Un film en aymará
Sábado 22 de julio de 2017
Por primera vez se verá una película hablada íntegramente en la ancestral lengua del antiplano, dirigida por el peruano Oscar Catacora. Se estrenará Wiñaypacha (Eternidad) que cuenta la historia de una pareja de ancianos, abandonados por sus hijos, que viven añorando una visita y mantienen sus costumbres de religiosidad respetuosa con la naturaleza, a 5.000 metros de altura y se verá en el próximo Festival de Cine en Lima. Tiene un aspecto autobiográfico: “Se basa en mi vida, cuenta el director, en el pasado con mis abuelos. Veía la ausencia de mis padres y de sus otros hijos, que pocas veces los visitaron. Veía su nostalgia”.
Catacora tiene 30 años, creció aprendiendo el español, pero a los siete, sus padres acordaron enviarlo con sus abuelos para que aprendiera a hablar aymara. Expresó: “Mi padre, sobre todo, no quería que aprenda, por ese estigma de que no es bueno, para evitarle al niño la forma de hablar españolizada de un indígena. Pero mi madre sentía la necesidad de que aprendiera. Convivir con mis abuelos fue una etapa crucial en mi vida. En tres o cuatro meses empecé a comunicarme con mi abuela, al principio solo con señas. Cuando regresé a casa mi madre me dijo que había vuelto como un verdadero aymara”. Vivió con sus abuelos en las alturas de Acora, en la zona sur-central de Puno, cerca de Bolivia. Para el casting y dado que los protagonistas eran aymara-hablantes, de unos de 80 años, Catacora conformó un equipo en el que todos hablaran la lengua.
En el mundo tradicional andino, los ancianos tienen mucha autoridad, el trato con los más jóvenes no es horizontal, por eso, reclutó a un intérprete aymara, de unos 50 años, como asistente suyo e intermediario con los actores. Por un aspecto cultural de respeto solo los mayores pueden hablar, los jóvenes no se meten, así, no fue fácil que una persona de 30 interactuara con otra de 80. También fue un curioso reto explicarles qué cosa iban a hacer: el término “cine” no existe para ellos, ni “actuar". “Es que nunca han visto una película”, asegura el director.
Catacora tiene 30 años, creció aprendiendo el español, pero a los siete, sus padres acordaron enviarlo con sus abuelos para que aprendiera a hablar aymara. Expresó: “Mi padre, sobre todo, no quería que aprenda, por ese estigma de que no es bueno, para evitarle al niño la forma de hablar españolizada de un indígena. Pero mi madre sentía la necesidad de que aprendiera. Convivir con mis abuelos fue una etapa crucial en mi vida. En tres o cuatro meses empecé a comunicarme con mi abuela, al principio solo con señas. Cuando regresé a casa mi madre me dijo que había vuelto como un verdadero aymara”. Vivió con sus abuelos en las alturas de Acora, en la zona sur-central de Puno, cerca de Bolivia. Para el casting y dado que los protagonistas eran aymara-hablantes, de unos de 80 años, Catacora conformó un equipo en el que todos hablaran la lengua.
En el mundo tradicional andino, los ancianos tienen mucha autoridad, el trato con los más jóvenes no es horizontal, por eso, reclutó a un intérprete aymara, de unos 50 años, como asistente suyo e intermediario con los actores. Por un aspecto cultural de respeto solo los mayores pueden hablar, los jóvenes no se meten, así, no fue fácil que una persona de 30 interactuara con otra de 80. También fue un curioso reto explicarles qué cosa iban a hacer: el término “cine” no existe para ellos, ni “actuar". “Es que nunca han visto una película”, asegura el director.
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