Escuelas solidarias

Martes 2 de septiembre de 2014
Las prácticas educativas de “servicio” al otro, a la comunidad local y al mejoramiento de la calidad de vida del prójimo, siempre desde proyectos escolares, continúa constituyéndose en uno de los principales “escudos” pedagógicos de protección entre los jóvenes en situaciones de violencia, bajo rendimiento y escasa autoestima.
Por estos días tuvo lugar una nueva edición del seminario internacional “Aprendizaje y Servicio Solidario”, que organiza el Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (Clayss), que conduce María Nieves Tapia, creadora y ex directora de ese área, en el Ministerio de Educación nacional hace más de dos décadas.
Cuando no existía internet y, menos las redes sociales, por el programa se empezaron a conocer proyectos de docentes y alumnos de varios rincones del país que con su ingenio y esfuerzo lograban plasmar “inventos” para la comunidad.
Nacieron radios escolares de montaña para informar a los agricultores sobre condiciones climáticas apropiadas para sembrar o no hacerlo, semáforos para ciegos, camas ortopédicas para personas con discapacidades, talleres artísticos para jóvenes en situación de calle y charlas con especialistas en Toxicología para abusos de drogas y alcohol en varios puntos del país.
Hoy, en la edición 17 del Seminario, en la era comunicacional y de recursos multimediales se presentaron entre otras propuestas nacidas en escuelas sanjuaninas, neuquinas, cordobesas, santiagueñas, bonaerenses, fueguinas y de otras partes del país, iniciativas más elaboradas.
Entre otras, hubo iniciativas escolares para combatir el hambre a través de deshidratación de verduras para Bancos de Alimentos, softwares en braille y en voz para que alumnos ciegos puedan continuar sus estudios universitarios, folletos y CD que se reparten para esclarecer en temas como nutrición, embarazo, vacunación, entre otros.
“Nadie es demasiado pequeño, pobre o ‘especial’ como para no tener algo que ofrecer a los demás, trabajamos para que todos los niños, adolescentes y jóvenes latinoamericanos puedan descubrir que aprender sirve para mucho más que para dar un examen, y que ser solidario enseña lo que sólo las mejores escuelas pueden enseñar: cómo construir un mundo mejor con todos y para todos”, apunta Tapia.
Para la pedagoga, la escuela tradicional “ya no resulta suficiente para contener a chicos que viven en situaciones extremas, pero tampoco los problemas se solucionan convirtiendo a los docentes en repartidores de leche, o psicoterapeutas amateurs”.
Diferenció en ese sentido que en las escuelas solidarias no es el “docente-asistente-social”, ni el “buen maestro que hace todo por sus alumnos”, por más encomiable sea la tarea a su cargo, ya que consideró que ello se traduce en que hagan “un poco menos dura la vida de tantos chicos”.
Para Tapia los verdaderos protagonistas del aprendizaje-servicio son los propios estudiantes y en ese sentido hace hincapié en el “derecho” de los estudiantes.
Entre los derechos, los jóvenes esperan que “sus mayores les ofrezcan cauces de acción, para que sus energías no se desperdicien en la frivolidad y la desesperanza, tienen derecho a ser una esperanza para el presente, y no sólo la tan mentada promesa para el futuro”, consideró.

Por Laura Hojman
Para DyN