Tormenta de verano

Domingo 25 de enero de 2015
Foto: Dibujo: Latree '15
Todo hacía pensar que este verano el único sofocón sería el insoportable calor de enero. El inicio del año presentaba un escenario político tranquilo, en el que se estimaba la presencia de dirigentes argentinos en ojotas, recorriendo algunas zonas de veraneo o codeándose con la farándula para captar la atención y con el único fin de tener presencia, pensando en coquetear con los futuros votantes. La cuestión mutaría casi 180 grados, incrementando notablemente el calor reinante y hasta amenaza con calcinar algunos proyectos políticos, cuando ni siquiera comenzó la verdadera campaña electoral. Sólo se había arribado al séptimo día de enero cuando se produjo el ataque contra la sede del semanario satírico francés Charlie Hebdo, en París. El hecho provocó la muerte de doce personas, pero también generó el malestar y el repudio de la comunidad internacional por el accionar de los terroristas islámicos y sobre todo, un nuevo debate sobre los límites de la libertad de expresión. Pero así como hubo solidaridad, repudio, pérdidas de vidas, también hay que decirlo, intentar silenciar al mensajero en la actualidad sólo trae consecuencias adversas. Basta citar que la Charlie Hebdo de los sobrevivientes lleva una caricatura de Mahoma en portada, ya se está reimprimiendo y superará los siete millones de ejemplares. Quienes pretendían silenciar al semanario satírico francés lo único que hicieron fue despertar el interés del mundo para entender el porqué de este atentado. Ante tanta demanda, la distribuidora sigue imprimiendo ese número histórico, cuando antes del repudiable atentado Charlie Hebdo se hallaba en dificultades financieras y tenía una tirada de 60.000 ejemplares semanales.
 
El caso Nisman
Doce días más tarde de aquel atentado, un sólo disparo se asemejaría al sonido de la caída de un rayo de verano que paralizaría a los argentinos y conmocionaría al mundo. Se conocía -el último lunes- la muerte del fiscal Alberto Nisman, cuatro días después de denunciar a la presidenta Cristina Fernández y a varios colaboradores, por encubrimiento de los autores del atentado terrorista perpetrado en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia).
Ello ocurrió cuando en la semana todos se aprestaban a conocer los fundamentos de Nisman, cuya presentación estaba programada ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, con el propósito de brindar detalles sobre la imputación de la Presidenta y otros dirigentes por la firma del Memorando de Entendimiento con Irán en 2013. Al conocerse la muerte de Nisman, se gestaron las más diversas hipótesis y la semana concluye entre la tesis que apunta más al homicidio que al suicidio. Por la entereza que siempre demostró el fiscal, se torna endeble la hipótesis de que haya decidido quitarse la vida.
Por estas horas nadie en el círculo cercano del fiscal cree en la versión del suicidio. Se inclinan como mínimo por un suicidio forzado debido a algún tipo de amenaza sobre sus hijas o, directamente, un asesinato que se trata de ocultar. Ello a pesar de que tanto él como su grupo familiar estaban muy custodiados, producto de amenazas constantes. Al conocerse el fatal desenlace, comenzaron a repasarse hasta las últimas acciones privadas del fiscal. Es que unos días antes, Nisman estaba en Barcelona, festejando el cumpleaños de 15 de su hija, a quien dejó sola en España para venir a presentar las pruebas. Esto había generado una disputa familiar, además de generar las más diversas especulaciones desde el Gobierno. Al parecer era su intención hacer la presentación ante el Parlamento nacional y viajar a París. No hizo ni lo primero ni lo último. Una bala en la sien terminó con su vida. Ahora lo que se trata de dilucidar es que si no se suicidó, quién lo mató, por qué, con qué objetivo y con qué beneficio.
La presidenta Cristina Fernández, a través de las redes sociales, se manifestó en dos oportunidades. En la primera, entre signo de interrogación se preguntaba si se trataba de un suicidio, y en la segunda carta pública se inclinó por el homicidio. Sostuvo que el fiscal que la denunció fue asesinado para perjudicar al Ejecutivo. Sin dudas, aunque parte de la sociedad apunte sus miradas contra el Gobierno, sería el último beneficiado, por no decir el peor afectado.
La muerte de un fiscal es mucho más demoledor que cualquier crítica o acusación por corrupción, más aun teniendo en cuenta el lento proceder de la Justicia. La sentencia pública es más inmediata y duradera y, está claro que el más golpeado hasta el momento por lo sucedido es el Gobierno nacional, cuya responsabilidad –en caso de un atentado contra la vida del fiscal- es por no haber garantizado la seguridad.
A ello deben sumarse cuestiones diplomáticas, de por sí aún más complejas porque involucran a distintos estados. Está claro que es más fácil hablar que comprobar, por ejemplo, sobre una supuesta conspiración para beneficiar a Irán en el caso Amia. Además, debe recordarse que el acuerdo con Irán fue fomentado por las grandes potencias que ante la inestabilidad política generada por el terrorismo internacional, lo último que querían era quedar enredados en la captura de funcionarios que hoy ocupan cargos importantes en el gobierno iraní o los ocupaban al momento del atentado.
 
