Cartas de Lectores

Sábado 17 de enero de 2015
En memoria de Natasha Dalila Sokol
Señor Director:
Dicen por ahí “De todo se vuelve, menos de la muerte”. ¡Qué verdad relativa! Porque mi hija vuelve permanentemente a mí en cada recuerdo, en cada sonido, en cada aroma que emanan de las letras de sus cartas que me dejara escritas en los momentos más desesperados de su vida.
Letras que solo piden por los demás, por un buen futuro, por su hermana, por la unión familiar, que piden oraciones para su atribulada almita… Que no atacan a nadie, sino que traslucen un infinito amor a todos.
Me pregunto si acaso descansará en paz si solamente me quedo con la congoja, si rezo mil oraciones por ella o si asumimos una pronta resignación familiar.
¡Tengo tantos interrogantes!
Pero no escapo en ellos de mis responsabilidades, de mis olvidos, de mis ausencias o de mis presencias obsesivas buscando cumplir un inquisitivo rol de madre.
Durante mis veintitrés años compartidos con Natasha tuvimos momentos inolvidables, lapsos reprochables, risas interminables, lágrimas incontenibles, largas conversaciones y hasta silencios tan cómplices.
Era la vida que transcurría entre una madre y una hija, en definitiva.
Por eso no creo que todo acá se terminó.
Todo este sacrificio, esta inmolación inocente, no creo que deba pasar en vano o devenga en simple resignación y quedar disimulado bajo un aterciopelado silencio.
Porque hubo algunos acontecimientos que, lamentablemente, resquebrajaron la sensible personalidad de mi hija y condujeron en su incomprensible e inhumano despeñar, hacia tan drástica decisión.
El entorno más próximo, en el que transcurría su joven vida, golpeó arteramente a Natasha torciendo sus ganas de sobreponerse y mirar hacia adelante.
Sí. Ella fue víctima de un sombrío caso de violencia psicológica y de reiterados maltratos físicos, por personas que fingían quererla y que conformaban un círculo de relaciones muy próximas.
Hay quienes no aceptaban a esta hermosa persona en su particular forma de ser o sus logros personales y trataban de torcerla, sumirla o dominarla en perversas relaciones.
Entre sus dudas juveniles mi hija tenía planes para el futuro. Hablaba de cosas por hacer, de atenderse en su figura para sentirse mejor, fortalecer su autoestima… Si hasta soñaba con obtener un título y poder viajar a Nueva Zelanda, para perfeccionarse o conocer otras realidades, otras alternativas.
En muchos diálogos, ella me contaba sus preocupaciones, sus temores o sus dudas y yo estaba segura que siempre iba a sortear cada escollo.
Más, aquellas oscuras nubes de presión psicológica o maltratos, terciaban por un depresivo desenlace.
De aquellas compañías malsanas, a quienes no les cabía la posibilidad de un vuelo sano de mi hija, no puedo dejar de pensar el por qué de su accionar. Ni las persecuciones, ni los golpes con que la minaban, acusándola o dudando de sus actividades o de su accionar.
¿Cómo entiende el amor aquella persona que decía amarla, pero se aparecía en ciertos lugares a maltratarla?
¿O por qué aquella que decía llamarse su “amiga”, fue a increparla e incluso a golpearla, cuando conocía fielmente que estaba traspasando un proceso postoperatorio, con las lógicas consecuencias físicas y psíquicas que ello implican?
¿A qué sociedad enferma estamos entregando nuestros hijos?
Y en esto quiero apoyarme, para reflexionar acerca de nuestros seres queridos, nuestros hijos. Porque nunca deben ser desatendidos o dejados simplemente a merced de aquellas mentes perversas que, lamentablemente, influyen sobre sus vidas cada vez que ellos vuelven a sus ámbitos, al dejar nuestros hogares.
Mientras, semejante vorágine que hoy develo en sus cartas dejadas y su despeñar en tan fatal desenlace me increpan, interrogándome…
Que este ejemplo doloroso, que hoy me apuñala con una dolorosa estocada, sirva para muchos otros padres cuyos hijos, cualquiera sea su género, están iniciando un camino de vida hacia una madurez responsable.
Quiera Dios que así lo sea. Que la muerte que hoy me ha dado tan contundente golpe, sea valiosa.
Tal vez así, haya entonces tibios brazos de paz, para recibir el alma sensible de mi bien amada hija Natasha.

Viviana Alicia Kluge
Posadas



Ingreso a Posadas y los carteles
Señor Director:
Para los misioneros que vamos de vez en cuando a Posadas resulta difícil ingresar a la ciudad. La falta de señalización, ¡las últimas dos rotondas! (la de la Garita y la del acceso Sur y el acceso al puente internacional con avenida Tierra del Fuego), transforman el viaje en una tarea imposible.
No me quiero imaginar lo que debe ser para un turista que llega por primera vez. Si viene por la ruta nacional 14 y empalma con la 105, el primer obstáculo será superar la rotonda con el by pass. Si supera ese intríngulis el desafío grande será la rotonda de la ex Garita. Si después de probar varias alternativa emboca con el acceso sur, con certeza terminará en Migraciones del puente Internacional. Sin ninguna idea de cómo regresar para llegar al centro de Posadas.
Pregunta: ¿Cuál es el acceso principal a la ciudad, por donde deberían ingresar los que nos visitan? ¿El acceso Sur? ¿la Uruguay? ¿la Lavalle? ¿Libertador General San Martín? ¿el acceso Oeste?
¿No se debería señalizar esto correctamente?

Horacio Alvarenga
Apóstoles