Continúa el maleficio

Lunes 27 de junio de 2016
Los gritos de Ecuador allá por el 93 parecían que serían los de un festejo más. Lastimosamente pasaron 23 años y el maleficio continúa para la selección. Argentina ayer jugó a lo que le propuso Chile, no pudo en los 90 minutos y otra vez en los penales perdió. Fue 4-2 para la Roja que festejó su segunda Copa América, igual que el año pasado.
El llanto de los jugadores y la bronca por otra final perdida no se borrarán de la memoria. Argentina demostró una vez más que a veces la suerte no mira para estas tierras.
En un primer tiempo de trámite parejo, Argentina contó con mejores aproximaciones al arco rival. La más clara la malogró el Pipita Higuaín. El 9 recuperó bien la pelota y encaró, pero aparecieron los fantasmas de Río de Janeiro, tardó un segundo más y su definición se fue al lado del palo.
El desarrollo del encuentro se desnaturalizó con la justa expulsión de Marcelo Díaz en Chile y con la injusta roja que vio Marcos Rojo. En ese lapso, entre una acción y la otra (15 minutos), se vio lo peor del combinado nacional, que jamás pudo hacer valer la supremacía numérica.
A la selección le faltó una cuota de picardía. Entró en la provocación de los chilenos, que se dedicaron más a pegar que a jugar y consiguieron que el árbitro “comprara” la supuesta falta de Rojo.
En el complemento la cosa no cambió mucho y poco a poco ambos se fueron conformando con el empate.
Agüero reemplazó a Higuaín para darle aire al ataque. El problema fue que de las pocas veces que Messi recibió la pelota, nadie se acercó para tocar.
Alexis Sánchez tuvo la chance de marcar para la Roja en una de las últimas, pero pifió y por suerte para Argentina la defensa despejó rápido.
El camino era el del sufrimiento, el del alargue, el de esos 30 minutos que parecieron interminables.
Y como si fuera poco, Vargas tuvo en su cabeza el gol de Chile, pero el misionero se hizo gigante y atrapó la pelota.
Del otro lado Bravo también demostró por qué es uno de los mejores. El 1 trasandino le ahogó el grito a Agüero, que había metido un cabezazo milimétrico que tenía destino de gol.
El cansancio se hizo notar. Los pases ya no tenían como destino a un compañero y la velocidad, una de las marcas de esta selección, lentamente desapareció.
Esa combinación favoreció a Chile, que esperó siempre para una contra. Por fortuna para los del Tata Martino, Mascherano y Otamendi siempre cortaron en el momento justo.
Y llegó lo que nadie quería: los penales. Los recuerdos de Santiago y el mal trago del año pasado.
Y el destino, más injusto que nunca, otra vez se puso en contra. Romero le atajó el primero a Vidal, pero Messi erró. Mascherano y Agüero la metieron, pero Chile no falló más y otra vez la frustración y la bronca.

A puro asado, los argentinos esperaron la final

Las cercanías del estadio MetLife de Nueva Jersey se parecían mucho a cualquier cancha del fútbol argentino un domingo por la tarde.
Es que los miles y miles de hinchas argentinos que llegaron para ver la final de la Copa América hicieron suyas las calles de la ciudad estadounidense desde varias horas antes del arranque del encuentro.
Con Bersuit sonando en unos parlantes montados sobre el pasto y una inmensa parrilla los fanáticos esperaron la gran final a puro asado.
Cada tanto pasaban algunos chilenos con las camisetas rojas, pero el celeste y blanco copó las inmediaciones del estadio y el público argentino se hizo sentir dentro y fuera del MetLife.