Duro golpe
Pero como nadie descarta nada ni a nadie. Si la idea era sacudir al Gobierno nacional, está claro que le dieron un duro golpe y quizás pueda hablarse de la primera tormenta perfecta que debe enfrentar el kirchnerismo y que podría cambiar su destino de manera definitiva.
De ser así, la historia podría registrar al caso Nisman como un hecho bisagra, tal como sucedió con el fallecido Herminio Iglesias, quien como miembro del partido peronista y candidato a la Gobernación de Buenos Aires en 1983, tuvo la pésima y reprochable idea de cerrar la campaña electoral quemando un ataúd con los colores de la Unión Cívica Radical.
Aquel hecho facilitó la victoria del candidato radical Raúl Alfonsín y llevó al fracaso al peronismo, situación que se repetiría en el 99, tanto por la crisis económica de entonces como por el hartazgo de la sociedad sobre la forma de hacer política del menemismo. De esta manera, para el peronismo, la muerte del fiscal es una prueba de fuego de difícil resolución. De no saber manejar esta tormenta y no recuperarse de este impacto, podría provocar el tercer fracaso al peronismo en el país. Es que por estas horas, el caso Nisman, está instalado en la sociedad. Todos los medios dedicados al periodismo y hasta aquellos acostumbrados a la farándula del verano, convirtieron la muerte del fiscal en su principal tema de agenda. Es como una cadena nacional en continuado sobre el tema.
También debe reconocerse que desde el punto de vista electoral, el kirchernismo, antes de este hecho, seguía manteniendo una aceptación muy alta, que molestaba a sus adversarios que lo querían totalmente fuera de ruta. Debe sumarse que a fines del año pasado, el Gobierno desplazó de la Side al director general de Operaciones, el tercero en importancia dentro del escalafón interno, pero a todas luces quien ejercía el verdadero poder. Se trata de Antonio Stiles, más conocido como Jaime Stiuso. Esto, según el oficialismo, habría provocado una feroz interna en el servicio de inteligencia y representa otros de los laberintos complejos, de intrigas y suspensos, en torno a la muerte de Nisman que por años, fue uno de los mejores amigos del gobierno y al mismo tiempo mantenía fluidas relaciones con Stiusso; quien se arregló para permanecer por muchos años, en el poder más allá de los cambios de gobiernos. Dentro de la telaraña de versiones y especulaciones también quedaron salpicados funcionarios de la ex Side de otras administraciones.

El espía misionero
Luego de que la Secretaría de Inteligencia levantara el secreto sobre una serie de conversaciones telefónicas incluidas en la causa Amia, se pudo saber que Nisman había nombrado en su denuncia a Ramón Allan Héctor Bogado como el supuesto contacto informal con los iraníes. Lo identificaron como el espía de la Side que actuaba de contacto paralelo entre el Gobierno y el hombre de confianza de Teherán en Buenos Aires, Jorge Yussuf Khalil.
Se reveló que Bogado, procedente de Misiones, fue identificado por Nisman gracias a un mensaje de texto enviado al teléfono pinchado de Khalil y mediante su email personal, el cual era usado para conectarse a una red social. Nisman, según destacó el diario Clarín, encontró una foto de Bogado publicado en el diario El Territorio. Si bien luego desde la ex Side se comunicó que Bogado no trabaja en esa repartición, también se supo que fue denunciado en el pasado mes de noviembre por el delito de tráfico de influencias. Al parecer ,Bogado ofrecía a integrantes de la comunidad chiíta argentina ingresar como trabajadores en reparticiones públicas, entre ellas la Aduana. En las escuchas también aparece el dirigente piquetero Luis D’Elía, quien no oculta su afinidad y cercanía con el régimen de Irán y desde hace tiempo proclama la inocencia de Teherán en el atentado a la Amia. A Bogado muchos lo señalan como un espía inorgánico, esto significa que no figura en la planilla de empleados pero pertenece a la inteligencia de alguna repartición del Estado.

Directo a la campaña
Lo cierto es que la muerte de Nisman sume en una grave crisis al Gobierno argentino y tiñe la campaña electoral. Los sondeos indican que la opinión pública considera creíble la denuncia contra la Presidenta, sumado a la muerte del fiscal, que como se indicó podría marcar un antes y un después para los candidatos que aspiran a suceder a Cristina Fernández en la Casa Rosada.
Es verdad que faltan nueve meses para las elecciones y la fotografía de hoy podría no ser la película de octubre. Pero las encuestas que circulan entre los periodistas coinciden en que la muerte del fiscal a cargo de la causa Amia es un acontecimiento que marcará a fuego la larga recta final hacia la presidencia. Los sondeos indican que para la amplia mayoría de argentinos, no fue un caso de suicidio, y son pocos los que creen que, esta vez, habrá justicia. Esta es otra señal de alarma para los dirigentes que más que nunca deberían velar por las instituciones y sobre todo, ayudar con madurez a que la Justicia realice su trabajo y resuelva lo sucedido cuanto antes.
También es cierto que es difícil encontrar casos cargados de una gravedad institucional como la que implica la muerte de un fiscal un día antes de presentar en el Congreso una acusación contra un jefe de Estado y sobre todo cómo manejar semejante escándalo y con un altísimo nivel de conocimiento de la sociedad. Una de las encuestas indica que el 84% de los consultados cree que la muerte de Nisman afectará la imagen de Cristina.
El Gobierno debe poner todos los recursos disponibles para colaborar con la Justicia para dilucidar rápidamente el caso. Mientras se revelan todos los misterios, lo que no quedan dudas es que este hecho generó la peor crisis institucional del kirchnerismo en toda su historia.