Karma caro

Jueves 19 de octubre de 2017
Es cosa corriente en nuestro andar cotidiano por la vereda cruzarnos con un amigo y saludarlo en clave: ¿Cómo andás? o ¡Tanto tiempo! ¿Qué contás? o ¿Y despué? (yo escuché la variante: ¿Qué pasa con vos?).
Cual fuere la clave, todos entienden que más que por averiguar, la pregunta es un acto reflejo. Pero sucede que a veces uno lleva cara de apurado y captado el detalle la respuesta es una onomatopeya (¡Todo bien!); y otras trae cara de “contame que tengo tiempo” que el amigo interpreta como “decime en qué te puedo ayudar” y se despacha con un rosario de contratiempos. Como estos tres, cuando fueron saludados por turno en el Café de la Esquina.
-Hoy es 19... mediado de mes, dijo el primero, hacé de cuenta de que para mí es como si fuera 31. Venía seco para acá y me encontré plata desparramada.  Alcé sin contar y seguí viaje. ¡Salvado! me decía a cada paso. Pero hace un rato cuando quise palpar en la mano el milagroso botín, descubrí dos cosas, que lo había perdido, y un agujero en el bolsillo. Balance cero, con aura de déficit. Pagate el café.
-Yo me quedé sordo ayer de los dos oídos juntos, dijo el segundo, pero eso no es nada: anteayer pagué al contado la inscripción del curso de inglés. Balance menos diez. Invitame un té.
-Ni te cuento, dijo el tercero. En este libro de la India dice que todo lo que nos pasa es una secuencia kármica de vidas pasadas, que cuánto más contratiempos enfrentemos, más rápido saldaremos la cuenta, y que si a algunos les lleva cien vidas, a vos quizá dos o tres”. ¿Me aguantás un cortado?
-No niego, señores, dije, que adhiero al hinduismo, pero ¿no dice dónde tramitar el Libre Deuda del karma? Digo, para entender mejor un poco algo. ¿Quiere decir que estoy pagando en esta contienda culpas de delitos viejos que ni siquiera recuerdo? ¡Mozo! quiero saber a quién pedirle por lo menos un armisticio para el seco, una semana de gracia para el sordo, una vuelta fiada para los cuatro.
-Yo soy de palo, se atajó el mozo.