Tendida en la madrugada la firme guitarra espera: voz de profunda, madera desesperada. Su clamorosa cintura, en la que el pueblo suspira, preñada de son, estira la carne dura. Arde la guitarra sola, mientras la luna se acaba; tarde libre de su esclava, bata de cola. Dejó al borracho en su coche, dejó el cabaret sombrío, donde se muere de frío, noche tras noche, y alzó la cabeza fina, universal y cubana, sin opio, ni mariguana, ni cocaína.
¡Venga la guitarra vieja, nueva otra vez al castigo con que la espera el amigo, que no la deja! Alta siempre, no caída, traiga su risa y su llanto, clave las uñas de amianto sobre la vida. Cógela tú, guitarrero, límpiale de alcohol la boca, y en esa guitarra, toca tu son entero. El son del querer maduro, tu son entero; el del abierto futuro, tu son entero; el del pie por sobre el muro, tu son entero.
Cógela tú, guitarrero, límpiale de alcohol la boca, y en esa guitarra, toca tu son entero. Mi patria es dulce por fuera. Mi patria es dulce por fuera, y muy amarga por dentro; mi patria es dulce por fuera, con su verde primavera, con su verde primavera, y un sol de hiel en el centro.
“El son entero” (que incluye La guitarra) pertenece al poeta cubano nacido en Camaguey, Nicolás Guillén (1902-1989) y se publicó por primera vez hace 70 años, en 1947.