Aprender a envejecer

Sábado 18 de marzo de 2017
Mis estimados y queridos viejos, su familia, su entorno, su comunidad. Ustedes deben enterarse y saber que al transitar en el tiempo de cuaresma quisiera que nos ayudemos mutuamente a hacer llegar todas estas líneas a todas las personas de buena voluntad que integran las diversas estructuras, de los poderes legislativos, ejecutivos y judicial, que hoy más que nunca al estar en momentos de pre-elecciones no muy lejanos que:
El valor de la vida no puede juzgarse “principal y exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas, relacionales, espirituales y religiosas de la existencia.” (Evangelium Vitae, N. 23ª).
La entrada en la tercera edad ha de considerarse como un privilegio, porque es el periodo de las posibilidades concretas de volver a considerar mejor el pasado, de conocer y vivir más profundamente el misterio pascual. De convertirse en ejemplo de la iglesia para todo el pueblo de Dios.
Aprender a envejecer requiere sabiduría y valor porque la experiencia de la vejez es uno de los capítulos más difíciles del gran arte de vivir. Es un hecho triste pero real la falta de preocupación, que se da en muchas familias y comunidades en orden a la atención de sus mayores.
La iglesia defensora de la vida en su doctrina social requiere un acompañamiento particular para acrecentar la fe y sostener a la esperanza de la vida futura y el episcopado argentino exhorta desde el 31 de octubre de 1998 – San Miguel – a las “líneas de acción pastoral en favor de las personas mayores”. Las transcribo, recomienda:
1- Concientizar a los miembros de la Iglesia y a la Comunidad Nacional acerca del deber de acompañar y ayudar en forma integral a quienes recorren esta etapa de vida.
2- “Despertar en los ancianos conciencia de que todavía tienen una misión que cumplir y que dar” (Directorio de Pastoral Familia, n.225) y, en la medida de sus posibilidades, darles participación en los diversos campos del apostolado.
3- Invitar a la comunidad parroquial a facilitar la presencia de las personas mayores, en los servicios religiosos regulares y favorecer la continuidad de sus prácticas sacramentales.
4- Ayudar a animar evangélicamente a las familias que conviven con sus personas mayores, para que puedan retenerlos en el seno de su hogar.
5- Acompañar y asistir a las personas de edad que por diversos motivos deben permanecer en sus domicilios, internadas en instituciones hospitalarias, asilos o geriátricos.
6- Denunciar las prácticas asistenciales de “ensañamiento terapéutico” que intentan prolongar artificialmente la vida por medios desproporcionados. Asimismo denunciar la absoluta inmoralidad de la “eutanasia” y sus diversas formas encubiertas (EV, nn. 64-65).
7- Acrecentar la conciencia de la comunidad sobre el derecho de las personas de edad a recibir atención espiritual y religiosa, respetando sus creencias y facilitando los medios para su práctica.
8- Abogar para que los mayores obtengan jubilaciones dignas, en consonancia a una vida de trabajo mediante la cual “han participado en la obra del creador (LE, 25)” así como cobertura integral de sus necesidades que son especificas en esta etapa de la vida.
Queremos terminar nuestra exhortación, agradeciendo profundamente a todas las personas que trabajan en favor de los mayores, valorando su espíritu de caridad y generoso servicio, pero poniendo como modelo a la Madre Teresa de Calcuta.
Adelante, siempre adelante, tiendan la mano a nuestro prójimo que lo necesita.

Por José Miérez
Médico, gerontólogo