Caso Knack: varios testigos olvidaron detalles a causa del paso del tiempo

Domingo 22 de octubre de 2017
“No me acuerdo nada porque pasó mucho tiempo”, aseguró Norma Eichelt (48), ex empleada doméstica de la familia Knack, al prestar declaración ante el Tribunal Penal Uno en el marco del juicio oral por la masacre de Panambí.
“No, nunca escuché que dijo eso ni recuerdo haber declarado eso”, señaló Rubén Aníbal Lagos (46), vecino de las víctimas, ante presuntos dichos de Cristian Knack (25) que comentó en la instrucción.
Y así varios de los 20 testigos que la última semana pasaron por la sala de audiencias y evidenciaron problemas para recordar detalles de lo que vieron o escucharon en las horas previas y posteriores a la fatídica tarde del 25 de mayo del 2014.
Transcurrieron tres años y cinco meses de la masacre de la familia Knack y se sabe que el paso del tiempo siempre dificulta el hallazgo de la verdad.
Todos los testigos coincidieron en que ese día hizo frío, llovió mucho y al final de la jornada un manto de neblina se posó sobre Panambí, como acentuando el carácter macabro de lo que sucedió en la casa de las víctimas, sobre del kilómetro 7 de la ruta Provincial 5.
Ahora, 1270 días después del desastre, la niebla del tiempo enturbia recuerdos y pone en dudas algunas certezas del voluminoso expediente.
Se sabe sí que ese día Cristian Knack viajó a Cuatro Bocas, provincia de Corrientes, junto a su novia Natalí Schudicken para cobrar 360 mil pesos en efectivo que le pagó Daniel Osés por la venta de un lote de madera y un anticipo por el mismo concepto.
El joven dejó a su pareja en Posadas y regresó a su casa en Panambí. Minutos después los delincuentes irrumpieron por la parte posterior de la vivienda.

Fuego y muerte
Carlos “Nano” Knack (27) contó que se salvó porque esa tarde fue a la casa de su novia para alimentar a los terneros. Alrededor de las 18 se bañó y tomó un par de mates, cuando recibió un llamado de una vecina que lo alertó de los hechos.
“Cuando se dieron cuenta los asesinos ya estaban adentro. Eran cuatro o cinco. Primero le pegaron a Cristian, después a su papá y los pusieron en diferentes piezas. Le empezaron a torturar con fuego a mi hermanita Bianca y pedían plata, hasta que encontraron pero no quedaron conformes. Después le metieron fuego a la pieza y uno de los ladrones se quedó afuera sujetando la puerta mientras que mi familia se quemada”, declaró ante los jueces.
Nano afirmó que su hermano le comentó que reconoció a un ex prefecturiano que les compraba madera y que el nombre de éste figuraba en los libros del aserradero, aunque luego se confirmó que ninguna de las identidades de los tres sospechosos quedó asentada en los cuadernos de la empresa.
Esto confirma que ninguno de los imputados -el ex prefecto Pablo Julio Paz (54), Juan Ramón Godoy (46) y a Marcial Benicio Alegre (54)- hizo negocios con los Knack.
Del aporte de Nano también surgió que para acceder a la casa los asesinos tuvieron que pasar por el taller del aserradero que tenía un “portón con maña”, es decir difícil de abrir para una persona sin conocimiento del lugar.
Además, sortearon sin ningún problema la presencia de los tres perros que tenía la familia, lo que haría pensar que al menos algunos de los delincuentes conocían a los animales.

“Tiraba datos y acomodaban”

Nano también confirmó que de la escena del crimen desaparecieron dos teléfonos celulares de su familia. Luego averiguó que los aparatos fueron utilizados por personas desconocidas por lo menos durante dos meses posteriores al hecho, cuando los tres imputados ya estaban tras las rejas.
Contó que los celulares se encendían y hacían llamados a un mismo número de la provincia de Buenos Aires. Dijo presentó las pruebas a la Justicia pero no tuvo novedades al respecto.
Otro testimonio contundente fue el brindado por Gisela Schwartz (35), vecina de las víctimas a cuya casa llegó Oscar Knack en busca de socorro la noche de la tragedia, quien mencionó que el dueño de casa reconoció a los agresores.
“Sólo decía: “me van a pagar lo que le hicieron a mi hija y a mi familia”. Yo le preguntaba si había reconocido a los ladrones, pero se quedaba en silencio y no me contestaba. Y volvía a decir que le iban a pagar”, relató la testigo.
La enfermera Perla Alejandra Gadea (26) precisó que Cristian nombró al ex prefecturiano y mencionó sobre el cuadernito donde estaban los nombres de los compradores del aserradero. Incluso dijo que estaría el teléfono del prefecturiano, lo que nunca fue probado.
Si bien al declarar el muchacho se mostró lúcido, dijo que “él hablaba a lo chamamé”, por lo que “era como arreglado el discurso, él tiraba datos y acomodaban”, respecto al acta policial.


La duda del auto El testimonio de Rubén Aníbal Lagos (46), vecino del kilómetro 7 que lo trasladó hasta el Samic, también arrojó contradicciones con relación a lo que figura en la instrucción policial.
“Cristian caminaba y hablaba bien, pero no me contó nada, sólo me decía que apure porque le dolía mucho, pero no podía ir más rápido porque llovía mucho”, indicó.
Fue entonces que surgió que en su declaración en la Policía dijo que la víctima le contó que los malvivientes tenían revólveres y cuchillos, que entraron por atrás y que su papá en un momento dudó en entregar la plata, a lo que Lagos respondió: “No, nunca escuché que dijo eso ni recuerdo haber declarado eso”.
Enrique Oscar Arenhardt (35), oficial principal de Policía que al momento del hecho integraba la Brigada de Investigaciones y tomó la denuncia de Cristian antes de morir, aseguró que el muchacho “no precisó la marca ni el color” del auto en el que huyeron los asesinos.
Como contrapartida, Néstor Knack (59), tío de la víctima que asistió como testigo a la misma declaración, afirmó que su sobrino dijo que los delincuentes escaparon en un “Bora gris”.
El jueves, en tanto, se escucharon un par de testimonios que cuestionan los dichos de Cristian respecto a la presencia de un VW Bora gris en inmediaciones a la casa de su familia, al tiempo que situaron un VW Gol del mismo color frente a la escena del crimen.