prematuro, más cuando todavía no se sabe si la central seguirá unida después de las elecciones de octubre.
Pero hablando de unidad, algo importante ocurrió esta semana. Aparentemente se firmó, por ahora, la partida de defunción de cualquier intento de pacto social, tan meneado por todos los gobiernos desde hace ponchadas de años en la Argentina. El propio presidente Mauricio Macri le puso una de las rúbricas más importantes cuando amonestó a empresarios, sindicalistas, empresarios y jueces, a quienes les avisó que no le iban a decir lo que debía hacer. En vez de convocarlos poniéndose por sobre ellos, como debe hacer un estadista, baja al llano otra vez para combatirlos a puño pelado.
Después el resto de los políticos se encargaron de seguir el mismo camino desandando sus propios senderos, como lo hicieron Martín Lousteau, Sergio Massa y Cristina Fernández. Todos contra todos. Y encima, paradojalmente, el 25 de Mayo.

Luis Tarullo
Para DyN