Industrialización y bienestar

Jueves 25 de agosto de 2016

Las naciones tienen necesidad de incrementar sus ventas en el mundo, al menos,  en los mismos porcentajes que crece su masa poblacional. Si eso no ocurre, necesariamente tienen que hallar un camino para que se eleve el nivel de consumo, inyectando dinamismo al mercado interno.  Cuando esas dos premisas no se concretan, las condiciones de vida comienzan a resentirse. Son bajo esas circunstancias que los más capaces, deciden volcar sus miradas hacia otros países como opción de vida, llevándose consigo algo tan valioso como son los conocimientos adquiridos en su suelo.
  Ahora bien, el incremento en términos monetarios de las exportaciones, no siempre está subordinado a los volúmenes de ventas. La multiplicación de lo cualitativo en las mismas (valor agregado), juega un rol determinante en el incremento de su valor. Esto quiere decir que, una forma de evitar el impacto negativo que produce la caída del volumen de exportación, es logrando inyectar mayor dinamismo a la industria. Preferentemente, en aquellos bienes que encierran un componente tecnológico importante.
  El proceso inverso se da cuando el volumen de los bienes exportados crece, pero los precios que se reciben por los mismos son iguales, o menores a los que se obtenían anteriormente. Eso se puede dar por la caída de los precios internacionales, o porque disminuye las ventas de productos con valor agregado. Este último ejemplo se llama primarización de las exportaciones, y constituye uno de los elementos más fuerte en términos negativo para un país.

  La importancia estratégica que tiene la calidad de las cosas que elaboramos en materia productiva, se puede apreciar en el siguiente ejemplo. Para que una microempresa agropecuaria se convierta en pequeña empresa agropecuaria, debe tener una facturación anual de $ 2.000.000 o más. Sin embargo, para que una microempresa industrial pase a ser pequeña empresa industrial, debe exhibir ventas anuales por $ 7.500.000 o más. Lo que se está diciendo aquí, es que a igual tiempo e igual cantidad de trabajo, la industria mueve casi cuatro veces más dinero que la actividad agropecuaria. Por lo tanto, es demasiado claro hacia dónde hay que apuntar las estrategias económicas para que progrese una nación. Eso, sin poner en consideración el nivel de preparación técnica y/o de conocimientos, que debe tener buena parte de los que intervienen en la producción de bienes de origen industrial.
  Cuando cae el consumo a nivel mundial, es imperioso fomentar el incremento del consumo interno y, apostar a las actividades que comparativamente más mueven dinero en el mercado. La caída del consumo en el mundo, es la realidad que se observa hoy en materia comercial. Los países están ávidos de vender sus excedentes, y varios de los emergentes han conseguido inyectarles valor agregado a sus productos, sustituyendo importaciones y colocando en el mercado externo parte de estos.  Eso los obliga a la generación de mecanismos de protección a sus industrias, que no dejan de ser débiles frente las que poseen los países altamente industrializados. La Argentina está dentro de esos países emergentes.
  Es en este punto donde sobreviene la colisión de intereses. A los países industrializados y con alta tecnología no les cae bien la aparición de competidores en áreas que consideran de dominio exclusivo, y no se quedan de brazos cruzado. Las estrategias que tejen los “amos” del mundo, parece no tener límites. Ellos trabajan sobre los gobernantes y sus políticas de gobierno, sobre los medios de comunicación, sobre personas influyentes, ete., de los países emergentes que ven como peligrosos en términos competitivos. Por eso, no es fácil sostener el proceso de crecimiento de una nación emergente. Sobre todo, si dentro de su territorio hay una fuerte presencia de voluntariosos que se prestan a alimentar y sostener los intereses de los poderes externos. Así es como se sepultan los intentos de saltos evolutivos que, con tanto esfuerzo, encaran los países que sueñan con hacer de su suelo, una nación desarrollada.

RAMÓN AGUSTÍN ALEGRE
Escritor y periodista